22 de septiembre de 2015

Eso no se debe hacer

Estamos tan tomados por esta trágica realidad que a veces pareciera que nos han invadido abusadores, sin haber sido invitados, en lo más íntimo y sagrado de nuestro ser. Borrar esa barrera entre lo público y lo privado es el objetivo de todo totalitarismo, el comunista con aquello de es el “orden de la historia” y el nazismo con su “historia de la vida”. Hacerlo todo público y tener la osadía de juzgar lo más íntimo de un ser humano es de las cosas que no se deben hacer. Las personas tenemos derecho a sentir como sintamos, tenemos derecho a indignarnos, a sentir dolor, a  tener miedo, odio. Tenemos derecho a perder las esperanzas y luego, y con suerte, a recuperarla. A tener un sentido trágico de la vida o por el contrario a creer que las acciones humanas siempre conllevan a la búsqueda y logro del bienestar. Así que aquello de ¿por qué estas abatido si eso ya se sabía?, duele por la lejanía empática y por la soledad en la que se deja al otro. Esas reacciones provienen de alguien que se erigió en autoridad moral y determina como debe sentir el otro o no; de alguien que además se erige en autoridad intelectual y determina lo que se tiene que saber o no. Montarse en un pedestal y mirar hacia abajo a los demás, no se debe hacer.
 
Unos de los grandes logros de la civilización occidental son el derecho, las instituciones, el resguardo de la ley y la justicia, sin las cuales no tenemos elementos que nos protejan de las fuerzas salvajes destructivas de la naturaleza y de los instintos más bajos de los humanos. Quedar a la intemperie y sin protección nos hace seres débiles y objetos fáciles de la manipulación y esto, simplemente, no se debe hacer. No se puede permitir que nos socaven las herramientas fundamentales para la seguridad para quedar entonces presos del resentimiento y del constante presentimiento de la maldad que acecha; convertirnos en seres atentos solo para la sospecha y de esta forma vivir encerrados en nuestros miedos sin tener la capacidad de comprender y unirnos al que esta de igual manera maltratado. Perder la capacidad de vernos y entendernos porque, sin duda, el malestar dificulta el vínculo social. Convertirnos en enemigos o ceder ante los espejos de imágenes distorsionadas, solo por el espejismo de migajas protectoras; esto no se debe hacer. Adoptar una moral utilitaria, donde no ponemos en juicio las consecuencias de nuestros actos; en la cual no se tiene en consideración el daño que se le hace al otro al desconocerlo es optar por la soledad más radical en un momento en que somos devorados por la tiranía. Romperles las alas a los que tienen la valentía de dar la cara y oponerse abiertamente y asumiendo sus propios riesgos, por aquellos que se prefiere conservar las prebendas materiales aunque limitadas, es algo que no se debe hacer.
La dignidad humana estriba en mantener el talante ante la adversidad, no ceder en nuestras íntimas convicciones por más trágicas que sean las circunstancias, pero también en reconocer que el otro, el que se nos parece, el que está igualmente sometido y abatido por las mismas circunstancias, el que decide hablar y mostrar su dolor debe ser respetado; despreciarlo no es digno y eso no se debe hacer. El éxito absoluto e inmediato de las acciones tendientes a recuperar un mínimo de civilidad, no se puede esperar por más desesperados que estemos. El camino ha sido lento tanto para las fuerzas opresoras como para las liberadoras. Hemos llegado lejos y podemos decir y sentir con toda razón que estamos todos presos. Pero también es verdad que cada vez más la indignación y el rechazo al tirano se siente con mayor ímpetu y quizás estemos ya viviendo etapas terminales que suelen ser las más duras. Tenemos derecho a atravesarlas con mayor o menor escepticismo; pero lo que debemos evitar es andar insultando, desprestigiando y acusando de traición a los actores políticos del lado de la democracia. Como tampoco es admisible las descalificaciones de ellos para con nosotros. Destruirnos entre nosotros, no se debe hacer. La base de los derechos humanos es el derecho a tener derechos. Comencemos entonces a reconocer el derecho que tiene cada quien a sentir y pensar cómo puede y quiere, claro, siempre y cuando se trate de un ser que respete los derechos de los otros. Si no es así, es allí donde debemos identificar al enemigo y marginarlo de sus derechos. El tirano es el que debe estar preso, simplemente porque no cumplió con su deber de hacerse humano y eso no se debe hacer.
Perder la vida sumidos en una indiferencia hacia las manifestaciones culturales, no indignarse ante el arrebato de nuestras fuentes de entretenimiento que nos ofrecen un crecimiento en la formación cultural: un libro, una película, un concierto o el deleite de poder ir a caminar en un bello parque es renunciar a ser ciudadanos y esto no se debe hacer. Ya no hay espacio para el ocio y mucho menos para el negocio, por lo que solo nos va quedando el ruin y desbastador lugar de la pereza y el automatismo de la sobrevivencia; lugar destructor de los verdaderos valores humanos. Caer en acciones tramposas permitidas por la distorsión del régimen opresor es optar por marginarnos del compromiso con una patria que duele y contribuir a su destrucción; esto simplemente, no se debe hacer. La vida en la incultura es siempre igual, como bien señala Sabater, no quedan las ganas morales ni siquiera de trascender el aburrimiento a la que nos empujan lo que nos quieren ver a todos uniformados. Como apuntaba Mallarmé “Maldición, mis sentidos, mis instintos, están tristes, y ya he leído todos los libros”. Entregarse sin resistir a que nos quiten la vida, bien con un tiro o de aburrimiento, no se debe hacer.
Creer invencibles a los portadores del mal, mistificarlos como diabólicos estrategas y sentirse disminuidos ante sus ruines intenciones es algo que no se debe hacer. Son, por lo general, personas corrientes y muy incultas que al quedar descubiertas muestran su falta de “palabras” para explicar su entrega a la maldad. Seres banales como muy bien legó Hannah Arendt a la humanidad para ayudarnos a combatirlos y eso si es algo que debemos hacer.

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