Una imagen que ilustra de forma contundente nuestra firme
decisión de no querer ser vejados por botas militares. Un instante, un gesto,
una muestra del error que son, es suficiente para ver de forma nítida las
causas que nos agobian y maltratan. Un estudiante solo que logró burlar las
barreras militares impuestas a su libertad, desata en un instante la cólera del
que quiere imponer una autoridad arbitraria, coercitiva, sádica. Un pequeño
mensaje sostenido en alto contentivo de su voz ciudadana, tuvo la fuerza, de
cientos de miles de gritos, de la rebeldía del que se impone al maltrato, de la
voluntad colectiva a un “basta”. Fue solo un momento para sacar del verde oliva
el odio por ser desobedecido, la soberbia por haber sido vencido, la
imposibilidad del control absoluto. Un solo instante para demostrar al mundo el
error que son. Una imagen que ya recorrió el mundo y que mostró la verdad de
nuestro dolor, una imagen que condensó lo sublime y lo despreciable de los seres
humanos. Allí solo un estudiante logra desenmascarar al déspota, al arbitrario,
a los rezagos primitivos de los que se negaron hacerse humanos. Vestigios del
primitivismo que una vez fuimos.
El pensamiento limitado, el cese del lenguaje, la ausencia de
ideas conminan a la bestia a reaccionar con violencia; un arrebatón y una cara
destemplada por no haber estado a la altura de las órdenes que le fueron
impartidas. Órdenes arbitrarias que solo un pobre ser desalojado de su propia
dignidad se compromete en acatar. Allí está su única y precaria razón de ser,
obedecer sin que se pueda reconocer en el error que es. Esa banalidad que lo
precipita en la maldad sin ni siquiera tener consciencia de la propia barrera
que se impuso a su libertad. Un sueldo y la esclavitud arropan su vida y
determinan su muerte. Por otro lado un estudiante solo, tranquilo, firme y
seguro muestra su deseo, que además está perfectamente legitimado, no quiere
vivir pisado por el error que significan los opresores de los demás. Solo él y
su determinación es portador de miles, millones de deseos de los que sí
resolvieron iluminar sus vidas con las ideas de libertad. Un estudiante y su
cartelito es una imagen muy contundente de lo que es la civilización, de
nuestra posibilidad para entendernos y comunicarnos. Es el mundo de las ideas,
del lenguaje, de la civilización. No en balde es un estudiante, un miembro de
la casa que vence las sombras. Pero de esto, del saber y de la cultura poco
saben las botas serviles y lo peor, no quieren saber, son sólo eso, un error.
La peste de un mundo acordonado por la represión, inevitablemente
termina en el fracaso por la simple imposibilidad del control de toda una
población que se rebela al abuso, tarde o temprano caerán y dejarán como legado
la oscuridad de sus sombras tenebrosas. No debemos olvidar esa imagen de nuestro
estudiante solo, levantando la voz de millones de ciudadanos maltratados, ¡que
no se nos borre jamás! Como tampoco se nos debe olvidar la imagen de un hombre
que en un arrebato de cólera solo demostró el error que es. Esto pasará y todo
indica que estamos cerca, pero la terrible experiencia vivida no debe ser
borrada de nuestras certezas ciudadanas. Los otros, esos banales del mal, no
son sólo los que muestran las incongruencias de una integridad del ser. Todo
acto impositor, vejador del prójimo, los insultos a las personas por sus ideas,
muestran lo vulnerable que somos a los rasgos autoritarios, y no nos engañemos
son rasgos muy marcados en nuestra sociedad. Todos acarreamos un pequeño
dictador interno al que debemos estar atentos para sofocarlo. Es esa batalla
con nosotros mismos lo que nos permite entrar por las puertas de la humanidad.
Estar atentos a nuestras miserias nos
evitará pasar a engrosar las filas de los errores.
Debemos ser portadores de nuestras propias preguntas y hacer
esfuerzos por conseguir las respuestas. La realidad es nuestro gran libro de
aprendizaje, si poseemos las herramientas conceptuales para poder interpretarla
correctamente y recrearla en los actos creativos. Son precisamente estas
herramientas las que se adquieren con el estudio y la estética cultural. Allí se mostró la realidad, un estudiante solo
ante el gran error humano que en estos tiempos parece haberse multiplicado como
hongos. La falla fundamental en la más importante tarea que tenemos en la vida,
armarnos con las vestimentas de los valores humanos. Errores de la humanidad,
seres tachados de las buenas costumbres y de la cordialidad. Somos artífices de
nuestro destino y estos seres erróneos que siempre los habrá deben ser solo
sombras controladas de nuestra convivencia ordenada y respetuosa. El que crece
vejado, maltratado, seguramente se vengará más tarde, vejando y maltratando,
porque lo que realmente posee es una integridad disminuida de su ser. No sabe
quién es realmente pero tampoco se dio a la tarea de resolver adecuadamente su
error de ser. Culpable y responsable será de sus actos el que encuentra un
acomodo en la vida vistiendo un uniforme para irrespetar al que no renuncia a
sus derechos fundamentales.
Serán vencidos, les será devuelta cruelmente la vergüenza de
no ser, solo eso es suficiente para no poder regresar a sus guaridas a refugiarse
como fieras después de ser responsables de tanto dolor ajeno. A nuestro
estudiante todo el honor merecido. Y sigamos decididos en la única fuerza que
nos inspira, sacarnos de encima tanto error déspota.
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