La casa que habitamos tiene siempre una característica muy particular.
Es el fiel reflejo de quienes son sus moradores. Cuando invitamos a un extraño
a pasar el umbral de nuestras puertas estamos compartiendo y mostrando una
intimidad. Algo se intuye de cada uno de nosotros con solo observar los
objetos, su disposición, los colores, luminosidad y ventilación. El orden y la limpieza dan cuenta de cómo se
encuentra en realidad nuestra casa interna que es habitada por emociones e
ideas. Nada refleja mejor la forma de pensar, vivir y amar que ese hogar al que
siempre regresamos y en el que podemos descansar. Espejo de la ética y la
estética que habita a cada uno de los miembros de una familia que comparten
espacios y en donde se construye lo mejor y más placentero de la vida. Espacio
donde nos encontramos con lo mejor y lo peor de cada quien, donde nos
conocemos, queremos y nos hacemos indispensables para los demás. Espacio donde
transcurre la verdadera existencia que reflejaremos en el trato con los otros. El
hogar da sentido a la vida.
Perder una casa es perderse en laberintos desorientadores, es
perder la plataforma segura desde la cual celebramos los pequeños detalles
cotidianos. Una extraña sensación de no pertenecer a nada, de haber sido
arrancado de lo propio nos invade cuando somos expulsados del ambiente que
habitamos y que nos habita. Un sinsentido absoluto nos invade y la rabia,
impotencia y muerte tiñe todo a nuestro alrededor; dejamos de vivir en solo un
instante y por una mala jugada del destino, así de frágil es la vida. Perder
una casa no solo sucede cuando somos despojados de los indispensables objetos
que nos rodean, sino y sobre todo cuando cualquiera de los nuestros nos es
arrebatado vilmente. Cuando se mata a un niño se mata a una familia, se mata a
una comunidad, se mata a una nación, se mata la apuesta difícil que se había
logrado por la humanidad. Se acaba, con un pedazo de metal, todo lo que por
siglos los hombres se han esforzado en construir para la civilización. Se
produce un vacío, el mundo se detiene y las palabras se hacen banales. Esas
paredes no significaran lo mismo, el hogar se vació de contenido.
La Casa de Arena y Niebla, un film dramático de Vadim
Perelman, nos narra la historia de una mujer sola, Kathy (Jennifer Connelly) que se aferra a su casa como la última
certidumbre, el puerto seguro desde el que se puede decidir el resto de los
acontecimientos de su vida. Al quedar morosa en el pago de la hipoteca se ve en
la situación de un embargo. Es así como la casa es adquirida por un Coronel
Iraní, Behrani (Ben Kingsley) quien también intenta darle una estabilidad perdida
a su familia. Se establece una querella entre Kathy y Behrani que desemboca en
la pérdida de la vida de todos. El Coronel y su esposa se suicidan después de
la muerte del hijo y Kathy termina presa. Es una película que tiene el gran
valor de mostrar la importancia que para los seres humanos posee la exclusión,
el ser despojados de la patria, del trabajo, de la casa, del hogar. Cuando se
asesina a un niño todos somos excluidos de un sentido, somos excluidos de un
país que no lo sentimos como propio al descubrir que de estas tierras germinó
el odio y se levantaron las voces del resentimiento y la violencia. Esa es la
dramática historia que escribimos en un afán por recuperar nuestra casa de sol
y palmeras. Una historia dramática y de amor que también deja al descubierto lo
mejor que hay en nuestra casa. Esa generación de jóvenes con la armonía propia
de hogares que cultivaron el componente humano que nos une a todos y que
trasciende una cultura particular. La honestidad y el respeto; la determinación
y el valor; la justicia y la inclusión. Lo bello que toca las fibras de lo
propiamente humano con carácter universal.
Este carácter de perpetuidad es lo que está presente en las
obras de los grandes de la literatura. Es la base de su universalidad y no
importa en qué idioma está escrita, al lector le mueve a reconocerse en ella
por el contenido propiamente humano que trasciende una geografía. No hay dudas
de que estamos escribiendo nuestra mejor obra, tenemos que escoger bien
nuestras palabras, enriquecer el vocabulario y no perder el hilo de la trama,
de esta forma saltaremos las barreras culturales y seremos leídos, con emoción,
por nuestros lectores extranjeros. Después de todo, nos dice Carmen Malarée, es
el gran logro de Shakespeare, Cervantes, Flaubert, Proust, Neruda, Tagore y
Octavio Paz “Repetir en forma interminable las mismas temáticas con distintas
palabras, con estructuras diferentes, en diversos ambientes y con cronologías
propias” Es así como la temática de las ideologías políticas llevadas a los
terrenos de las tiranías han sido también temas de grandes obras literarias;
por nombrar solo dos: “Mil novecientos ochenta y cuatro” de George Orwell y “El
Señor presidente” de Miguel Ángel Asturias, en las que también encontramos una
historia de amor. Al recorrer esas páginas nada de lo allí descrito nos es
ajeno.
Estamos en circunstancias extremas y nos hemos comportado con
dignidad como resalta Todorov en sus escritos, hay formas de hacerlo porque el
“afán de dominar con las armas es un fracaso”. Terminaremos por recuperar
nuestra casa y dejaremos las mejores páginas de nuestra historia escritas. Al
fin y al cabo los mejores guionistas ya han mostrado lucidez y sensibilidad, no
cesan de iluminar nuestras casas de sol y palmeras que los esbirros se empeñan
en apagar.
Magnífico texto, Marina. Muy bien tejido. Una delicada e inteligente prosa.
ResponderEliminarAlirio como siempre mi gratitud por tu apreciación y sobre todo por hacérmelo saber. Un gran abrazo
EliminarMe gustó leerte. Tengo un tema personal con "LA CASA" y con lo que es afuera, es adentro. La casa, ese espacio vital y referente que mas que habitarla, nos habita.
ResponderEliminarGracias Emilia, es asi la casa nos habita de alli la importancia por rescatarla. Un abrazo
EliminarMuy bello, Marina, tu análisis de esta película terrible. Yo la vi junto con esta otra: http://douglas-cine-matica.blogspot.com/2015/11/casa-de-arena-relatividad-poesia-y.html, que decidí comentar, más por deformación profesional que por otra cosa. Fui dejando en el tintero (o teclado, más bien, hay que cambiar las metáforas) las ganas de comentar la que tú nos ofreces y hoy me siento muy complacido de leer lo que produjiste. Excelente.
ResponderEliminarDouglas acabo de revisar por encima tu blog cine-mática qué interesante combinación. Te prometo leer la próxima semana que estamos de vacaciones.
ResponderEliminar