Picasso |
¿De dónde proviene esa sensación de irrealidad que nos
embarga en este profundo drama? Cada suceso de la turbulenta vida pública que
presenciamos nos hace exclamar ¡de qué se trata esto! ¡No lo puedo creer! ¡Qué
está pasando! Para dejarnos sumergidos en oscuridades más profundas. Algunos
más dados a buscar explicaciones pueden pasar días sumergidos en profundas
cavilaciones. También los hay, para que negarlo, los que representan el “te lo
dije” “yo lo sabía” “a mí nadie me engaña”. Pero con ello no queda respondida la
interrogante principal de mis extrañamientos. ¿Por qué todo parece falso? Se
recibe como un montaje mal puesto en escena de un guión que narra una intriga y
algunos personajes que deberían estar al servicio de develar su misterio. El
escenario nos presenta a personajes sin vida propia, sin una personalidad bien
definida, sin sentimientos, sin historia y por lo tanto sin continuidad. Hay
una intriga es cierto pero sin misterio.
La intriga consiste en la necesidad de develar y neutralizar
los juegos de poder, encontrar los mecanismos para poder resolver una tragedia
colectiva. Aparecen algunas figuras que en la medida que se acercan a la
guarida de los ladrones parecieran desvanecerse y quedar solo un revestimiento
externo de ropa y carne con su apariencia, nada de los rasgos iniciales pueden
ser encontrados nuevamente. ¿Qué eran entonces? espectros, fantasmas,
farsantes, impostores o simplemente personajes de un mundo líquido como lo
describió Bauman. ¿Son los efectos de la posverdad tan en boga que nos hacen
vivir en mundo de apariencias, en un como si? Todo tan superfluo, tan insípido
y a la vez tan trágico que se pierde hasta la emoción del misterio. Es que no
hay misterio, por ello el público de galería que por desgracia nos encontramos
dentro de la obra, resolvemos este tedio mortal con el rápido y superficial
“son todos unos vendidos”. Me comienza a parecer algo peor que eso, no es que
sean unos vendidos es que, simplemente, no son.
Rodrigo Londoño Echeverri en una declaración reciente afirmó
que “esa no son las FARC a las que yo ingresé. Las guerras van teniendo una
dinámica que incluso se salen de las manos de sus protagonistas” palabras que
muy bien podemos tomarlas para darle ciertos visos de realidad a nuestra
locura. Esta guerra que libramos se salió de las manos de estos frágiles
protagonistas y está por cuenta propia, sin ley ni lógica, destruyendo,
saqueando, devorando. Se puede afirmar con Pérez Reverte que en estos tiempos
no interesa la virtud en el sentido romano “es decir, de nobleza de espíritu y
de actitud elegante ante la vida, de dignidad y de coraje personales” Estamos
en una constante burla a la virtud. Inclinados a ridiculizar a las personas
nobles, a maltratar al que no es mediocre. No somos los que decimos ser
aparentamos lo que no es posible ser. Ningún político venezolano es Mandela, así
que no juegue a una moralidad falsa y no se compare con un personaje de otro
tiempo, otra cultura, otras circunstancias. A mí lo que me interesa es saber quién
es Ud. y sus rasgos se me esconden, se diluyen, no me son posibles de
aprehender. No los veo definidos.
Estamos pobremente dotados para comprender realmente la
complejidad del mundo real, así que nos volcamos por la comprensión de una
verdad subjetiva. Pero cuando nos encontramos un mundo subjetivo empobrecido,
casi inexistente nos quedan pocos asideros para reclamar objetividad. Pero
sigue la realidad golpeando y es aquí donde estamos sumergidos, en el hambre,
la enfermedad, el desamparo mientras se explaya la falsedad y la tramposa
representación. Las historias siempre provocan algo, despiertan emociones, la
que vivimos solo invita a la rabia y se generaliza hacia todo actor político.
Es imposible tratar de llamar a la calma desde posiciones sensatas. La burla de
la que somos objeto no lo permite. La vida humana pierde todo significado,
mientras se miente y se irrespeta todo simbolismo. Personajes simplones que
parecen confeccionados de cartón piedra a cargo de nuestra liberación. No sé
qué negocian, no puedo imaginarlo porque no sé quiénes son y qué ideas
representan.
Desapareció la simbología y se apoderó del escenario público
lo vulgar y lo ramplón. Una puesta en escena que no intriga, no esconde
misterios, no hay nada que descifrar. Se aparenta, no se es.