Georgy Kurasov |
Desde cada balcón pareciera escucharse los gritos
desesperados. Empezamos a tener las reacciones esperables de las personas
sometidas a largos años de maltrato. Nada de lo que hacemos tiene los efectos deseados,
solo se observan acciones desesperadas, es que ya no se sabe cómo actuar.
Desaliento, pérdida de confianza de uno con otros y sobre todo con uno mismo,
todo hiere más de la cuenta y cada quien expresa su desespero con
características particulares produciendo irritación a los demás. Ser demasiado
uno mismo es molesto hasta para quien carga con tan pesado bulto sin envolturas
ni adornos. Una vez más perdimos el control y nos transformamos en seres
desconfiados e intolerantes. Juzgamos rápidamente así como somos acusados por todo.
Las culpas se expulsan y las responsabilidades no se asumen. Cada quien en su
lugar y sus funciones específicas ya es un orden diluido, no existe. Ante los
terribles errores cometidos no se oye sino un “entonces hazlo tú” No es así, no
se puede actuar desde cualquier lugar. Ahora bien tenemos que saber que solo
actuando lograremos lo esperado.
Somos víctimas de abusos constantes y despiadados. Por ello
cuando nos visitan comenzamos con desespero a hacer peticiones de cualquier
índole que pueden causar hilaridad sino proveyeran de voces desgarradas. Cada
quien con su dolor y todos con un duelo imposible de tramitar. Unos con mucho
odio intentando poner un límite a la crueldad del déspota, mecanismo que no
funciona, el odio queda dominando a un sujeto pulverizado. Se generaliza y se
acrecienta en la medida que cada evento muestra su fracaso. Cuando el verdugo
no reconoce su crueldad ésta recae sobre un sujeto que se maltrata. Capturados
sin voluntad propia a un sacrificio en una secta diabólica a la que no pedimos
pertenecer. Tiempos de oscuridad que nos señalaba Hannah Arendt cada vez menos
raros en el mundo que suponíamos civilizado. Gobiernos despóticos y
totalitarios.
Un desorden generalizado, un desorden hecho cultura y es
precisamente cuando el pensamiento no puede permanecer marginal o desaparecido.
Vaya aprendizaje que nos tocó en mala hora experimentar, pero si nos mantenemos
inactivos y sin procesar las experiencias y sus resultados estaremos vencidos.
La imaginación puede ser una gran aliada, nos permite perspectiva. Sería, creo
yo, demasiado pedir tomar distancia a lo que permanecemos sufriendo las
calamidades diarias. Pero tienen que hacerlo los políticos de vanguardia esa es
su función y ese su lugar escogido. Responsabilidad y alturas en sus cargos es
una muy válida demanda, dejen de balbucear lugares comunes y dejen la llantina
y ambigüedades propias del que anda perdido.
Actuar y mantener un discurso coherente y sostenido es lo que
proporciona un modo de ser y un carácter, la vía para establecer vínculos entre
los seres humanos. La acción, actividad que Hannah Arendt privilegió en la vida
pública “Mediante la acción y el discurso, los hombres muestran quiénes son,
revelan su única y personal identidad y hacen su aparición en el mundo humano”
Es la forma de sostener la capacidad de escucha, de llegar a concesos. Sin esa
tenacidad de los argumentos y claros caminos de acción no es posible ser
exitoso en una empresa común. Y eso falta en nuestro país de allí nuestro
fracaso. La tenacidad y persistencia en las convicciones revelan lo que es un
hombre. No hay amoríos ni actos de fe para creer en un líder, no hay seres
milagrosos y no es el voluntarismo de un “porque yo lo digo”. Solo contamos con
la razón, los argumentos, la estrategia y determinación. Hay que hacerse cargo
del tiempo que vivimos, para Lefort en ello radica la comprensión. Y estos
rasgos escasean en el país. Tenemos muy limitadas nuestra capacidad narrativa
para cimentar un movimiento colectivo coherente y persistente. Ya hemos aprendido
que esto no es cuestión de euforias trimestrales para saltar improvisadamente a
otros escenarios lejanos. Ya la población, con razón, perdió una inocencia más
y transita descreída e indignada. Muchas herramientas esenciales escasean en
nuestro entorno. Siempre es posible iniciar algo nuevo si nos guía la razón y
el buen sentido.