Oleg Oprisco |
El sufrimiento, las historias personales son muy importantes al querer analizar y comprender la radicalización que se asume cada vez de forma más generalizada. El sufrimiento de toda una población sometida a largos años de sometimientos, penurias y humillación, la sed de venganza y muerte comienza verse como “normal” en el deseo colectivo. Salidas negociadas, lentas, difíciles en las que se le ceda un rango humano al torturador producen un rechazo visceral que no permiten interrogaciones. Estas emociones, entendibles por cierto, dificultan poder alcanzar la meta colectivamente deseada. O se va a una guerra sin tener con qué o se cometen actos destemplados como los hemos padecido.
Otro factor contribuye a la tendencia radical que observamos en el mundo. Como bien señala Fernando Yurman, el mundo ha venido dejando atrás como inservibles las referencias que anteriormente frenaban, dosificaban o invitaban a reflexionar sobre los acontecimientos. Se observa un desprecio al pensamiento y a las personas que dedican su vida a indagar sobre los fenómenos y a entender sus causas y evolución. Estas personas no se lanzan a afirmar ni a opinar sin haber tomado un tiempo de estudio y lecturas. Una interesante película francesa “Los consejos de Alicia” enfoca precisamente este tema en defensa de la política cuando impera el populismo y la antipolítica. El alcalde de Lyon Paul Théraneau que dice haberse quedado sin ideas contrata a una joven intelectual Alice Heimann para que lo ayude a pensar. Una interesante y oportuna puesta en escena por los franceses como denuncia de un mundo nihilista que se ha entregado a prácticas destructivas sin reflexionar sobre sí misma.
En este orden de idea recomendaría también otra película “El Atentado” como en una misma casa, un matrimonio vuela por los aires por la radicalización suicida de la esposa. El médico que ejerce en un hospital en Tel Aviv se entera del atentado suicida perpetrado por su esposa atendiendo heridos y recogiendo muertos en un concurrido restaurant. Qué hace que, con una misma formación religiosa (ambos musulmanes), uno se decida por el trabajo y el honor de la academia y otra por volarse en un ataque suicida matando a inocentes civiles en Tel Aviv. La radicalización, se adoptan opiniones, puntos de vista e ideas, que desembocan en actos terroristas. Determinan las historias personales y la fragilidad psíquica. El mal, la destructividad que acompaña al hombre, a la que Freud le dio el nombre de “pulsión de muerte”. Esa oscuridad revestida de banalidad, que soterrada y cíclicamente observamos erupcionar con violencia aterradora. Esa que se está padeciendo en nuestro mundo actual. Perdemos el sentido humano de nuestro mundo y pasamos a despreciar al ser pensante.
Se desprecian las ideas y por lo tanto se desprecia la política, no se tiene conciencia que al dejar de hablar, de entendernos solo queda explotar bombas y pasar todos a configurarnos en atacantes suicidas. Lo vemos cada vez con mayor frecuencia en los ataques que suceden en los Estados Unidos en las Escuelas y sitios públicos, lo observamos en Europa en los atentados terroristas. Lo vemos en América Latina con sus explosiones sociales y sus tendencias destructivas, lo observamos en el desprecio que se tiene en nuestro país por las tímidas voces que comienzan a erigirse en favor de la conversación y el voto. Ya lo vimos, fracasaron todos los demás intentos, probemos entonces a organizarnos alrededor de las ideas, para ello hay que leer, investigar, aunque tengamos el tiempo corto y el desánimo nos arrope.