Vivimos un desencanto general. Estamos desencantados de
nuestros políticos de oposición que mostraron no estar a la altura de la
difícil circunstancia por la que atravesamos. Estamos desencantados de la
ciudadanía que quedó reducida a solo reclamar por comida, sin distinción de
clases sociales. Mostramos en su más obsceno
esplendor una actitud canallesca en la cual no hay soporte para reconocer
equivocaciones, no se honra la palabra y no hay responsabilidad en los actos.
No importa un mañana, lo que importa es una inmediatez ganada a fuerza de
saqueos, robos, vivezas de incautos. En estas circunstancias no podemos hablar
del sujeto que sufre y que busca soluciones a sus agobiantes dificultades, solo
individuos sin consciencia de colectividad y sin esfuerzo creativo para el
rescate de la nación. A eso nos redujeron, así nos querían ver, ganaron la
partida. Una población enloquecida que dejó atrás sus épicas luchas por
reducirse a la supervivencia o huir de este experimento macabro. Caímos en un
vacío, desapareció todo ideal, no hay verdades, no hay valores cuando se tiene
hambre, cuando mueren nuestros niños desnutridos y los ancianos están en el más
absoluto abandono. Poco a poco presenciamos la desaparición de lo realmente
humano y se nos abalanza una horda salvaje que solo piensa en comer porque
tiene hambre.
El desencanto en el cual no se cree en verdades de ninguna
clase porque no hay referencias, no hay como contrastarla y desaparecieron los
garantes. Es una población sin fe de ningún tipo porque sus creencias fueron
exterminadas a machetazos. Es el daño irreparable que se ocasiona cuando los
líderes engañan, mienten, ocultan los actos y se mueven según intereses
personales. En las actuales circunstancias no había espacio para esas maniobras
politiqueras de antaño; estando en una emergencia por las libertades, los
valores y la justicia se pusieron a jugar a las estrategias inadecuadas y se
perdió la cohesión en la lucha por el país. No extraña, entonces, que ante este
vacío aparezca la locura en su forma generalizada. Insultos y no debate de
ideas, propuestas delirantes, diálogos o negociaciones con posiciones en
desventaja, votaciones apresuradas, trampas y más trampas del que está en el
poder sin ningún tipo de escrúpulos. Mientras los individuos corren a los
supermercados a arrebatar las salchichas o las pastas a codazos. Este es el
país que tenemos, a eso quedamos reducidos. Ya no es posible negarlo.
En estas terribles circunstancias en la que murió un
referente por el que apostamos se producen las más penosas fenomenologías.
Tomemos como ejemplo esa impactante película (documental) de Jaime Chávarri “El
desencanto” sobre la familia Panero. En este documental se nos muestra cómo
vivió la familia la muerte del padre Leopoldo Panero (1909-1962), conocido como
el poeta de Franco. Un hombre autoritario, alcohólico y déspota que mantenía a
su familia sometida a fuerza de un poder férreo. Los hijos Juan Luis
(1942-2013) Leopoldo María (1948-2014) y José Moisés “Michi” (1951-2004) no
acompañaron nunca al padre en su colaboración con el régimen franquista,
siempre fueron rebeldes pero sometidos, por lo cual sintieron alivio cuando el
padre muere pero al mismo tiempo enloquecieron. Todos poetas, escritores y
reconocidos por la sociedad de escritores de España. La madre Felicidad Blanc (1913-1990),
escritora también, no supo o no quiso proteger a sus hijos de esa locura
iniciada por el padre, sufriendo también de un matrimonio enfermizo. Los
actores de la película son los propios miembros de la familia y es rodada 12
años después de muerto el padre. El espectador forma parte de un guión sin
guión, a cada quien le toca sacar sus propias conclusiones de lo que pasó en
este micromundo de personas, sin duda, brillantes. Sus locuras son lúcidas,
dicen con desparpajo lo que muchos callan para evitar ser encerrados en
manicomios.
En la medida que se vive se va conociendo lo que significa el
desencanto, vamos perdiendo creencias, vamos dejando atrás la fe que algún
momento profesamos. Tenemos en esos momentos un camino bifurcado, o taponamos
ese vacío con un goce y nos entregamos a pasiones abarcadoras: alcohol, drogas,
peleas constantes, resentimientos, conductas repetitivas, obteniendo una
satisfacción momentánea y onanista. O volvemos a crearnos un proyecto creativo
en el cual comprometernos y apasionarnos. En palabras más lacanianas o amamos
nuestro goce o amamos nuevamente a otros y a la vida. O nos hacemos sujetos o
nos hacemos canallas. Es a esta elección a la que somos invitados en este momento,
no hay muchas alternativas. Una elección que no puede ser trampeada sino por
nosotros mismos, es individual, íntima. Apostamos por la vida o apostamos por
la muerte.
Nos encontramos, como lo denunciaron las Escuelas Cínicas de
la antigüedad, ante la escogencia por la virtud en rechazo a las leyes de la
ciudad, porque las leyes que rigen son absolutamente ilegales. Así que es a la
rebelión el llamado, la exigencia del momento. No son aceptables las medias
tintas, o se es virtuoso o se agacha la cabeza ante la tiranía. Esos engaños
politiqueros, culpables de la incredulidad reinante, no son admisibles. No es del error que se aprende, como se ha
creído, porque continúa la repetición. Es de una subversión radical en un “NO”
contundente. A esa forma de hacer
política la población ya dijo su “no”, pero se encuentra perdida, desesperada,
desencantada.
Se agujerearon los semblantes y no encontramos nada atrás,
como lo expresa Jackes Alain Miller, momentos de angustia enloquecedora. Hay
que ir detrás de los símbolos que no están por cierto en el espectáculo por
encima de la reflexión, pero es el mundo y su tendencia líquida la que conspira
en contra. No está cotizada la reflexión se buscan los aplausos. La escogencia
es personal, decida usted cual es el banquete que honrará con su presencia. Así
que en alguna mesa no tenemos que sentar, están servidas las mesas en el
desencanto.
Apreciada Marina, pues yo NO raspé los cupos CADIVI porque me pareció que era deshonesto. Me siento más cerca de los que reclaman por un pedazo de puerco por hambre, que los raspa-cupos. Me parece que nuestra sociedad está muy corrompida y le exigimos mucho a los políticos que ni se les ocurre cómo lidiar con una dictadura. Me gustó tu trabajo.
ResponderEliminarAlirio yo viví denunciando la corrupción de los raspa cupo y ahora la clase media que compran CAP sin necesidad. En fin me veían como bicho raro con el argumento de todos lo hacen. Ahora los saqueos también de la clase media. En fin hay una "viveza" criolla que nos ha hecho mucho daño.
EliminarAunque sé que el aplauso no es tu objetivo, no puedo menos que dártelo. Gracias amiga por tu reflexión.a pesar de todo continuamos caminos acompañados de una eterna amiga, la incertidumbre.
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