29 de enero de 2025

Estrategias y complejidades

 

Edward Burra


La gran preocupación ahora son los pasos a seguir después de haber ganado contundentemente una elección, haberlo demostrado y ser objeto de una persecución implacable por un régimen aferrado al poder. No contamos con los militares que se mantienen apoyando un poder ilegítimo y las presiones de la comunidad internacional, si bien son importantes, no bastan para lograr derrocar al dictador. Las elecciones no fueron suficiente para imponer nuestra voluntad, pero si indispensables para iniciar un proceso de apertura política. No es la primera vez que en América Latina observamos una lucha encarnizada para abrir el camino a la libertad.

En 1980 Uruguay se vio en la necesidad de hacer valer la voluntad cívica de no aceptar la propuesta del dictador por medio de una consulta plebiscitaria. Se pretendió desconocer que el 57,2% de los uruguayos votaron en contra, sin embargo, en 1985 pudieron volver a restaurar la democracia. Fueron 5 años en la que no cesaron en su empeño. En 1988 en Chile el dictador Augusto Pinochet convocó a un plebiscito para extender su mandato por 8 años más los chilenos votaron No. El 55,99% votó en contra de Pinochet lo que lo obligó a convocar a elecciones y dejar el poder. Estos casos emblemáticos nos ilustran sobre la importancia de una estrategia política junto a la voluntad popular.

Son variadas las estrategias porque las realidades de los países son distintas, observamos variaciones en la historia desde transiciones pacíficas (la más deseada), levantamientos populares muy combativos e intervenciones internacionales las cuales ya son muy difíciles por las regulaciones establecidas del respeto a la autonomía de las naciones. Lo que es indiscutible que las presiones internas y externas son determinantes para la caída de una dictadura. Pero sin estrategias que oriente la acción se van diluyendo los esfuerzos y la población pierde la confianza y la fuerza. Nosotros tenemos muchos años dando la batalla y cada vez se nos hace más difícil por la gran complejidad y la incertidumbre. La dictadura ha venido desmantelando y golpeando a las organizaciones democráticas y a los líderes.

Estas transiciones son procesos largos y suelen haber conversaciones y acuerdos con los reducidos espacios democráticos que van quedando. Prepararnos para los hechos no previstos, fortaleciendo la solidez de los movimientos combativos. Cuando estamos esperando lo que creemos eminente aparece un factor que nos estrella. Tenemos que contar con nuestra constitución que garantiza los derechos democráticos, de allí que se vean en la obligación de contarse en las urnas electorales. Nuestra gran estrategia es impedir nos cambien la constitución que es lo que se proponen. La base de toda posibilidad es el pacto social y la sociedad civil organizada. Procesos todos muy delicados en medio del gran dolor que nos atraviesa. Sin estos factores el avance democrático será muy lento o no será.

En Venezuela el estado detenta un poder económico casi total y deja muy poco margen para que otros sectores operen con cierta autonomía. Dependemos aun del petróleo tanto en las exportaciones como en los egresos y ello es absolutamente administrado por un estado delincuencial del que ya no tenemos duda está penetrado por el narcotráfico. Así que debemos saberlo, nuestra economía también está distorsionada por el exorbitante capital que ingresa ilegal, producto del lavado de dinero. Además de encontrarnos muy golpeados por la corrupción y la inseguridad. Hay que conectar con el país y con una razonada actitud de comprensión lograr la cohesión, reducir el odio y promover una tarea común.

Temo que en esta etapa del camino nos encontramos un tanto perdidos y repitiendo una vez más nuestra imposibilidad. El enemigo que es peligroso ni está perdido ni se encuentra debilitado, lo que sí pasó es a tener y mantener un poder usurpado. Esa es nuestra única y gran fuerza. La de ellos las armas y el dinero.

 

 

 

22 de enero de 2025

No basta ser bueno y osado

 

6 de Abril de 2017


Interrogando a los factores que procuran siempre repetir una misma odisea y una caída estrepitosa, me tropiezo una y otra vez con esos visos religiosos y nuestros mitos heroicos. Aquí no ha habido conductor de procesos políticos que no haya vendido públicamente su adoración a las imágenes religiosas, ni le haya faltado agregar a sus eslóganes la mención de su fe. Se cree fervientemente que los visos religiosos combaten con mayor asertividad y convicción las fuerzas que nos arrebatan la libertad. Es una forma convincente para el creyente de transmitir el lugar de la bondad. Por el contrario, sostenía Hannah Arendt que la libertad política y civil solo podía defenderse en aras de la propia libertad, en su ensayo “Religión y política”.

No sería necesario, entonces, esos refuerzos externos. El combate al autoritarismo no necesariamente tiene que organizarse como una confrontación ideológica que se ha traducido en nuestro país con una terminología acusatoria al otro. Las guerras de palabras que se pronuncian sin tener muy claro su significado ni su procedencia. Tenemos el mito arraigado de los buenos y los malos y es por ello que se respira en el trasfondo de todo debate los visos moralistas. Arráiz Lucca lo advierte en el prólogo del libro de Ana Teresa Torres “Si intentamos una vez más infundir a la vida público-política «pasión religiosa», o si intentamos usar la religión como medio para hacer distinciones políticas, el resultado puede muy bien ser la transformación y perversión de la religión en una ideología y la corrupción de nuestra lucha contra La herencia de la tribu”.

El mundo de la política es un mundo secular, es un mundo de dudas y no de certezas infundidas por la fe. Desde Platón se viene insistiendo en la dificultad para conseguir la claridad de las ideas y con Descartes se entendió lo fácil que resulta ser engañados por otros y por uno mismo con las ilusiones y los mitos. Estamos desde entonces sumergidos en la duda y empujados a razonar en búsqueda de la claridad. Si despreciamos esta tarea seguiremos guiados por las certezas de los dioses. Las instituciones religiosas carecen de todo poder público, así como la vida política carece de un poder religioso.

Otro mito obvio que nos determina ha venido siendo señalado por algunos de nuestros intelectuales destacados, Ana Teresa Torres, Luis Castro Leiva entre otros. En su libro “Del Mito de la Independencia a la Revolución Bolivariana” Torres interpreta nuestra psique colectiva en busca de los mitos, búsqueda indispensable para darle un giro a nuestra acción. Es el mismo proceso que persigue la cura psicoanalítica, encontrar los mitos que se enconden en la psique para que el paciente pueda lograr un giro en su destino. Con su bella prosa Arráiz Lucca lo expresa de esta manera “es decir, de las sustancias emocionales que forman el arrecife que detiene el oleaje de la razón” Esa emoción que bien utilizó Chávez una vez que se presentó como el héroe, la repetimos con una ingenuidad asombrosa o quizás con una irresponsabilidad asombrosa.

Pareciera que se busca otro héroe que como Simón Bolívar nos de la libertad. Una idea mesiánica de alguien ungido por rasgos cuasi divinos que nos conduzca a la senda perdida. Están produciendo un fanatismo que se alimenta de las tragedias vividas. Esta emoción que se sale de todo cauce es contraria a la libertad. Es tan obvio estos mitos que no es necesario excavar mucho, es el mismo imago por el cual se le entregó el país a un militar golpista. Ésta, me parece, no es la vía para combatir el autoritarismo. Es, quizás, la vía para alcanzar el poder e implementar un nuevo autoritarismo.

Es necesario conocer que nos determina y nos obliga a repetir.

 

15 de enero de 2025

Organización política, por favor

 

Mary Carmen López

Nuevamente volvemos a atravesar un momento límite, de esos que nos imponemos en una suerte de repetición emanada desde la pulsión de muerte. Por supuesto, de semejante aventura es imposible salir sin magulladuras y heridas. Tardamos meses en sobarnos y comenzar a descargar la rabia a diestra y siniestra. Los objetivos de la cólera quedan marcados y señalados como los enemigos y responsables de nuestra frustración. Es que no aprendemos, no hay ni puede haber fecha para un cambio deseado, esa fecha quedará en nuestra historia una vez que suceda. Esto parecen cosas de videntes y creencias divinas a las que somos irremediables devotos.

 Nuestros líderes, que no son más que una guía de organización, no han logrado romper con el mito cortoplacista tan arraigada en nuestra cultura. Es “ahora o nunca” oímos en varias ocasiones. Ante una frase como esa se hace indispensable interrogarse por la capacidad de leer un futuro. Posibilidad que es atribuida a los dioses. Una dictadura que ha mostrado su capacidad y determinación para ir contra todo vestigio civilizatorio, que repite hasta la saciedad que no dejará el poder, que es capaz de robarse unas elecciones con la mayor desfachatez y armados hasta los dientes era de esperarse se juramentaran como las nuevas autoridades elegidas. No ha debido sorprender.

Fuimos valientes, lo hicimos bien, aunque haya un sector que pregone que ser arrojado y atrevido es una locura y una irresponsabilidad. María Corina Machado tuvo un gran acierto organizativo en las elecciones, pero no en esta coyuntura que la anunció como la estocada final y tampoco fue acertado Edmundo Gonzales haciendo llamadas al Alto Mando Militar, el cual se mantiene fiel a su dictador. Hicieron aseveraciones de una organización que no tenían y anunciaron sorpresas que no se dieron, estas lamentables equivocaciones despertaron y alimentaron ilusiones falsas. Queda un largo trayecto que debemos transitar con unión, objetivos prácticos y organización política.

Hay que arrancarse del alma la fantasía que nuestra situación vaya a cambiar por obra de un milagro, de la buena suerte, de un golpe militar o la intervención extranjera.  No es por fe, ni por creencias, es solo organización política, así como la que se tuvo con los comanditos y recolección de actas. Me parece que, aunque se ha avanzado, aún carecemos de estructura, porque no la hemos sabido construir o porque los esbirros le han echado machete. Los líderes, como humanos que son, también se equivocan.

Mucho avanzamos, haber ganado unas elecciones de forma tan contundente, haberlo podido demostrar, pone a Maduro como dice Barrera Tyszka en su mayor “desafío actoral” “Él sabe que no ganó las elecciones. Todos sus aliados también saben que no ganó. Y los representantes del cuerpo diplomático, los corresponsales extranjeros, los invitados especiales, los generales y los ministros, los funcionarios, los guardaespaldas, los empleados de la limpieza, los televidentes de cualquier parte del mundo… no sólo saben que no ganó, sino saben que además perdió por paliza, que casi el 70% de los votantes quiere que se calle, que se vaya”.

Quiero mantenerme en la realidad, sé que cualquier cosa puede pasar. Estoy cansada de épicas, de memes libertadores, de violencia y de la precariedad. Me desespero porque esta situación cambie, la falta de libertad, el ser presos de una cuerda de malhechores y nuestros familiares y amigos lejos enloquece y tenemos que cuidarnos. De nosotros depende nuestro futuro y nuestros derechos.