Horst, Niklas y al fondo Sands |
La pesada carga de vida que legó el nazismo en sus descendientes es lo que transmite el conmovedor documental de David Evans 2015. Un abogado judío internacional de los derechos humanos, Phillipe Sands reúne a Niklas Frank y Horst von Wächter en una confrontación de las actitudes asumidas por cada quien para poder continuar sus vidas. Son hijos de dos figuras de alto rango nazi, Hans Frank y Otto von Wächter. Frank reconocido como “el carnicero de Polonia” fue hallado culpable en el juicio de Núremberg por el asesinato de cuatro millones de judíos y polacos, fue condenado a la horca y ejecutado el 16 de Octubre de 1946. Wächter fue el director del sistema del transporte hacia los campos de concentración. También estaba a cargo de la policía del régimen para el sector que hoy corresponde a la ciudad de Lviv en Ucrania, donde en 1941 fueron quemadas sinagogas y asesinados alrededor de 3500 judíos, incluyendo a la familia de Sands. Wächter pudo esconderse y huir por lo que nunca fue juzgado y condenado. Vivió amparado por el Vaticano hasta que murió en 1949.
Contrasta de forma muy marcada la
valoración e imagen que tienen de sus padres, pero se puede observar con
claridad como los dos, de distinta forma, quedaron irremediablemente marcados
por tan terrible historia. Niklas perseguido por un odio al padre asesino y
Horst tratando de no ver lo obvio para así poder justificar a su padre. Los dos
caminan por la vida con una fragilidad que se revela en sus posturas defensivas,
las cuales protegen contra cualquier posibilidad de quiebre. El documental que
es realizado de una forma muy elegante sin ninguna pretensión de drama,
trasmite una angustia por estos dos seres cuya misión es expiar una culpa por
actos que no cometieron. Una terrible deuda que jamás podrá ser saldada.
Victimas también de este oscuro episodio de la humanidad en los que se
desataron todos los demonios y que sigue persiguiendo a la humanidad setenta
años después de sucedido. Generaciones marcadas de una u otra forma por
horribles fantasmas.
Niklas desprecia a su padre, no
recuerda de él sino un solo gesto amoroso cuando de niño lo único que deseaba
era ser querido y reconocido por su progenitor. Lleva con él constantemente una
foto de su padre muerto “para cerciorarse de que realmente está muerto” Relata
que su madre quien quería divorciarse de aquel hombre le fue prohibida la
separación por el propio Hitler. Ante la pregunta de Sands de por qué le hizo
caso a Hitler, Niklas responde que su padre lo amaba más que a su familia.
Niklas no ha cesado de escribir y recorrer su país dando charlas sobre el
Holocausto en un intento, que no termina, por expiar sus culpas y evitar que se
repita. Condena sin miramiento a este terrible criminal, un padre tirano y
cruel que atormentó también a su madre negándole el divorcio. Escribe en su
libro “Me masturbaba cada año la noche del 16 de octubre porque ese día en 1946
ejecutaron a mi padre [Hans Frank] en los juicios de Núremberg. Imaginaba sus
últimas horas en la celda, la llegada de los guardas, el trayecto hacia la
horca y su muerte; justo entonces alcanzaba el orgasmo" El padre tirano muerto
que permite el goce del hijo. Ha sido junto a Martin Bormann, hijo del
secretario de Hitler, uno de los pocos descendientes directos de nazis que han
denunciado con tanto empeño los crímenes de sus padres. La más importante
misión ha sido la de tratar de evitar que los jóvenes se unan a grupos
neonazis.
Horst, por el contrario trata por
todos los medios y buscando desesperadamente en cada rincón argumentos que
salven a su padre a quien considera un “hombre decente” Su argumentación
circula entre dos grandes componentes, “no podía hacer otra cosa pertenecía al
Sistema” y “eso a mí no me consta, no está escrito” No hay pruebas que le
muestren la culpabilidad de su padre que él no refute de esa manera. Conserva
una actitud tranquila, oye con serenidad y se da tiempo para responder rechazando
todo viso de culpabilidad, “Si mi padre hubiese ido a Núremberg, lo hubiesen
declarado inocente” afirma con convicción. Durante la película tanto Sands como
Niklas se desesperan con este hombre inconmovible que se mantiene con una
frágil postura ante la imposibilidad de admitir ser hijo de un asesino. Niklas
le dice “tú me caes bien pero detesto tus ideas” mientras Horst con voz hasta
tierna le dice “Niklas en mi opinión tu vida está anulada por el recuerdo de tu
padre” Recuerda un hogar grato, a un padre amoroso y una infancia feliz. En la
Sinagoga que fue quemada por órdenes de su padre y que frecuentaba la familia
de Sands manifiesta “veo esta sinagoga maravillosa llena de gente otra vez en
el futuro. No hay que quedarse detenido en la historia”
Un documental de una riqueza inconmensurable
en cuanto da testimonio de una difícil historia de dos seres que tuvieron la desgracia
de ser hijos de asesinos. Dos seres que tratan de apaciguar sus tormentos experimentando
que con la palabra no todo puede ser tramitado, que siempre se escapa el horror
que permea incluso los momentos felices, no todo puede ser significado. Niklas
relata que ahora que tiene tres nietos maravillosos de tres, cinco y siete años
viéndolos recuerda tantos niños muertos o abandonados por culpa de su padre y
esa imagen lo hace detestarlo más. No hay padre, hay una invención que cada
quien se hace de la figura paterna y más de estos tan signados por actos
crueles. Tanto Niklas como Horst conformaron su familia y viven sosteniendo sus
precarios equilibrios. Niklas mirando de forma descarnada un real sin tiempo ni
lugar. Horst volteando para otro lado y esperando que la historia y la vida
borren estos recuerdos. Dramático contraste entre estos dos hombres buenos marcados
por el horror y la muerte.
What our fathers did: A Nazi Legacy (Netflix)
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