En Venezuela estamos viviendo lo que se podría identificar
como “la hora loca”. Nada es fácilmente interpretable, los mensajes no son
ciertos, no hay información por los medios de comunicación, lo que oficialmente
se declara no es creíble, cualquier expresión de personas desesperadas es
mitificada y subida a los altares. Las personas son asesinadas en las calles y
el tirano baila en una tarima. Los videntes predicen sin darse cuenta que se
contradicen con lo dicho anteriormente. En lo que comienza a caer la noche todo
se alborota mucho más y si se tiene la mala costumbre de apagar el celular
temprano, al prenderlo en la mañana uno puede quedar aterrado antes del café.
La gente no duerme esperando oír que el tirano huyó. Voceros oficiales salen
por las redes de madrugada en escenarios clandestinos a recordar que Maduro es
el presidente. En fin que todo es confuso, que todo es extraño, “que no vuelvo
más” parafraseando a Joaquín Sabina en una canción sobre Cuba.
Lo que si es cierto, lo que no confunde es el inmenso valor
del venezolano por liberarse de esta locura. Hay una clara e irrevocable
determinación y eso (creo yo, nunca se sabe) no lo para nadie. Los demonios se
desataron y por supuesto que hay muchas variables que quedan sin control. Que
los círculos paramilitares los controla el gobierno no hay la menor duda.
Pero también hay mucho delincuente haciendo
su agosto sin que nadie los controle, simplemente se aprovechan de un país sin
gobierno. El gobiernucho solo tiene capacidad, en este momento, para tirar
bombas lacrimógenas y matar a muchachos indefensos en las calles por el crimen
de reclamar su libertad. Nunca han sido eficientes para nada pero muestran
cierta experticia en reprimir, torturar, amenazar y callar a los medios de
comunicación. Si algún canal internacional se le ocurre pasar información sobre
Venezuela, en seguida las cableras lo retiran de las trillas, en una clara
estafa al usuario que es quien paga y para nada barato. En fin unos por
delincuentes y otros porque los intereses corporativos prevalecen, a los que
permanecemos en este país nos dejan enloquecer progresivamente, a las buenas de
Dios. Claras demostraciones estamos dando.
Pues aquí estamos, dando la batalla y si a alguien se le
ocurra llamarnos cobardes tendrán que vérselas con nuestra locura porque en
estos momentos no estamos ni muy tolerantes ni muy comprensivos. Estamos indignados.
Avisado entonces queda el insultador de oficio que tampoco falta. Nos bañamos
en el Guaire para lavar nuestras vidas de una suciedad peor; nos desnudamos en
la calle para mostrar cómo se pasa hambre y con una biblia le podemos dar en la
cabeza a un robocop. Puede una señora mayor hacer retroceder a una tanqueta con
solo pararse delante, ¿cómo entonces no vamos a insultar a quien nos llame
cobarde? cuidadito pues. Ciudadanos pasando sus horas de locura con una sola
certeza que de este tiranucho nos libramos. Pero eso si no sabemos cuándo.
Algunos dicen que es rápido y otros sentencian que será largo, ojala Dios nos
premie con la primera opción, pero quien sabe, los designios de Dios también
son inescrutables.
Nos estamos liberando porque nos arrebataron nuestras
libertades políticas. Porque tenemos mucho tiempo pasando hambre y sin ninguna
clase de protección; nos estamos liberando de las miserias a las que nos
condenaron. Como lo especificó Hannah Arendt “la liberación es probablemente la
condición necesaria para que se dé la libertad” Después tendremos la tarea de
proporcionarnos un Estado de Bienestar y volver a la cordura. Pero ahora
vivamos nuestra hora loca con cierta precaución porque todos somos necesarios
para la reconstrucción. Por los momentos pensemos en ese futuro, el que estamos
conquistando. Es como llegar a casa después de una pasional, peligrosa y
responsable aventura para encontrar normalidad en la familia. Hijos en las
escuelas y en los parques, el trabajo edificante, seguridad en las calles,
automercados con productos y medicinas en las farmacias. ¿Un país normal? es
difícil imaginarlo, supongo nos iremos acostumbrando lentamente, espero. Eso si
después que celebremos por todo lo alto nuestra liberación; después que hayamos
soñado con la justicia necesaria para todos esto matones de barrio. Muchos santos
vivieron sus largas horas de locuras antes de entrar en el corset de la
cordura. Pero no hay que adelantarnos de aquí a allá veremos muchas cosas y
viviremos muchas angustias, apenas comenzamos.
Nuestra hora loca comenzó precisamente el día de la libertad
porque como dice Trino Márquez “El 19-A dejó en ridículo otra vez
al disparatado combo que acompaña a Maduro. El coraje y el entusiasmo
desbordante de los jóvenes, las mujeres, los hombres y ancianos que salieron de
sus casas, no era porque portaban un fusil al hombre con el cual matarían a un
contrincante, sino porque están convencidos de que la recuperación de la
democracia y la reconstrucción nacional contará con ellos, que se quedaron en
Venezuela defendiéndola del pillaje y protegiendo los espacios de
libertad que quedan” eso somos los venezolanos decididos y convencidos porque, después
de todo, como que somos bastante razonables aun entregados a nuestra hora loca.