Estamos inmersos, y desde hace mucho tiempo, en relatos
engañosos y en mentiras cada vez más descaradas. Una manera de hacer política
cínica, la ideología predominante de nuestra época que Zizek sintetiza con su
afirmación “ellos saben muy bien lo que hacen y sin embargo lo hacen”. Una
conciencia cínica que ya no da cabida a la ingenuidad que puede ser descrita
como “no sabía”. El cínico mantiene una relación con el conocimiento sobre la
realidad distorsionado y falseado con la clara intención de producir confusión,
de poner a dudar, de enloquecer y manipular. El ingenuo no se atreve a encarar
la realidad, por ignorancia o miedo. Tanto ingenuos como cínicos actúan y las
consecuencias de dichas acciones son desvastadoras. Relaciones con el
conocimiento que van a tener una repercusión inevitable sobre las estructuras
de cohesión social y, por supuesto, sobre la subjetividad. Somos, tanto en
nuestras individualidades como en las sociedades que conformamos, fruto de
nuestras creencias y las emociones que de ellas derivan.
Un empeño de hacernos creer en las mentiras que sostienen y
que las necesidades humanas desmienten. Lo Real que significa ese vacío que
siempre surge entre lo que podemos simbolizar y la distorsión del discurso oficial.
Contar con las creencias es muy importante porque sin ellas todo el tinglado se
viene abajo, se disuelven los pegamentos cohesionadores de cualquier proyecto.
Tener a una población sometida requiere convencer a la mayoría, argumentar de
tal forma que el otro acepte, bien sea por convicción o por promesas de
redención y prestigio. Es en esta maniobra donde la verdad se está imponiendo y
los cínicos van perdiendo terreno. La decepción, el hambre, la inopia se están
imponiendo, pero de manera salvaje sin otras creencias que den fuerza a un
movimiento opositor. Estamos implosionando y de la peor forma, sin diques de
contención y sin discurso alternativo. El caos que genera la rabia desbordada y
el hambre que hace crujir las vísceras y mata a los habitantes de esta tierra
desolada.
La verdad y la mentira no están disociadas, son dos términos
que juegan en una dialéctica de intercambios. No se dice cualquier mentira, se
dice mentiras con finalidades y a través de ellas podemos llegar a la verdad.
No se miente azarosamente sino sobre algún punto vulnerable de quien la
enuncia. Las mentiras hablan sobre una verdad íntima de su emisor. Se nos
miente sobre las medicinas, sobre la economía, sobre los alimentos precisamente
porque son los puntos insoslayables de un gran fracaso. El que miente teme la
pérdida de su plan, teme los estallidos que se están produciendo, teme las
represalias fruto de su maltrato. Teme las consecuencias y miente; rebota
responsabilidades. En cada mentira, en cada engaño la verdad se está
imponiendo, la verdad de quien emite la mentira. La población está leyendo al
cinismo, caen las creencias de una pseudo ideología que trataron de vender y
que despertó esperanzas en una parte de la población. De aquí vamos a salir de
una ingenuidad, de estar haciendo sin saber. Pero también sin ilusiones.
Para Zizek las ilusiones no se consiguen en el saber, sino en
el hacer. Los sujetos sostenemos los deseos propios de una época inmersa en una
estructura capitalista. Hacemos con la ilusión de tener una vida deseable.
Trabajamos para tener dinero y proporcionarnos lo que necesitamos y nos da
placer. Deseamos ser amados por un ser bondadoso y protector. Las ilusiones
estructuran las relaciones efectivas en la sociedad y la relación con la
realidad. Cuando a una sociedad le está coartada la realización de los deseos,
la gente arriesga su vida por salir de las cadenas opresoras. Como
dolorosamente lo estamos viendo actualmente y que nunca imaginamos sucedería en nuestro país.
Venezuela se ha convertido en un símbolo importante de las neotiranías y su
crueldad.
Las personas acorraladas se vuelven salvajes y no miden
consecuencias de sus actos. Y esto vale tanto para los tiranos como para sus
víctimas. Así que presenciamos un desborde propio de la sobrevivencia. En la
estupenda serie, Black of Mirror, que de una forma descarnada refleja el lado
oscuro de una tendencia mundial dominada por la tecnología. Cada capítulo
señala a los seres humanos tiranizados por sus propias creaciones y su entrega
sin control a tiranías de nuevo orden. Vamos obedeciendo a demandas ominosas
sin haber hecho conciencia crítica, sin saber. Los seres humanos tienden a ser
tiranizados por ellos mismos y la desesperación termina destruyendo lo
propiamente humano. Las costumbres y las creencias dominan sigilosamente
nuestro hacer. Si no hacemos conciencias de las trampas y las camisas de fuerza
que nos ahogan no somos capaces de revelarnos contra las leyes tiránicas. Es lo
que estamos presenciando en nuestros días, una revuelta sin consciencia sobre
sus consecuencias y de mala manera. Al fallar el soporte simbólico se cae en un
vacío y se disparan las actuaciones. Un suicidio colectivo, no es una rebelión
porque no hay verdadera disidencia sino vandalismo.
No es así que se conforma una nueva sociedad, necesariamente
debemos volver a construir nuestro apoyo simbólico. Necesariamente debemos
volver a tener ilusiones y creencias. Volver a establecer nuestras costumbres,
volver a identificarnos con un país querido. Volver a adornar nuestros traumas,
creer que podemos volver a encontrarnos, hacer amistad, querer nuestras fuerzas
y dejar de gritar. En este momento en que se agudizan los conflictos nos hace
bien argumentar a nuestro favor, argumentar en favor de la civilización, no
perder las buenas costumbres del saber como guía de la acción. Descansar en el
discreto encanto de los símbolos aceptados y compartidos. Volver a
comprometernos con un futuro deseable y aceptar los remanentes de goce de cada individualidad
que exceden los límites de la simbolización. Pero para que esto nos sea posible
debemos desencadenarnos de tanto cinismo. En un proyecto constructivo los
cínicos no tienen cabida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario