Hemos actuado convencidos y sin titubeos. Hemos vencido todo
tipo de obstáculos nuevamente, nada pudo detener a una población que decide su
destino. Un hecho histórico, un cambio en nuestra responsabilidad como ciudadanos
que ya no tiene vuelta atrás,
traspasamos la línea que impuso el opresor del automatismo esclavizante,
del pensamiento único, del miedo paralizante, del escepticismo derrocador.
Actuamos, nos hicimos presentes en un acto colectivo cívico ejemplar. Vencimos
nuevamente las trampas, las traiciones y ahora sí podemos afirmar en voz alta y
con orgullo que hicimos contacto con nosotros mismos, con nuestros valores y
nuestros derechos, los cuales no son negociables y no nos dejamos arrebatar.
Hacemos historia, esa historia que se puede narrar en tono épico, fechas
memorables y tiempo del pensamiento lúcido. Ese pensamiento que desde
Aristóteles y Platón es el encuentro feliz con nosotros en colectivo.
El bombardeo doctrinario al que fuimos sometidos por largos
años no trastocó el juicio de los ciudadanos, capaces de pensar con criterio
llegamos a formular las propias convicciones y no dudamos en dar un paso cuando
el tiempo y las circunstancias lo permitieron. Atrás quedó el miedo y la
imposibilidad, convencidos de que pase lo que pase estamos irremediablemente
condenados a vivir con notros mismos, y la vida es un infierno si se hace
imposible esa convivencia por haber decido actuar como espectros terroríficos.
Contrasta claramente estas dos posiciones en este nuestro momento límite.
Aquellos que construimos nuestra libertad con civismo y determinación y
aquellos que usando un poder efímero, siguen maltratando, mintiendo y
oprimiendo. Unos continuaremos una vida digna de ser trasmitida a las nuevas
generaciones y los otros escondidos de ellos mismos. Banales en sus maldades
porque lo que les estará prohibido es pensar.
Para que se cambien los valores y costumbres en una sociedad,
como pretendieron en la nuestra, es condición indispensable contar con una población
dubitativa, insegura, miedosa. Una sociedad perseguida por enemigos externos e
internos que le impida actuar y por lo tanto sea presa fácil de la sumisión.
Dudamos, claro que dudamos y es válido, si la nuestra contaba con las
herramientas internas para reaccionar. Ya lo tenemos y con orgullo podemos
decir que sí tenemos el coraje y la entereza para ser protagonistas y labrar
nuestro porvenir. Esa misma fuerza la tendremos para volver a construir al país
que los saqueadores dejaron en la ruina. Mucho por hacer pero será otra
historia menos triste. Adquirimos seguridad, la promesa demostrada disipa las
dudas y nos adueñamos nuevamente de nosotros mismos. Hoy amanecimos más
independientes, fortificados para continuar porque las vías aún están llenas de
obstáculos.
Vencimos esa imagen del perdedor, del indefenso, del
resentido como emoción paralizante. Dimos el paso al debate público en largas
colas martirizantes y las enfrentamos no con resignación sino con la alegría de
quien sabe cómo burlar las trampas y vencer, porque lo que lleva incrustada en
el alma es una certeza de tener la verdad consigo. Es el acto que una vez
realizado nos transforma en nuevos sujetos de otra historia inédita. Como lo
expresó Hannah Arendt nos encontramos en el espacio público donde la acción y
la comunicación se juntan. Tomamos nuestro espacio en el debate público. Aquí
estamos y no regresaremos hasta que los tiranos hayan desalojado y entremos los
ciudadanos por la puerta grande, la de la civilidad y no las armas. Pensamiento,
juicio y acción en la pluralidad son y serán nuestras invencibles herramientas.
La crueldad ha causado un mal tremendo en nuestra sociedad,
nos dejó heridas que a lo mejor no pueden ser suturadas y curadas jamás, las
conservaremos en la memoria y en un cuerpo social marcado por el sufrimiento.
Seremos sobrevivientes de una catástrofe que no debió ocurrir, pero que debemos
también pensar cómo fue posible esta tremenda irresponsabilidad de ciudadanos
sin la más mínima conciencia de la fragilidad de una democracia construida con
tanto dolor y esfuerzo. Relatar nuestra historia, contarla es esencial en la
comprensión de los eventos y en la memoria amplia de un colectivo que debe
cuestionar los mitos que lo marcan. Entre otros creernos inmunes a las tragedias
por ser un país fuerte y rico. Pues bien aquí estamos no tan ricos y recobrando
nuestras fuerzas mermadas. Educación para la responsabilidad como ciudadanos
era una de las tareas pendientes que ya comienza a impartir sus primeras
lecciones. Pensamiento crítico, autonomía personal, saber pensar y actuar en
concordancia es fundamental para una vida que valga la pena ser vivida.
Compromiso con nuestro momento histórico para evitar
catástrofes nuevamente es nuestro gran reto y lo estamos demostrando. Responsabilidad
de todos y no solo de los actores políticos de la oposición, que debemos
resaltar han estado a la altura de las circunstancias en momentos tan difíciles
y confusos. No han flejado a pesar de la incomprensión general que han tenido
que sufrir en algunos momentos, a pesar de que se han equivocado, la voluntad
de cambio no ha decaído y así llegamos a este tiempo de esperanza.
Después de esta ejemplar muestra de ciudadanía, hoy podemos
afirmar que estamos llevando a cabo los actos necesarios para una vida digna. Estamos
construyendo a una ciudadanía crítica que no vuelva a ser vulnerable a
totalitarismos.