21 de mayo de 2019

En una sola actuación sin textura

Claude Monet


Los acontecimientos se precipitan, el tiempo se aceleró más de lo usual en tiempos de velocidad. Nos asaltan con furia emociones que hieren, no hay tiempo para sanar, reposar. Solo se actúa reactivamente, se grita, no se escucha. Si la realidad nos maltrata nos unimos a la comparsa cruel y nosotros mismos nos maltratamos. No pensamos, no hay tiempo para el símbolo, la palabras se escupen, no se escogen solo brotan. O quizás ya no podemos, estamos abotargados, aplastados. No discernimos, todo plano, en un mismo nivel. No hay relieves, no hay profundidad, no hay prioridad, no hay textura.

Solo un deseo domina a la mayoría, salir de esta pesadilla y dedicarnos a construir nuevamente al país. ¿Cómo? No importa, como sea. Que piensen los demás y se destrocen entre ellos. Así si, así no. Discusiones acaloradas que no llegan a ninguna parte pero que conforman grupos. Lugares precarios en donde crece la ilusión de ser protagonista, de sentirse importante y trascendente. No tiene cabida el pensamiento, no hay paciencia para  la estrategia política. Soy yo el héroe, el que sé, el que me impongo. Si por esas vicisitudes que tiene la vida y más en tiempos vertiginosos soy relegado, puesto a un lado, arremeto con furia, ironía, sarcasmo, me burlo, desprestigio. Todo menos el decoro, la prudencia y la elegancia.

Una sociedad disuelta, una sociedad donde ya no somos sujetos a nuestros lugares y competencias. Lugares perdidos de sujetos desencadenados del símbolo y atados a un real que vapulea inaprensible y feroz. Suceden eventos muy importantes, signos que podrían darnos cierta orientación, pero se dejan de lado, no se ven en su total dimensión. ¿O es que no vemos la importancia que tiene que Simonovis esté libre? ¿No es acaso Iván un símbolo él mismo? No vemos lo que representa como un quiebre en las líneas de mando. Muchos celebramos con una alegría inmensa su libertad arrebatada por la ira de seres perversos que lo redujeron a ser su objeto condensador de venganza e ira. Hoy es un ser martirizado que va a requerir de un proceso lento para procesar tanto maltrato. Pero ya es otra historia es un ser libre y un ciudadano con derechos.

Pero no, la discusión giró en torno a Noruega y un supuesto “diálogo” entre gobierno y algunos voceros de la oposición. ¡Que a mí no me representan, que con delincuentes no se conversa, que con ese nombre de Stalin no se puede esperar sino traición, que lo hicieron a escondida, que los otros partidos políticos no estaban enterados! Yo me pregunto, cuando me detengo, ¿esto es en serio? Este nivel de reacción y soberbia no pueden ser tomados dentro de los parámetros de normalidad. No estamos razonando porque todo es rápido. Me entero, contesto de inmediato, las teclas siempre están disponibles. Por supuesto algunos con voz cantante resuellan por una herida narcisista. Fui relegado, allí voy como una tanqueta conducida por esbirros. El resto son síntomas de una sociedad disuelta con sujetos despojado de lo suyo y sin límites contentivos. De allí la sensación de locura colectiva.

No hay distancia, no hay historia, todo es un momento tras otro. Llenos de mentiras y de confusiones pero sin tiempo para tamizar y separar las palabras plenas del gamelote. Fernando Yurman expresa con toda claridad lo que pienso es unos de los grandes males de la posmodernidad y en especial de nuestro país en tiempos convulsos “El mismo concepto de experiencia, que suscitaba contemplaciones y debates en épocas de crisis y posguerras, aparece distinto, sin corolario reflexivo, sin ejercicio de memoria larga, como un hueco sin narración” Cuando uno vive inmerso en esta aridez de conceptos el pensamiento se va limitando y volviéndose rígido. De allí que hay que refugiarse en las narraciones de los escritores y dramaturgos. Quedarse sin narrativas y sin lugares conquistados es morir como sujetos.

Necesitamos un poco de silencio y reflexión, necesitamos pensar, interpretar, ordenar antes de reaccionar. Menos actuación y más profundidad en nuestros relatos nos haría mucho bien. Estamos demasiados bombardeados de todo tipo de falacias y cuentos de camino. Enfermos de arrogancia, soberbia y de defensa de un ego más que de una parcela de verdad. Cansa tanta huida hacia adelante. ¿Es tan difícil de entender que vivir atropellados con nuestras angustias actuadas también enferma?

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