Hieronymais Bosch |
Cuando estamos más desconcertados y desorientados, sin guías reales para afrontar
una realidad brutal, sin un futuro despejado y con un tiempo detenido, llega el
Carnaval. Cuando estamos al borde de la desesperación que se siente cuando nada
parece posible, llega el Carnaval. El Carnaval una gran obra de teatro en la
que todos participamos para llevar a cabo rituales y hacer catarsis. Cambiamos
de disfraz y con nuevas vestimentas actuamos con mayor libertad y sin tanto
agobio por no perder la compostura. Ahora si podemos decir lo que sea, total
solo estamos representando un personaje que desaparecerá en una semana. No hay
honor, dignidad, lugar que cuidar, todos somos iguales en Carnaval.
No tenemos que preocuparnos de las reservas de agua, de las
fuentes de energía, de las leyes del mercado. Solo por poco días, tampoco es
grave por una semana porque en realidad igual después tampoco será problema
para nadie, solo que no podremos decirlo porque en ese otro escenario debemos
fingir que si contamos con estadistas competentes. Debemos tener fe, esperanza
y caridad, en fin debemos. En Carnaval no, estamos exentos de todo fingimiento.
Ideal es que pudiéramos exhibir con desparpajo nuestro desencanto bailando y
cantando en las calles pero somos fiesteros pero no incautos. En la calle puede
que una bala no disfrazada sino de verdad no nos deje disfrutar la Semana Santa
y las playas. Miquiti!!!! Tontos tampoco.
Escojamos bien el personaje que vamos a representar y
dejémoslo actuar libremente porque no va a afrontar ninguna consecuencias. Es
el mecanismo liberador de la catarsis que Aristóteles nos hablaba en su
Poética. Personajes hay muchos, tenemos los típicos y los que se han destacado.
Tenemos el iracundo, el descreído, el sarcástico, el mentiroso, el sádico, el
ladrón, el demagogo, el iluminado, psicópatas y locos por montón. Una amplia
gama, en este sentido tenemos los anaqueles bien surtidos. Vaya y escoja el
suyo, seamos creativos esa es la cura de nuestros males, reírnos mucho y hacer
como que nada es suficientemente importante como para tener una visión clara de
país y una estrategia posible para rescatarlo. Pero eso dejémoslo para cuando
nos recuerden que “polvo eres y en polvo te convertirás” siempre hay rituales agua
fiestas, eso que llamamos “pavosos”.
Pero díganme si no es lo mismo que venimos viviendo aunque
sabemos que todo el año no es carnaval. Estamos constantemente viendo como se
actúa con desparpajo sin sufrir consecuencias; los mandatarios roban, matan,
mienten y son unos disfraces permanentes. Reyes momos que provocan vergüenza en
la población que padece profundamente en un país donde nada funciona, una
población que batalla con una vida cada vez más precaria. Pero nada, el Rey
Momo, por elección en un aquelarre, decretó más días de serpentinas y máscaras.
Este Carnaval igual nos coloca un espejo enfrente, no para mostrarnos un
contraste sino para mostrar nuestro horror sin disfraz. En estén tiempo
detenido llega carnaval para despojarnos de un disfraz, para devolvernos el
rostro del trágico teatro que estamos
representando.
Podemos seguir adornando los hechos, creer que vamos bien y
que tenemos al Rey Momo acorralado. Podemos seguir creyendo como ciertos
nuestros deseos y haciendo catarsis con cada sanción que se le dicte a un enchufado.
Alegrarnos porque llegó el agua o porque hoy no me quitaron la electricidad. Creer
que nuestra libertad depende de la voluntad de un solo hombre que con hacer un
gesto borraría instantáneamente a los indeseables enquistados en Miraflores. Por
lo pronto y por una semana me disfrazaré con la magia de los deseos cumplidos en
los sueños, pero en una semana despierto con la conocida angustia de la lucha en
una difícil realidad. Al menos una semana, bienvenido Carnaval.