15 de septiembre de 2020

Justos con nosotros y con la naturaleza

  


Vivir sin miedos sería la esencia de lo que perseguimos con tanto anhelo, indispensable para poder enfrentar los desafíos a los que constantemente nos reta la vida. Se supone que la civilización ha llegado a acuerdos casi universales de evitar las guerras y resolver los antagonismos a través del diálogo y la negociación. Sin embargo en el mundo que queríamos sin las amenazas de las bombas y balas se vive cada vez con más miedos. El ser humano posee una fuerte sensación de desamparo, ya no confía en un Estado que se le ha tornado, más bien, en uno amenazante. No tiene como protección las leyes para mantener a raya al transgresor, las legislaciones parecen estar al servicio  del opresor de turno quienes se muestran cada vez más ávidos de los poderes y de la vida de los otros. La crueldad humana se manifiesta en todo su horror porque los diques de contención perdieron eficacia. “Observamos una vida obligada de confinamiento y miedos” como nos señala Carlos Eduardo Maldonado.

Por otro lado una naturaleza que ha sido irrespetada y utilizada al antojo de cualquier depredador muestra su fuerza rebelde cada vez que la obligan las leyes naturales. El hombre no obedece las leyes, la naturaleza no puede dejar de comportarse según la determinación que la rige y es constante;  la Ciencia no se equivoca aunque nuestra prepotencia no nos permita oírla. Cómo no estar aterrados en un país donde todo, absolutamente todo, es desatendido y violado. Nos amenazan los otros seres humanos y nos amenaza una naturaleza irrespetada. No fue suficiente para nuestro horror y toma de conciencia el fenómeno que ocurrió en Vargas hace ya 21 años. Ahora después de 33 años se vuelve a desbordar el río El Limón en Maracay con su consiguiente tragedia. Esta vez no hubo pérdidas de vidas humanas (al menos eso reportan) pero si multitud de damnificados, familias que perdieron sus pertenencias porque se las llevó el río o los pillos.

Llueve y tenemos el alma en vilo, como la tenemos por la violación de las seguridades en un llamado a votar para elegir a los nuevos diputados. La Asamblea Nacional, una institución que fue recuperada, con el esfuerzo de todos, para más tarde ser torpedeada en su operatividad por los delincuentes que se hicieron del poder. Ahora, no conformes, también demandan nuestra voluntad, nos quieren sometidos. Aterrados por igual ante una naturaleza que reclama su equilibrio y seres humanos dedicados a desequilibrarnos. Sí, tenemos un gran dilema al que nos enfrentaron los que sí conocen de mecanismos de sometimiento y de trampas. Se justifica el miedo que sentimos pero no por ello debemos dejarnos dominar por su efecto paralizador. Es un arma muy poderosa de todo autoritarismo que lo usa a su favor. Solo el hombre tiene la capacidad de estructurar el miedo y manipularlo haciendo de su entorno uno amable y seguro. Maximiliano Korstanje advierte que “Cada sociedad teme por diferentes cuestiones ya que sus organizaciones culturales difieren. Empero, en algún punto, el miedo, por medio de la construcción de lo que la inseguridad representa, permite el pasaje de la democracia a la dictadura”.

Aunque nosotros vendimos nuestra democracia a una dictadura porque estábamos más preocupados por la banalidad que por cuestionar dogmatismos. Vivíamos con desparpajo; no fue precisamente el miedo por el que se dejaron cautivar los que sucumbieron. Pero sería por miedo y desconcierto (no saber qué hacer) el entregarnos ahora a un totalitarismo sin mostrar resistencia y dar la pelea, -principal responsabilidad de los dirigentes políticos-. Cuando hay miedo la política se desdibuja y da lugar al autoritarismo, sostenían Hannah Arendt y Hobbes,  de allí al totalitarismo solo hay grados de sometimientos a poblaciones aterradas. Estamos huérfanos y todo nos amenaza, por ello nuestra batalla debe ser con nosotros mismos, hacer del miedo y de la rabia la construcción de la adecuada política para rescatar y reconstruir a este maltratado país. El hombre es el único capaz de actos creativos y por lo tanto de convertir las fuerzas naturales desbastadoras en bellas piezas de paisajes urbanos y en sociedades armoniosas y justas. Justos con nosotros y justos con la naturaleza para vivir justamente en armonía.

1 comentario:

  1. Buenas tardes Marina. Ciertamente el miedo; y hasta el terror, se instaló en la sociedad y sus miembros.


    Entender el miedo es similar a aceptar una patología : si no se admite, mal puede luchar contra ella

    Interesante y oportuno artículo

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