Mark Ernst |
Se observan los rostros cada vez más tensos, las frentes mostrando los surcos que va dejando el pensamiento y una respiración pesada que de vez en cuando deja escapar un suspiro. Labios sellados y palabras restringidas, ya se dijo lo que se tenía que decir y es poco lo que se puede agregar. Nuevamente en espera de una decisión que no nos corresponde, ni podemos tomarla. El tiempo, como suele sucedernos, se nos vino encima. Hay una experiencia que por fallas del lenguaje no hemos traducido a lo útil. Seguimos repitiendo una misma estrofa anclados en la admiración por el titán. El mundo y los dioses embravecidos fluyen y arrojan sus venenos. Una larva que se expande.
Tomamos buenas decisiones, entendimos que si nos llamamos demócratas es en consecuencia que debemos actuar. Pero arrogantes desconocemos que estamos sumergidos en órdenes de autoritarios, mandones deshonestos y tramposos. A esos escollos y como sortearlos con el menor daño es que debíamos estar preparados. La existencia son cambios que requieren plasticidad y nuevas respuestas de parte nuestra. No llegaremos sino a estrellarnos al mantenernos simulando una posibilidad que no existe sino en fantasías de inmortales e invencibles, de humanos que se disfrazaron de dioses.
Me hago un cuadro sombrío de la actualidad y cada quien traza sus líneas según lo vea, pero la verdad es que la realidad sigue su camino independientemente de lo que estemos pensando. A mi me golpea la realidad cada vez más fuerte y me hace someterme a arbitrariedades muy vejantes. Las preguntas de un ¿por qué? quedan sin respuestas mientras observo que algunos corren hacia adelante y otros tantean los precios del mercado electoral. No observo una reflexión que me haga descansar en buenas manos. No existen propuestas de opciones, entre los que figuran como candidatos para definir mi futuro, nuestro futuro. “La verdad ni parpadeará en el momento que tenga que contravenir nuestra limitada visión o frustrar sus expectativas” nos recordó Víctor Krebs en su reciente y corta visita a Caracas. La realidad es lo que vivimos, es que nos están acabando y torturando diariamente.
Se me dificultad ya la lectura de la vida del otro porque cada quien se refugió en “sus cosas” para encontrar el oxígeno que demanda la existencia. Muy válido y yo diría hasta indispensable pero la vida nos está pidiendo una decisión colectiva. ¿Podremos tomarla? ¿Recordaremos a tiempo que estamos inmersos en una cultura? Volveremos a la fantasía y seremos capaces de nuevos poemas, pero para ello tenemos que lograr vivir y para vivir debemos apartar esta aplanadora que nos devora. Nuestras caras hablan mientras las palabras susurran. Esperamos que se entienda que llegamos a una encrucijada muy difícil y no es el realismo mágico ni los dioses del olimpo que nos rescatarán, somos nosotros con nuestra inteligencia y sensibilidad lo que tenemos que plantear la vía a seguir.
Esta es nuestra verdadera necesidad, poder librarnos de los canallas, en palabras de Lacan, y rescatar la esencia cultural a la que pertenecemos. Requerimos una revolución ética, como la denominó Krebs. ¿Acabaremos por entender que no tenemos ni el poder, ni el control? Tenemos que centrarnos en nuestras opciones reconociendo la realidad. Las que nos permite la realidad.
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