Chagall |
La vida es inseparable del sufrimiento pero la vida no es
solo sufrimiento. Porque se puede alternar con momentos muy placenteros es que
se nos hace soportable y hasta fuente de satisfacciones irrenunciables. Nos
apegamos a la vida, no queremos morir y esa certeza de un fin inevitable nos
llena de angustias y miedos. Nos agarramos de relatos que aminoren el dolor de
un final eterno, fantasías que nos proporcionan cierta tranquilidad desde el
imaginario. El amor en todas sus gamas, desde el sexual hasta el filial, son
los principales anclajes de entusiasmo y deseos de continuar luchando en el día
a día. Es de la interrelación con los otros y la capacidad del apego donde
radica el encanto de una vida que merezca ser vivida. Sin otros y sin amor la
vida pierde sentido y el sujeto pierde todo significado de su existencia. Ahora
toda ésta dialéctica es un resultado y producto de decisiones intersubjetivas,
de esos relatos que nos contamos en nuestra intimidad, del cuidado que nos
brindamos a nosotros mismos, del resultado de cómo nos queremos y mimamos. Es
producto de cómo nos hablamos.
“El sufrimiento es un hecho” afirma Lacan al referirse a ese
resto que queda inabordable por la palabra y que está ahí acicateando
constantemente. Ese resto que al no ser satisfecho busca satisfacerse por
cualquier vía, intercambiando su objeto o haciendo un síntoma. El sujeto no es consciente
de esta dinámica y esa es la causa de no tener un dominio ni conocimiento de cómo
ponerle fin. El sujeto se siente débil y dominado por fuerzas que no se
encuentran bajo su control. Este es el mecanismo que se establece y que va
alejando a las personas de los otros por sus dificultades para interactuar en
armonía. Domina la rabia, la imposición de ideas, el no atender a razones, en
sentir al mundo hostil y sin sentido a la vida, el estar condenado al fracaso,
en evaluar todo intento como inútil. Es una actitud que se instala y que lucha
por no ser transformada, es Thanatos ganando la lucha al Eros y la muerte se
comienza a sentir como alivio.
Se conoce la dialéctica y por ello es un mecanismo del que se
sirve el tirano. Debilitado el sujeto se
entrega a la servidumbre, no hay voluntad, ni deseos de asegurarse un lugar
propio. Nada pertenece a su infranqueable autonomía, con nada puede. Estos
síntomas los estamos observando en nuestro entorno de manera alarmante con
visos aun invencibles de rebeldía y apuestas del Eros. Nuestro peor enemigo
está en nosotros mismos, ya no se trata de porcentajes de la población que se
oponga al tirano que nos maltrata, se trata del porcentaje de la población que lucha
a brazo partido por razonar y planificar de forma objetiva como superar de la
mejor manera esta siniestra etapa de nuestra historia. Es esta la verdadera
batalla y es por ello que no se puede flejar a pesar de la hostilidad y ataques
feroces de quienes prefieren mantenerse en sus relatos imaginarios que no
cristalizan. Es la sensatez apegada a los hechos lo que abrirán trochas en las
dificultades. Los mecanismos colectivos no son muy distintos a los subjetivos
puesto que aquellos son el resultado del sujeto y sus discursos.
Es por ello que no se puede permanecer callado ni tampoco
asumir una postura complaciente y demagógica. No se trata de seducir al otro se
trata de introducir nuevos significantes que den sentido al momento delicado
que nos arropa. Tampoco es la repetición de una misma historia de la que ya
sabemos su final. Decir lo que no gusta es el difícil papel de un líder, de un
combatiente decidido aunque pareciera que cae en el vacío. La idea queda ahí
rondando, aunque sea objeto de ataques inmediatos. Se dijo y una vez dicho
circula, en algún momento se recordará y entenderá. Lo que no se dice, muere. Quedarse
regodeados en el sufrimiento, negarse todo placer, dejar de vivir es como nos
quieren y “si no váyanse” es el mandato del que se cree invencible, el que
juega irresponsablemente a ser Dios pero un dios mortal, condición que no
podemos perder de vista.
El que se refugia para salir del sufrimiento en las drogas y
sustancias embriagadoras o en el refugio de las fantasías encontrará un alivio
pasajero pero nada modificará en su vida y el sufrimiento retornará potenciado.
El sujeto humano solo puede encontrar sus satisfacciones limitadas en el amor,
el sexo, en el goce de la obra de arte, en la belleza que experimenta el
artista en la creación o el investigador en el descubrimiento de la verdad a
través del estudio. En el éxtasis por la naturaleza, en el misterio de la vida.
La religión es también un refugio y fuente de esperanzas para el vulnerable ser
humano. El mundo y su gama de posibilidades a las que tenemos que recurrir y
cuidar. Nuestro sufrimiento es real, no lo inventamos, no lo tenemos como
refugio, como defensa a lo imposible. Necesitamos de las mentes más claras y de
las voluntades más decididas en la lucha contra el mal. Pero también
necesitamos de los sujetos ganados por lo posible, del que no se rinde. Es una
modalidad del decir el instalarse en el sufrimiento impotente pero también es
una modalidad del decir el que apuesta por la posibilidad real.
El sufrimiento como lo recita Cesar Vallejo es sin pasado y
sin futuro, No tiene pecho ni espalda, no reconoce historia ni vislumbra
futuro. “...Yo creía hasta ahora que todas las cosas del universo eran
inevitablemente padres e hijos. Pero he aquí que mi dolor de hoy no es padre ni
es hijo. Le falta espalda para anochecer, tanto como le sobra pecho para
amanecer, y si lo pusiera en la estancia oscura, no daría luz y si lo pusiesen
en la estancia luminosa, no echaría sombra. Hoy sufro suceda lo que suceda. Hoy
sufro solamente."
¿Con qué porcentaje de la población contamos para
razonablemente y por vías factibles recobrar nuestra libertad? No lo sé, no se
mide. Lo esencial no es reductible a estadísticas.