Z.Z. Wei |
Es muy desagradable tener que botar gente de la casa, no sería necesario si la otra persona se percatara que está molestando o torpedeando el buen desempeño y la armonía del hogar. Pero no, es asombroso como no ven o se hacen los locos. Será que también juegan con la prudencia, con la tolerancia y con aquello de que hay que ser bueno en toda circunstancia. Uno aguanta un poquito, después un pocote, hasta que se llena el tanque de resistencia y estalla como una caldera con un fuerte e irreversible “fuera” para además tener que soportar la cara de asombro del abusador y oír su siempre trillada frase, ¡qué mal carácter! ¡qué mal agradecido!
Sinceramente no es necesario llegar a esos extremos, pero nos obligan. Se ha ido perdiendo el respeto, la vergüenza, todos esos sentimientos indispensables para hacer posible la convivencia humana, para no exasperar a los otros, por aquello de que si tenemos que sortear dificultades juntos es mejor llevarnos bien y entendernos. ¿Serán las nuevas características del “hombre nuevo”? el desparpajo, la absoluta falta del sentido de convivencia social, por lo que estamos viendo tanto desatino y comportamientos inadecuados. Ya nuestra vida pública da vergüenza a los ciudadanos que todavía observamos la decencia y el recato. Si ya perdiste tu lugar, si tu tiempo de promesas y esperanzas infundadas pasó por inoperante, por favor no hagas el ridículo llamando a movimientos que no se van a producir, porque ya nadie te está oyendo. ¿Era necesario decirlo? No creo.
Nosotros aun reímos porque aprendimos que el humor ayuda en tiempos crueles como el que transitamos, pero ahora más que reír se asoman muecas de vergüenza, el espectáculo es grotesco e hiriente. Falta el humor y sobran las payasadas. Cuando tenemos sentido del ridículo evitamos exponemos a la risa de los otros o evitarles molestias, pero este es un sentido un tanto escaso en un tiempo de total desfachatez, tiempos sin pudor. Ya no causan lástima, causan vergüenza. ¿Qué presencia o entereza ofrecen para asegurar un poder respetable que sepa manejar con decencia el dinero y el prestigio que una figura pública debería administrar con responsabilidad? Se exhiben como seres inadecuados, se irrespetan. Se terminó, hagan el favor y dejen el espacio que ocuparon con tanto desatino a nuevas referencias, ya no molesten. Necesitamos pasar a valorar puntos de vistas alternativos, plantearnos estrategias adecuadas para enfrentar a quienes nos destruyen. Es mucha la tarea que tenemos por delante, requerimos que dejen de hacer ruidos con sus epopeyas y aventuras ridículas. ¿No les da pena?
Si no conseguimos unirnos en torno a una tarea concreta no podremos emprender las acciones pertinentes para asumir la enorme responsabilidad que tenemos con nuestro futuro. Atomizados no estamos ni entendiéndonos ni queriéndonos. Así con tanto desprecio que han generado no se producen movilizaciones comunitarias. Creyendo que estábamos bajo la conducción de personas rectas y conocedoras de la política nos tropezamos, nuevamente, con la codicia, la desvergüenza y la ignorancia. Quieren ahora pasar agachaditos, cambiar sin que se note, irse amoldando a las demandas colectivas y seguir figurando en la palestra pública. Pura vanidad y arrogancia, porque no es producto de un mito que esas cuotas de poder vienen acompañadas de oportunidad de acceso a las arcas del Estado, donde se mete la mano con impudicia.
Era difícil imaginar que esta camada de improvisados políticos un buen día decidieran suicidarse en grupo, tal como sucede en las sectas dirigidas por locos paranoicos. Hoy destruidos por sus propias habilidades actúan como si gozaran de buena salud, ofreciendo un espectáculo ominoso.
Nos toca volver a empezar con algunos grados menos de inocencia. Y por supuesto sin ellos.
Ser realista no es fácil ni indoloro, pero es condicion,"sine qua non" excelente trabajo 🤗
ResponderEliminarMuy buen artículo. Es duro, pero tiene razón. Un cordial abrazo.
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