Igor Morski |
Para que el totalitarismo pueda apoderarse del alma humana es necesario lograr su aislamiento. Mientras más solo esté un ser humano mas vulnerable se encuentra para entregarse sin resistencia. La soledad antiguamente se reducía a muy pequeños porcentajes de la población. Hoy podríamos decir que se ha convertido a una forma de vida y como decía Jung es peligrosa porque se vuelve adictiva. Es parte del recetario que siguen los dictadores para lograr su dominio. El uso del aislamiento y del terror propician el ambiente para la penetración ideológica. Ya lo describía Hannah Arendt cuando ´nos habla de cómo se hace posible la dominación de grandes poblaciones o de un país en su totalidad. A pesar de que es parte de la condición humana, el estar solo períodos de tiempo si se hace perenne sin posibilidades de alternar el ser humano va perdiendo la capacidad de razonar.
El razonar requiere de la confrontación de las ideas con otro que nos sirvan de interlocutor si no hay esta posibilidad el pensamiento se hace estéril y repetitivo. Es en este terreno que las ideologías se apropian de nuestras ideas. Esto unido a la propaganda que es un bombardeo en un terreno fértil para germinar. Todos experimentamos la soledad de una forma distinta y al tratar de describirla nos encontramos sin los términos apropiados. Unos son más propicios para disfrutarla y hacer útil su experiencia. Yo diría que un intelectual es una persona inclinada a la soledad. Hay otros que gustan estar constantemente rodeados de otros seres con sus bullas y chácharas. Una música estridente usada precisamente para no pensar. Esos seres del barullo también son seres muy solitarios. Así que cada quien debería escoger como quiere vivir y de cual ambiente se rodea.
En nuestro país lo vemos con mucha claridad. Pasamos de ser una población muy bulliciosa a reclamar silencio. Nos molesta terriblemente esos vallenatos típicos de los barrios que ponían los viernes y duraban hasta el lunes. Tenía un primo que vivía cerca de un barrio y optó por aprenderlos y cantar con ellos. Claro, atormentaba a la familia, pero él decía que era la única forma de no enloquecer. No logró poner a cantar a los otros miembros de la familia que eligieron comprar una gran corneta y poner otro tipo de música a todo volumen. Emprendieron así una guerra musical que terminó con una especie de armisticio, de mutuo acuerdo comenzaron a ir, todos los fines de semana, a una finca que tenían produciendo leche. En ese ambiente bucólico de bellos atardeceres, pájaros, flores y vacas se podía encontrar los espacios requeridos.
Esos grupos humanos bulliciosos no son amigos reunidos intercambiando alegrías y tristezas son masas de seres indiferenciados sumergidos en sus propios intereses e ideas. Fastidiosos, repetitivos. No son conexiones humanas las que se establecen, mas bien seres tratando de huir de la soledad por la peor puerta de emergencia. Cada vez estarán y se sentirán más solos. Las instrucciones para la hegemonía son, debilitar las instituciones, crecimiento de las masas y partidos políticos regidos por ideologías de grupos de interés. Se puede estar rodeados de gente, pero abandonados. Esta condición decía Arendt “es una de las experiencias más radicales y desesperadas de la humanidad” es esta una forma de destruir la capacidad humana de moverse, de actuar y pensar. La verdadera soledad radica en un pensamiento separado de la realidad, dominados por demandas provenientes de la ideología. Aquí estamos solos y solos queremos estar, cada quien con su letrero “Favor no molestar”.
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