El quinto mandamiento que Moisés bajó un día de las montañas
tallado en una piedra. El más contundente, el que debería acatar un ser humano,
sin miramientos y sin pedir justificación. Es por excelencia el principio de la
civilización, la norma esencial para poder vivir en comunidad. La sociedad debe
tener cimientos incuestionables para no desintegrarse y no matarnos entre
nosotros, es lo primordial. A simple vista no necesita justificación, ni
mayores explicaciones, pero vemos como se mata impunemente todos los días
utilizando todo tipo de justificaciones o simplemente por asuntos baladíes: por
robar, por adquirir más poder, por doblegar y asustar, para mantener como
rehenes a toda una población, por riquezas, por rivalidades y venganza.
Fenómeno que ha existido desde que el hombre pobló este planeta con su
tendencia pulsional de eliminar al otro. El ser humano es el mayor depredador,
acaba con todo si no es educado e introducido en las reglas de cooperación que
posibiliten la convivencia. Como vemos el “no matarás” no es tan sencillo ni tan espontáneo.
El que desea matar siempre tendrá razones. Justificaciones
que pueden abarcar toda una gama desde lo que Hannah Arendt denominó “La
banalidad del mal” después de haber sido testigo del juicio a Eichmann en Jerusalén
hasta las “grandes justificaciones heroicas, la salvación de la patria, la
revolución, el triunfo del proletariado” como estamos saturados de oír mientras
nos matan. Siempre ha habido justificaciones a lo que son crímenes sin perdón y
por supuesto sin justificación válida alguna. Provoca gritar “nunca más” lo que
quizás sea demasiado pedir. Pero sí podemos pedir que aquel que mata se ahorre
sus justificaciones, no las tiene, nada podrá desde ese acto eximirlo de
engrosar la fila de los asesinos. También sabemos que pasar a ser un asesino es
para los delincuentes una especie de graduación sin diplomas y sin honores. Las
bandas delincuenciales poseen sus códigos y normas de ascenso en sus “cargos”
directivos, el que cruce la línea de prueba y asesine a otro ser humano, ese
estará en capacidad de mando.
Desgraciadamente de estos monstruos debemos protegernos,
porque están ahí y al parecer en grandes cantidades desde que se desintegró
nuestra sociedad con los antisociales en el poder. Vivimos en una sociedad que
cada vez observa menos las reglas del juego de la civilización. Cada vez es más
reducido el grupo humano con respeto a
los códigos de una ética mínima que posibilite la convivencia (Adela Cortina),
seres íntegros que no duden un solo instante que ser correctos es lo que nos
hace humano. Que sepan que solo por ser humanos hay cosas que no nos están
permitidas y hay cosas que no se pueden permitir. Estamos sumergidos en un
mundo hostil poblado por seres peligrosos que andan al acecho. Una guerra donde
cambian las reglas del juego, pero no una guerra declarada, donde suenen las
sirenas advirtiendo el bombardeo, donde haya refugios, donde sepamos que vienen
a matarnos y solo nos quede escondernos. Lo sabemos porque vemos como están las
calles y lo que allí pasa, porque nos despertamos cada mañana sobresaltados por
nuevos asesinatos. No porque nos hayamos organizado para enfrentar una invasión
de delincuentes, para enfrentar al elevado número de malvados.
“El horror, el crimen, la maldad, siempre estarán ahí, y no
sirve señalarlos como cosa ajena. Que la lucha eficaz contra el mal empieza por
la admisión, la certeza sin complejo, de que ese mal existe, todos formamos
parte de él, y también todos, hasta quienes parecen a salvo, vivimos expuestos
a él. Es necesario sentirnos tan victimas como culpables. Hacer nuestro el
peligro, la incertidumbre, el miedo. Saber que incluso por nosotros doblan las
campanas.” Nos advierte Pérez Reverte. El salvajismo, la locura y la psicopatía
son fenómenos que no se deben descuidar. El antisocial convive en la sociedad y
para triunfar hará todo lo posible por desintegrarla -lo que ya no es
desconocido para nosotros-; no sigamos desdeñando la patología, son sin remedio
enfermos del alma y enemigos de la armonía y la paz. Debemos expulsarlos de la
comunidad por su negativa de acatar las normas porque si no es así ellos
acabarán con nuestra comunidad. De los que debemos cuidarnos, de los que nos
causan temor, de los que matan y torturan (que es una forma de matar) de esos
inhumanos debemos alejarnos sin compasión. Deben quedar definitivamente
excluidos del género humano. No lo son.
Matar, torturar es introducir un germen destructor dentro de
la sociedad, enfatiza Fernando Savater “La sociedad se basa en la confianza
mutua de quienes la componen. Los que están en ella deben ser socios. Cómplices
en la vida, y no deben transformarse en los enemigos que la amenazan y la
destruyen. El hombre que está rodeado de asesinos vive peor que en la selva,
porque sus propios semejantes pueden representar el crimen” y así estamos peor
que en la selva. Dentro de este nido de alacranes donde tenemos que sobrevivir
de repente surgen personajes que brillan por su entereza y coraje, admirables
por su integridad como personas, de esos que llamamos de una sola pieza. Hay
muchos en Venezuela, sin duda, pero en estas horas tristes destaca el General
Vivas. A todas las personas buenas nos partió el corazón verlo como fue
maltratado y oír su grito de “Muerte a la tiranía, viva la libertad”. Porque
debemos estar claros que en la defensa de los valores y derechos humanos
amenazados por un tirano está justificada la violencia. El respeto a la vida
exige un enfrentamiento. Es una guerra contra nuestra extinción.
La ética existe porque estamos hechos para vivir en
comunidad. Si bien no se ha podido fundamentar el porqué de los principios
éticos, sí sabemos que es una elección siempre y cuando queramos pertenecer a
un grupo humano, en otras palabras, cuando elegimos ser humanos.
A veces temo que se apodere de nosotros la banalización del mal, como por ejemplo cuando algo monstruoso deja de sorprendernos. Mis saludos y gracias por tu trabajo, Marina.
ResponderEliminarSi, Alirio yo también lo temo. Un fuerte abrazo
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