Josef Kote |
Aspiramos en nuestras vidas a transitarla con libertad, a sentirnos que cada uno de nuestros actos puedan ser escogencias íntimas y personales dentro de una gama de posibilidades. Nos guía en estas escogencias solo una postura firme y decidida de nuestros compromisos con los otros a quienes queremos y a quienes nos debemos. Pero al mismo tiempo nos guía una convicción de lo que somos y de lo que deseamos como producto de haber ido tanteando en nuestra historia los gustos e inclinaciones en las que quedamos prendidos. Tenemos siempre una singularidad y una particularidad que nos conmina a manifestarnos desde ese rincón de nuestra existencia, vertiendo al mundo nuestros actos creativos, quizás como un homenaje a la existencia. Podríamos esperar que del conjunto de actos humanos surgidos de la satisfacción por el quehacer gratificante tuviéramos un entorno amable. Pero no ha sido así, los terribles errores colectivos nos han llevado, más bien, a un mundo hostil y esta constatación produce un desbastador desasosiego.
Hemos aprendido que para recobrar la libertad tenemos, de forma táctica, que renunciar a ella. En estas elecciones, lo digo una vez más, no estamos eligiendo estamos rechazando. Es un paso importante que, por fin, se haya acordado apoyar a un candidato que nos servirá como posibilidad de contabilizar ese No que pronuncian los ciudadanos ya desesperados. No, no es una persona conocida y tendrá que comenzar a darse a conocer en el poco tiempo que le queda. Pero, por los momentos, tenemos ese No, tenemos esa posibilidad que podremos utilizar de forma democrática. Si nos dejan, porque de un gobierno autoritario que se salta las leyes, que no acata normas se puede esperar cualquier trampa. No podemos saber cuales son los arponazos que nos lanzarán, solo esperamos poder responder oportuna y acertadamente a ellos. Por los momentos La candidatura de Edmundo Gonzales simboliza un desafío directo al control y las políticas del actual régimen venezolano
Hemos perdido confianza heridos por tanta historia fallida y aventurera. Con ello perdimos también tranquilidad y seguridad. Pérdida de libertad que se manifiesta principalmente en saber que sólo tenemos una posibilidad para elegir, un solo acto que posibilite una convivencia más armoniosa, mientras tanto permanecemos con esa desagradable sensación de no tener la seguridad en nuestras decisiones, de poder equivocarnos, de ser engañados. Cuando la oportunidad se presenta, y solo de vez en cuando, vivimos con la angustia de poder nuevamente ser burlados. Acto colectivo en el que dependemos de la decisión de otros. No se puede en las decisiones colectivas tomar la determinación que en su angustia manifestó Pessoa “reducir las necesidades al mínimo, para no depender de los demás”.
Y si acordamos con Yuval Noah Harari que “En la vida de hoy, el mundo sólo pertenece a los estúpidos, a los insensibles y a los agitados. El derecho a vivir y a triunfar se conquista hoy con los mismos procedimientos con que se conquista el internamiento en un manicomio: la incapacidad de pensar, la amoralidad y la hiperexcitación”, estaríamos peleando en contra de una tendencia, en contra de la resignación de dejarle nuestro mundo a los incapacitados y amorales. Veríamos con toda claridad el tamaño del esfuerzo y la intención. Una oportunidad en la que nos restringieron nuestros derechos de forma descarada, pero que no nos resulta válido dejarla pasar y quedar maltratados sin remedio por otro largo e insufrible período.
Llegar a una intención de unidad es un paso importante, digno de elogio y reconocimiento porque sabemos las aspiraciones y protagonismos que se tuvieron que doblegar. En la batalla por la sobrevivencia está lo importante. En las pequeñas rebeldías a las que no se hace publicidad. Cuidemos nuestros deseos y nuestros miedos en un ambiente que no pierda la estética de un verdadero encuentro.