26 de noviembre de 2019

2019 año de los múltiples equívocos

Henry Matisse


Lamentablemente termina el año con la disolución de la oposición venezolana. No contamos con ninguna organización que lidere las estrategias adecuadas para poder ponerle término a esta pesadilla que vivimos. Ansiosos de comenzar a reconstruir el país que nos destruyeron nos hemos refugiado en fantasías liberadoras sin ningún resultado en la realidad. Este año nos enfrentó con la mayor desilusión sufrida desde que libremente escogimos nuestra esclavitud. Nos fue muy fácil dar un paso mortal pero nos ha sido imposible el salto estratégico político para volver a encauzarnos por la vía democrática. Si, terminamos el año sin organización política de oposición, sin objetivos, sin estrategias y dando tumbos como nunca.

Pareciera que nuestra gran pasión fuera tener momentos de exaltación desbordadas anunciando falsas expectativas. Se hace necesario que nos observemos con cierto detenimiento y sentido crítico, es necesario que no nos mintamos en nuestros desaciertos. Comienza el año con la grandiosa epopeya del presidente de la Asamblea juramentándose como presidente. Acto que exaltó hasta el paroxismo a las masas que aplaudieron desbordadas de entusiasmo. Mientras los diputados que lo acompañaban en tarima se veían asombrados, asustados. Difícil saber si Guaidó los sorprendió, si fue algo que se había programado en silencio en el partido liderado por Leopoldo López; lo que si conocemos es que la población lo quería y se les concedió. Por supuesto, el nuevo líder comienza sus momentos de gloria y los ciudadanos muestran un talante esperanzado. Teníamos nuevo presidente encargado y una ruta estratégica en tres pasos no negociables ni cuestionables: Cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.

Se comienza a transitar una ruta donde se muestra un poder que nunca se tuvo, la seguridad de una fractura dentro de las fuerzas armadas que nunca se concretó y un despliegue improvisados de actos cada vez más osados y erróneos hasta rozar las fronteras peligrosas de lo grotesco, cruel y ridículo. La entrega fracasada de la ayuda humanitaria, convocatorias a la rebelión en el asfalto que costó unas cuantas víctimas más para el aumento de nuestro dolor y duelo, heridos, muertes y pobreza crítica. Se hundió al país cada vez más en una demostración de fortaleza armada por parte del dictador, el cual, por supuesto, siguió usurpando el lugar del presidente con más desfachatez e indecencia. Para no perder la fuerza con la que se había revestido al líder opositor, se ingeniaron en exhibir un nuevo acto vistoso, espectacular, digno de grandes epopeyas inéditas.

Así llegamos al 30 de abril y el show en la Carlota que madrugó a la ciudadanía con expresiones de alborozo por la libertad recobrada. Por supuesto abundaron las abultadas expectativas, las noticias falsas y el preso político emblema de la oposición, Leopoldo López, en la calle al lado de Guaidó. No había duda por fin se había logrado el fin de la usurpación. No tardamos mucho en comprender que no se había logrado nada y que el país continuaría su camino destructivo en manos de bandidos saqueadores. Constituyó ese día la estocada final a toda credibilidad en aquello del “vamos bien” que poco a poco fue desapareciendo como eslogan del momento. Explicaciones de lo que pasó ese día fueron pocas y todas sin la seriedad y el respeto que los lideres le deben a la ciudadanía. Me parece que fue la más clara demostración de la ruptura en la comunicación de los líderes políticos y los ciudadanos. Con ello se acabó la política de la oposición, se acabó toda organización para enfrentar a verdaderos estrategas de la maldad. Como dice Fernando Mires “El problema no es por tanto que la dirigencia haya cometido uno u otro error. El problema es que toda la estrategia diseñada desde enero del 2019 hasta ahora, ha sido un gran error”.

Este año hay mucho por lo que lamentarse y poco que celebrar. Mucho en lo que hay que pensar y rectificar, aunque no atisbo a vislumbrar nuevas ideas, ni reflexiones interesantes que inviten a pensar. Nos quedamos sin símbolos, nos quedamos más huérfanos que nunca, fue mucho nadar para terminar exhaustos tirados en una playa desierta. Solo quisiera que despertemos el año que viene esbozando una estrategia política coherente y viable y dejemos todos estos desaciertos atrás. Alguna forma tenemos que encontrar pero antes tendremos que separarnos de tanto líder desacertado. Estos líderes improvisados y fracasados deberían abandonar el escenario público y prepararse en las áreas de su competencia para que colaboren en la reconstrucción de Venezuela cuando estemos preparados.

Como decía un primo en son de chanza cuando jugábamos dominó “para donde quiera que mi vista torne todo es tristeza y desolación”. Así estoy viendo nuestra situación y con estas palabras un poco aguafiestas me despido hasta el año que viene, no sin desearles de todo corazón felices fiestas y ánimo para las tareas que debemos enfrentar. Un gran abrazo y mucho cariño a mis queridos lectores.

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