10 de marzo de 2020

El malestar restante



El ser humano nunca estará en una paz total consigo mismo ni con los demás. Contamos con recursos para apaciguar el torrente de violencia que emana de un estado natural, bárbaro de los seres que no han sido domesticados por el lenguaje, pero no son suficientes y dejarán como resto un malestar sin contenido y sin contención. Desde este resto se actúa y en no pocas ocasiones con una violencia desbordada. Sirviéndose de este factor humano no han sido pocos los pensadores y dirigentes de masas que se han destacados por azuzar el fuego. Tanto es así que hoy en día se ha constituido en la herramienta por excelencia para hacerse del poder y dirigir las naciones. Ya no es la razón lo que inclina la balanza hacia un proyecto de país determinado, sino la identificación del enemigo y su exterminio. El odio es el arma principal con el que enfrentamos los desacuerdos en un mundo que suponíamos civilizado.

¿Se hace política hoy en día? Yo creo que no, lo que estamos haciendo es calentar los motores para una confrontación. Ya no se cree en las instituciones. No se respetan las jerarquías, los lugares que ocupan los otros, el conocimiento, el saber y las creencias son tratados con desprecio. Toda manifestación está revestida con un carácter bélico, los movimientos feministas es un claro ejemplo. La suplantación de lo frágil, de lo tierno por un carácter guerrero. Las heroínas campeonas en kung fu que derriba al galán que la corteja de una patada.  Hombres y mujeres enfrentados, culturas enfrentadas, resurgimiento del terrorismo y de las emigraciones. Este mundo respira odio por todos los costados.

Lo expone Freud en su Malestar en la cultura corrigiendo su tesis anterior desarrollada en Psicología de las masas. Freud pierde un grado más de inocencia y corre el velo para que veamos con claridad que en estos terrenos no se puede descansar. La paz y la armonía alcanzadas en una sociedad en momentos de recesos históricos hay que cuidarla, adornarla, alimentarla. La batalla la está perdiendo el mundo occidental y las democracias. Ese proyecto de convivencia basado en el mutuo respeto y libertad, hace agua y se le reclama con furia deudas por pagar. Se brinca a nuevas utopías de una igualdad total pero se propone para alcanzarla el exterminio del enemigo, de aquel que queda identificado como un estorbo para obtener los fines, siempre loables, siempre con promesas de amor y bienestar. Es la caída de los discursos apaciguadores, no se busca la cohesión social por vínculos de entendimientos. Se busca apaciguar ese resto de malestar y se le deja actuar.

En este escenario se producen las identificaciones simbólicas, se forma ese “hombre nuevo” guerrero, violento, adorador de los mitos heroicos y épicos que siempre los hemos tenido como telón de fondo. Allí están ahora en la superficie, quedamos embelesados por el valiente que se lanza en una actitud retadora dándole el pecho a un tanque. ¡Quién dijo miedo! el mundo y el porvenir es para los guerreros, se agotaron los refugios en las Iglesias donde se podía ir a oír un concierto de música sacra, el olor a incienso y ese recogimiento en el contacto con nuestro recuerdos y momentos sagrados. ¡A la calle! a vociferar guerra para encontrar la paz, es la misión que se nos vende como la única posible para rescatar a nuestra patria. Es más se vende como un deber que de no ser cumplido la “patria lo demandará” Todos uniformados y cargando un fusil podría ser la imagen que se recoge de los discursos repetitivos y sin contenidos conceptuales. ¡Pare de pensar, salga a matar!

Se engrosan las maquinarias del terror destinadas a eludir los graves conflictos sociales que enfrentamos. El malestar va creciendo y nuestras contradicciones no se resuelven porque las ahoga la furia.

1 comentario:

  1. El ODIO entre unos y otros es lo que ha imperado en el mundo entero..Unos contra otros...ese es el lema

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