Tiempos de cambios y de poco arraigo, tiempos de movimientos
y de constante búsqueda, tiempos de vida práctica y de intentos constantes de
un nuevo comienzo. Cambios profundos para aquellos que esperaban vivir en su
comunidad y desarrollar sus planes dentro de sus costumbres, valores y la
familiaridad de lo conocido. Nada de lo pasado ya puede enseñarnos como
construir un futuro, las herramientas no son las mismas, el comportamiento de
las sociedades son totalmente distintas y dentro de la plasticidad vertiginosa
e impredecible del comportamiento humano las limitantes de advertencias de los
viejos sabios se convierten en abismos insalvables. El “te lo dije” pierde todo
sentido porque generalmente ese “te dije” no dio en el blanco de los
acontecimientos, sucedió todo lo contrario bajo la mirada perpleja del que
pensaba que sus pronósticos no fallaban. Es que resulta que nuestro mundo, si
“nuestro mundo” es un perfecto extraño como lo están revelando los pensadores
de la época. “El mundo entero como lugar extraño” de Néstor García Cunclini y
“Vida liquida” de Zygmunt Bauman y que invitan a cambiar las preguntas con las
cuales interrogamos nuestro mundo.
El mundo cambió radicalmente y quedamos perplejos porque
queremos seguir interpretándolo con los conceptos de un pasado cercano.
Pareciera, nos dice Néstor García, que ya no nos interesa el desarrollo
democrático, al parecer ya las utopías de una sociedad libre quedaron para
distraernos en la utilización de preconceptos que solo identifica algunos
rasgos de nuestras sociedades, pero que deja por fuera la comprensión de las
características del hombre en nuestro días. Este nuevo ser humano comienza cada
día con nuevos horizontes y tira al cesto de la basura lo construido el día
anterior. El hombre que no hace historia porque no está interesado en conservar
nada, ni su casa, ni su familia, ni mucho menos una tradición. El nuevo hombre
que ha perdido el lenguaje de la interculturalidad, a quien no le interesan los
relatos que nos cohesionan ya que han callado a los abuelos por la tristeza que
causa el no ser oídos. El hombre que ya no tiene patria, que como aconsejó Bill
Gates para el éxito empresarial, debe estar dispuesto a “destruir lo que él
mismo ha construido” tener “tolerancia a la fragmentación” y solo estar disponible
para “articularse en una red de posibilidades”. La persecución del éxito medido
en cuentas bancarias y muy lejos de aquel valor ético de la responsabilidad.
Así que no es raro que para aquellos que se prepararon para
disfrutar de lo construido se vean invadidos por una sensación de extrañeza, ya
nada nos resulta seguro y estable porque si no estamos dispuestos a destruir ya
aparecerán otros que lo hagan por nosotros. La máquina destructora de papeles
se puede erigir en la efigie de la época que intenta ocultar huellas, que logra
destruir caminos, que se pasa la vida desatando los nudos del arraigo. Da lo
mismo vivir en la patria donde naciste o emigrar a otros lugares, de igual
forma estés donde estés lo importante es conectarte por internet, comunicarte
con desconocidos y luchar por una sobrevivencia anónima y eso es posible
hacerlo desde cualquier lugar. En esta comunicación, que tiene su encanto pero
no compromiso, es donde la democracia es más vulnerable. No hay responsabilidad
porque la mayoría se esconde detrás de un seudónimo, insulta, maltrata,
descalifica y apaga la máquina.
Camus decía que la patria es la “justicia” pero vemos muy de
cerca la poca importancia que tiene, en el mundo real, la distinción entre el
bien y el mal. Terroristas tratados como interlocutores, narcotraficantes
ocupando puestos de poder en las naciones, bandidos protegidos por la red
bancaria internacional, las organizaciones de deportes y entretenimiento
dirigidos por trúhanes, los violentos dueños de las áreas públicas y la gente
honesta recluidas en cárceles, vejados y maltratados. ¿Tenemos, entonces,
patria? No, definitivamente no la tenemos, si entendemos como patria ese lugar
conocido, amable, acogedor que una vez tuvimos y que hoy perdimos. Es este, sin
duda, un mundo extraño y para muchos hostil, un tiempo que podríamos muy bien
calificar como “tiempo canalla”. De acumulación de poder, de riqueza, de
armamentos sofisticados para la destrucción de la vida, de las alianzas prácticas
por intereses privados entre los países. Nos rodea la muerte y la destrucción y
asi seguimos para adelante con la cada vez más firme convicción que se trata de
un “sálvese quien pueda”.
Son las mafias las que se adueñaron del mundo, no hay rincón
por las que no asomen y según nos comenta Néstor García en su libro es la “informalidad”
la que permitió este resultado, que hoy tiene la mayor expresión en nuestro
país con la proliferación de los “bachaqueros” sector que no tiene la más
mínima noción de responsabilidad con el país que los formó, pero que han
constituido una forma muy rentable de ganar dinero. Así no los expresa García
Canclini “Uno de los desencadenantes de la violencia tan agresiva
que hay en el capitalismo contemporáneo, no sólo en México, es la informalidad,
la informalidad comenzó a ser reconocida hace muchas décadas en los estudios
laborales como la fuerza de trabajo no regulada, que no disponía de salarios
fijos, contratos durables y obligaba a vivir en la inestabilidad, pero esos
sectores eran minoría, con los años han crecido, como vemos en México y casi
toda Latinoamérica, la mayor parte de la población trabaja en la informalidad”.
La tarea por emprender es enorme
y no solamente en nuestro país, en el mundo entero. Si queremos recuperar
valores de responsabilidad, justicia, arraigo y convivencia debemos comenzar a
voltear nuestra mirada seriamente hacia la educación y los afectos. Que vuelva
a circular con orgullo y posibilidad esa expresión ya casi desaparecida por las
circunstancias crueles que vivimos, “la responsabilidad por la sociedad a la
que se pertenece”. Tiempo de canallas que solo podremos combatir con una firme
decisión por defender lo nuestro.
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