Georgi Petrov |
Lo que ya se sabía sobre la inhabilitación de María Corina nos golpeó como si fuera la primera vez que lo escuchamos. Con la decepción e interrogantes de quienes se están enterando de un accidente nos enfrentamos con desazón a las ilusiones de un futuro que nos entrampó. ¿Ahora qué hacer? Allí se nos acaba la imaginación, solo atinamos a repetir lo que es nuestra propia emboscada “lucharemos” “juntos podemos” “para la calle” y otras repeticiones viciosas. Nos hicimos una promesa y seremos fiel a ella hasta “el final”. En el fondo creemos que podemos doblegar la voluntad arbitraria de un tirano. Promesas que sabemos de antemano que son vacías, pero creemos posible concretarlas.
Cuando somos jóvenes y llenos de ilusiones. Cuando todavía la vida no nos ha golpeado con duras realidades, nos ilusionamos y entusiasmamos con esas promesas de amor eterno y proyectos en común. No tardamos mucho en enfrentar la ruptura del encanto y ver el futuro planificado estallar en mil pedazos. La primera vez que nos sucede es esperable vernos destruidos y con el dolor y la decepción obnubilando la razón. Pero después ya no somos tan ingenuos, tan creídos, al menos eso se espera. Pero ya vemos que no es así. Colectivamente hemos llegado a la edad adultas creyendo en gurús y en promesas de políticos. “Eso será, como lo diga yo” cuando el tiempo se viene encima, entonces corren. Y nosotros quedamos incrédulos mirando estupefactos y pagando consecuencias. Razón tiene Marina Garces, “Vivimos tiempos descreídos, pero somos muy crédulos”.
Nuestro presente viene con anuncios de tempestad si no lo vemos de frente sin locas fantasías nos esperan los mismos resultados. Los techos de la esperanza volaran en la borrasca quedando nuevamente en la intemperie. Banalizamos la palabra y el enemigo de enfrente. Banalizamos la fuerza de los vientos que arrasan y nos entregamos al seductor de turno con promesas muy poco creíbles a estas alturas. En tiempos descreídos creemos a ciegas lo que complace nuestras ilusiones y fantasías. En realidad, ya estamos saturados de promesas vacías en el espacio político, social y mediático. María Corina no será habilitada esa es la verdad y ¿ahora? No, nosotros tampoco podremos habilitarla. ¿Nos iremos a quedar pegados en este tema que no requiere análisis ni vueltas que darle? ¿O seremos capaces de configurar salidas que nos conduzcan a una nueva elección con otro candidato único?
Ya sé cual es la respuesta a dicha interrogante: hicimos una promesa y hay que hacerla cumplir. Al mismo tiempo le pedimos a un poder malandro que respete y sea justo con la decisión que tomamos. Es todo un absurdo. Alguien nos salvará de la desazón que sentimos. No nos diferenciamos mucho de lo que sucede a nivel mundial, un caos nos arropa y nos metemos a tratar de identificar el sentido, aunque sabemos que no es posible encontrar ninguna base sólida. Basta que el candidato se monte en una tarima y comience a pregonar los milagros que ocurrirán, para que comencemos a alucinar con calles repletas y un triunfo asegurado.
La pérdida de libertad que sufrimos se evidencia por nuestra incapacidad de reorientar e intervenir adecuadamente el rumbo de la vida colectiva. Estamos en tiempos descreídos, no podemos entramparnos con creencias de horóscopos.
Es oportuno recordar lo que dijo Fernando Mires en el 2023 “Convertir la lucha electoral (donde el gobierno puede perder) en la lucha por la habilitación de MCM (donde el gobierno puede ganar) es lo que el gobierno espera” En ese dilema nos entramparon, hora de decidir nuevamente.