26 de junio de 2024

Aburrimiento y acto creativo

 

Otto Dix


Miguel de Unamuno se refería al aburrimiento como un licor agridulce que dispone al ser humano al asombro. Una invitación a pensar y resolver enigmas esenciales para ese recorrido siempre inacabado de la filosofía. Pero muchos factores conspiran en su contra. No se puede permitir el ocio porque se siente como un espacio en el tiempo molesto, sobre el que se ha depositado mucho prejuicio. En nuestras sociedades el ocio se debe invertir en producción, en tiempos laborales y vamos por la vida sin permitirnos la perplejidad. Hay que evitarlo a toda costa e incluso la psiquiatría ha concebido al aburrimiento como un cuadro clínico que hay que medicar. Abarrotarse de estímulos excitantes para impedir esa sensación pareciera ser la consigna del hombre actual.

 La filosofía ha considerado que hay diferentes tipos de aburrimientos, el de tipo sencillo lo consideraba Bertrand Russell como “indispensable en la vida”. Un hastío momentáneo que nos provoca la monotonía y la constante repetición. Este estado nos obliga a cambiar ciertas variantes en nuestra vida. Nos invita a la creatividad, a la invención y a veces a cambios radicales. Hay que prestarle atención y no despacharlo con una pastillita, o estimulantes de cualquier tipo. Pero el hombre en su comodidad tiende a aturdirse y no quiere ser molestado con nada que requiera esfuerzo y reflexión. Estamos presenciando como se reacciona cuando una sociedad se hastía de tanto maltrato. Está pasando y la gente responde porque se abrió un boquete en el túnel.

Kierkegaard expresa esta necesidad de cambio que genera el aburrimiento en su escrito “La rotación de los cultivos”. El que se aburre reclama un cambio, cambio que debe brotar del propio deseo, no es posible señalar la vía ni el destino. A veces sucede que los deseos coinciden y todos empujan en una misma dirección. Cambios que desvían el destino de una nación, para bien o para mal. Pero una sociedad hastiada no se la tranquiliza con calmantes de ningún tipo. Se puede llegar a sentir la náusea de ser como señaló Sartre, si se impide por la fuerza el cambio necesario. Es el peor tormento a las que nos puede conducir la existencia. Es estar vivo, pero presos en celdas de alta seguridad. Este estado de afección se entiende como un aburrimiento complejo, grave.

Lograr un cambio por una voluntad decidida es muy loable en tiempos que estando al borde de permanecer en una apatía se lograr inyectar intensidad a la vida imaginando y deseando un cambio radical y no a través de estridencias o tatuajes ideológicos en el alma. El coqueteo con los objetos y la piel no fueron suficientes para mitigar el dolor de haber quedados despojados de los afectos primordiales. Sin país, sin familia, sin sustento ni salud. Si lo logramos podremos gritar al futuro que no nos perdimos en adoctrinamientos ajenos. Baudrillard describe el tiempo que transitamos como “el que exige probarlo todo, no perderse ningún goce pues uno nunca sabe cual provocará esa sensación especial” la que curiosamente nos está provocando nuestra posibilidad colectiva.

El placer puede quedar petrificado en aburrimiento si no tenemos el valor de cambiar las circunstancias que provocan el malestar. Si no dejamos de ser los sujetos bulliciosos envueltos en la ansiedad y la impaciencia. Hagamos de nuestro aburrimiento nuestra nueva carta de amor como fuimos invitados por Unamuno. Una carta de amor para nuestro país.

19 de junio de 2024

Lugares vacíos

 

Henry Teel


Freud afirmó que las funciones de educar, gobernar y psicoanalizar son imposibles. Son lugares vacíos, inocupables, son lugares simbólicos, pero nunca reales. Todo aquel que se cree ocupar estos sitiales es un impostor por encima de la ley, un delirante que se cree una autoridad superior capaz de ejercer estas funciones con la sola garantía de su palabra. Las masas ávidas de protección apuestan por tal garantía y allí quedan a merced de voluntades arbitrarias. Es el peor peligro del que está sufriendo la democracia. Esta suerte de infantilismo de los ciudadanos que se permiten dar rienda suelta a sus instintos agresivos con la sola intención de desestabilizar un sistema que por su naturaleza es vulnerable, las democracias.

Por definición las democracias no descansan sobre certezas incuestionables. Se acabaron las garantías naturales, mitológicas o religiosas. Las democracias solo creen en las instituciones y los hombres. Es una apuesta dura, difícil en una naturaleza humana débil y frágil. El hombre queda así retado por una indeterminación radical, no se sabe con certezas y es decisivamente obligatorio una búsqueda sin fin. No hay garantías y los fantasmas de totalitarismo siempre estará rondando, los seres humanos se ven tentados a creer en un superpoder para aliviar su fragilidad e incertidumbre. Los ciudadanos tienen que llegar a acuerdos de gobernalidad por consenso para evitar matarse entre sí. No es fácil el atreverse a vivir sin aferrarse o creer enérgicamente en alguien o en algo. De nuestras flaquezas y miedos surgen las peores aberraciones que observamos en nuestras relaciones.

Las apuestas de las democracias son muy altas, reconocer un lugar vacío, y reconocer también la necesidad imperiosas de leyes y normas. ¿Quién obliga a cumplir las reglas del juego? Nadie, solo tenemos un acuerdo sobre las normas que acataremos y al no hacerlo están previstas las sanciones. Por ello las democracias cuentan o deben contar con ciudadanos formados y consientes que sepan dominar y posponer sus propias satisfacciones. Hay momentos y actos democrático donde este talante es puesto a prueba de manera aguda, uno de ellos es en el proceso de elecciones. Momentos en los que se determina los ganadores y perdedores, los elegidos para los cargos políticos, que no son los portadores de nuestras voluntades y creencias. Solo cada uno gobierna sobre sí mismo si hemos asumido responsabilidades. No existe ni existirá esa voluntad general que se ha llamado “el hombre nuevo”.

Es una forma de sociedad y se impone la tarea de comprender aquello que constituye su singularidad, no solo es un conjunto de instituciones es una forma de ser y por lo tanto de conducirse, como enfatiza Lefort. Filósofo francés que fue muy cercano a Lacan y con un gran conocimiento del psicoanálisis, de la naturaleza humana. Al igual que Tocqueville concibe que lo político es la expresión por excelencia de la libertad humana, la democracia extiende por toda la sociedad la inquietud de conseguir un destino común como país y no dejarlo en manos de un gobernante. Es el logro de la libertad política. Sacrificar esa libertad es sacrificar lo político y sacrificar al individuo. Estamos condenados por una elección inevitable, elegimos la libertad o elegimos la servidumbre. La primera requiere valentía de saber que estamos solos, la segunda requiere el dolor de no estar solos sino asfixiados.

12 de junio de 2024

Dime con quien andas

 

Albena Vatchevia


Si acordamos con Max Weber que un líder político es el responsable de guiar a otros por el camino correcto para conseguir objetivos específicos comunes, debemos reconocer que en Venezuela han surgido últimamente muchos líderes valiosos. Se hacía perentorio porque nos hundieron en una terrible crisis y lo que es peor en una profunda desmoralización. Tenemos nuevos liderazgos haciendo lo que era necesario hacer. Tenemos motivos para creer que saldremos de esta oscura etapa si logramos mantener el entusiasmo y la organización.

Además de guiar por buen camino el proceso, un líder debe ser capaz de conectar y comunicarse con sus seguidores. De manera sorpresiva, por lo menos para mí, María Corina Machado logró los cambios necesarios en ella misma y ahora tiene la gran responsabilidad de trasmitir a los ciudadanos los significados de su búsqueda. La libertad requerida para tener las condiciones necesarias para trabajar y percibir un salario suficiente, vivir en condiciones higiénicas y poder descansar sin constantes sobresaltos. Un líder debe gozar de credibilidad. Ella junto a Edmundo Gonzales están haciendo una campaña distinta con personalidad propia, inédita en nuestro país y sin estar tirando objetos desde un camión a personas que se atropellan para atajarlas. Símbolo de respeto que muestra claramente que no es de dádivas otorgadas por “superiores” de lo que se vive.

Tenemos motivos para no fallar el día de la votación, cada ciudadano es una pieza clave en un acto que está muy amenazado. No es fácil adversar con éxitos a estos dictadores de nuevo cuño, nadie sabe con certeza como proceder para tener éxito, así que somos una suerte de proyecto experimental. El mundo entero debería estar atento a nuestro proceso. Todo un país de repente se une para gritar un buen “NO” a estos agentes criminales, teniendo en cuenta que no están solos, al contrario, pertenecen a un grupo muy peligroso y fuerte. Una característica esencial de un buen liderazgo es la honestidad, necesitamos y queremos saber la verdad de lo que enfrentamos para evitar el triunfalismo y aflojar las estrategias. Entusiasmo si, ingenuidad no.

Estábamos deseosos de valores éticos porque hemos pasado mucho tiempo dentro de la basura de las mentiras, el engaño, el saqueo y la ruina. Personas sin educación ninguna dirigiendo nuestro destino nos tienen horrorizados porque se conducen de una forma vergonzosa, no estábamos acostumbrados. Así que estos nuevos líderes están cargados de un capital simbólico importante en educación y honestidad. Es necesario que cese el saqueo y los ciudadanos vuelvan a una vida productiva que permita enderezar la economía. Es admirable como permanecemos aún luchando cuando hemos sido estrangulados con el congelamiento de los ingresos en una inflación brutal.

Weber nos muestra la importancia del carisma y destaca la importancia de las acciones de los individuos en la historia de las sociedades.  Enfatiza esta importancia durante procesos de cambios sociales. Si queremos volver a una democracia debemos comportarnos como demócratas, debemos acabar la dicotomía del discurso por un lado y la acción por otro. Ese carisma debe ser uno humanizador que puede con su potencia transformar, renovar y mejorar nuestra sociedad. Lo que Freud entendió como la sugestionabilidad y contagio de las masas. Un ambiente que sea el catalizador de los significados demócratas que los ciudadanos aun no los tienen concientizados, mucho menos verbalizados. Si nos conducimos en un ambiente amable, seremos también amables.