6 de junio de 2017

Toda ventana es indiscreta




Podríamos afirmar que toda ventana es una “ventana indiscreta”. Es la posibilidad de extender nuestra mirada más allá de las cuatro paredes que nos rodean. Abren las ventanas, de este modo, la posibilidad de observar otras vidas que interrogan para salir de la monotonía de la ya conocida y familiar. Esa característica,  propia del ser humano, el voyerismo, que se satisface al fisgonear en las vidas de los otros e irse haciendo una historia, probablemente no real, basada en las imágenes y movimientos atisbados. La famosa película de Alfred Hitchcock nos revela, de forma magistral, como en este juego de miradas hay siempre un deseo puesto en juego, un deseo que busca realizarse o un deseo que se está evitando. Miramos siempre por algo que evitamos ver pero que nos empuja en su búsqueda. Esa visión que si se encuentra puede aterrorizar e incluso no se puede verbalizar en su totalidad, es impensable. Como describe Bernard Dominé refiriéndose a un caso clínico “…el desencadenamiento del goce frente a lo irrepresentable había hecho estallar la ventana tras la cual solía mirar al mundo y luego lo inmundo se imponía por todas partes”.

Lo que queremos mirar a través de la ventana es muy particular para cada quien, depende de la intimidad oculta de cada uno. La pulsión que busca su satisfacción posponiendo el deseo por mantener una ventana soportable hacia el mundo. Cada quien va armando su ficción y voltea a mirar aquello que encaja en los hilos de su historia. Se evita ver lo que se intuye reventaría en mil pedazos la integridad del sujeto, lo que enloquece. En este precario equilibrio hay la tendencia de querer ver todo a pesar de la angustia desbordada que desencadenará la visión vedada. Es un ideario imposible de cumplir sin poner en riesgo la salud mental. El riesgo se paga caro y más en el mundo que hoy habitamos, en el cual las ventanas están abiertas a cualquiera con la inmediatez de un click. Hay un señuelo asequible a todos, que permite como señala Diana Sahovaler “…mostrar todo y un empuje a darse todos los gustos”. Riesgoso a pesar de que la realidad virtual protege al sujeto al mantenerlo oculto. Estamos en un escenario en el cual lo monstruoso se despliega ante nuestra mirada directa; basta asomarse por la ventana y observar escenas de terror las cuales no pueden ser integradas a ningún sentido.  En palabras de Lacan “Sostengo que ningún sentido de la historia es capaz de dar cuenta de este resurgimiento con el que se evidencia que la ofrenda a los dioses oscuros, de un objeto de sacrificio es algo a lo que pocos sujetos pueden sucumbir, en una captura monstruosa” refiriéndose al Holocausto.

Visiones que quedaran repetidas en las pesadillas y en los sobresaltos que padecemos durante el día. Traumas que se repiten hasta que finalmente puedan, de alguna manera, ser integradas en una simbolización que bordee al horror, que lo contenga con el ejercicio creativo. Marcas y cicatrices que solo el pensamiento racional podrá aplacar con el tiempo. Traumas vividos y sufridos por los diferentes sujetos que integramos esta sociedad cruelmente maltratada. “El mundo oscuro de la pulsión, eso que sucede en el amor y en la guerra, y no porque se piense mucho o poco, sino porque atraviesa el pensamiento” especifica Fernando Yurman. Momento de mucho riesgo donde tendremos que escoger que queremos ver y que no podemos, si queremos mantener recursos para sobrevivir. Tenemos una mirada atenta para que estos actos criminales no queden impunes, gracias a la tecnología mucha barbaridad no queda oculta. También es nuestra ventana para que los organismos internacionales no puedan ser engañados por tanto discurso tramposo. Todo está a la vista, hasta la escena en la que a muchos se nos hace insoportable mantener una mirada. Es nuestra opción, aunque seamos invadidos de videos con escena inimaginables, acciones de una perversidad propia de lo que la historia nos relata de los nazis. Historia que no ha debido repetirse pero aquí la tenemos a la vista con solo abrir una ventana, a través de la cual también nos pueden estar acechando. 

Seamos cautos entonces, se trata de no dejarnos vencer en ningún terreno. No podemos enloquecer pero tampoco ser presas fáciles de los cazadores. En estos momentos la ingenuidad puede costarnos la vida, estamos luchando contra individuos salvajes, hampones sin límites, el odio desplegado en su más cruel versión. No estamos en un momento propicio de estar atrayendo miradas, hay intimidades que tienen que ser resguardadas siempre pero más cuando el peligro ya no es imaginario. Este espectáculo del horror debe ser grabado para mostrar una verdad pero no para mostrarnos. Mirar y ser mirado es la lógica de nuestro tiempo, los reality shows cultivaron a la audiencia de una nueva cultura instalada. Esa frágil línea entre los testimonios y el espectáculo debemos cuidarla con un celo especial en momentos delicados. No son momentos de derroches de confidencias sino de las verdades al desnudo de una sociedad perseguida, secuestrada, asediada. Nos están viendo desde adentro y desde afuera, así que nuestras ventanas todas han pasado a ser ventanas indiscretas. Las fuerzas oscuras encriptadas en el alma de los humanos están desatadas y fuera de cualquier control externo, el control solo puede ser privado.

2 comentarios:

  1. Me gustó mucho tu trabajo, Marina. En esas estamos. Un amistoso saludo. A.P.L.

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    1. Gracias Alirio, agradezco enomermente tus comentarios. Dan fuerzas que se necesitan. Un abrazo

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