Dillon Samuelson |
En su muy celebrado libro “De animales a dioses. Breve historia de la humanidad” Yuval Noah Harari expone su muy interesante tesis que podemos resumir con la siguiente premisa “lo que diferencia al hombre del mono es que el hombre cree en mitos colectivos”. En nuestra inevitable vida en comunidad para ejercer tareas comunes necesitamos de los mitos que cohesionen. Un mito, una ficción, creencias que nos unan y obliguen a pactar y por los cuales nos sintamos partes de una colectividad, de una nación. Estos mitos compartidos nos permiten reconocernos y comprender el por qué actuamos de la forma como lo hacemos. Mientras no nos extrañemos de nosotros mismos es porque todavía hay cemento de identidad. El problema y enredo comienzan cuando esos mitos van perdiendo fuerza, comenzamos a desconocernos. Es lo que sucede con las brechas generacionales, pero se trata de una extrañeza más radical.
Algo de eso nos está ocurriendo en este momento, un régimen autocrático sabe que acabar con las fortalezas de una sociedad es esencial para su fin de hegemonía y dominación. Ha sido mucho tiempo que han minado las creencias más fundamentales. Cuantas veces nos hemos preguntado por qué la gente no reacciona como esperábamos y cuantas veces nos hemos extrañados de conductas barbáricas que no nos resultan familiares. Un gran mito cuasi religioso nos cayó como un manto oscuro y desde entonces se nos ha puesto cada vez mas oscuro el ambiente. Se bajaron las pesadas persianas y ya nada vemos con claridad. Sentimos temor porque esta invasión en realidad era desconocida y sus mitos y creencias no se ajustan a una realidad que creíamos irreversible. Hoy nos maltratan, gritan, ordenan y con una sumisión inesperada respondemos.
Estamos haciendo un gran esfuerzo para volver a construir nuestra realidad y podernos contar los cuentos compartidos, pero mientras intentamos levantar cabeza siempre hay alguien que está presto a mandarnos un mandarriazo. Estamos tratando de salir de un pantano, no pretenderán que salgamos limpios y perfumados. El mundo cambia en todo sentido, observamos grandes avances en los campos económicos, sociales y tecnológicos y nosotros seguimos viviendo alrededor de una llave por la que no sale agua y de un interruptor que no prende la luz. De conseguir rebajas para poder comer o vivir de la caridad y limosnas recibidas. ¿Ese es nuestro país? Cuesta creerlo. Somos un grupo social que solo tiene en común el territorio que ocupa, pero creyendo que aun vociferando y agarrando pataletas obtenemos respeto o miedo de los otros. Muriendo y arrogantes. La realidad siempre se ocupa de bajarnos los humos, pero los mitos que sostenemos de heroicidad terminan de ganarnos con algún personaje que destaca en sus delirios, lo real que siempre acecha. Cuando lo real gana notoriedad está reclamando por la simbología.
Este grupo arcaico, bárbaro que se apoderó del país dice defender algunos mitos que solo los tienen como presentables porque la realidad es impresentable. Disfraces de justicia social cuando en realidad acabaron con la justicia y la equidad. No es exagerado afirmar que fuimos invadidos por un grupo de personas adoctrinadas por economías fracasadas con mitos medievales. Tarde o temprano volveremos a nuestras costumbres occidentales, es nuestro destino a alcanzar ahora con mayor experiencia. Construir nuevamente las Universidades que nos integren a un mundo competitivo por la inteligencia y el conocimiento. De la ignorancia y de la maldad se tiene una responsabilidad ética porque causan estragos, destrucción y muerte.
Ahora me voy a descansar hasta setiembre, pero siempre pendiente del acontecer diario. Gracias de verdad por sus comentarios que me han ayudado a persistir.