Podríamos afirmar que toda ventana es una “ventana
indiscreta”. Es la posibilidad de extender nuestra mirada más allá de las
cuatro paredes que nos rodean. Abren las ventanas, de este modo, la posibilidad
de observar otras vidas que interrogan para salir de la monotonía de la ya
conocida y familiar. Esa característica, propia del ser humano, el voyerismo, que se
satisface al fisgonear en las vidas de los otros e irse haciendo una historia, probablemente
no real, basada en las imágenes y movimientos atisbados. La famosa película de
Alfred Hitchcock nos revela, de forma magistral, como en este juego de miradas
hay siempre un deseo puesto en juego, un deseo que busca realizarse o un deseo
que se está evitando. Miramos siempre por algo que evitamos ver pero que nos
empuja en su búsqueda. Esa visión que si se encuentra puede aterrorizar e
incluso no se puede verbalizar en su totalidad, es impensable. Como describe
Bernard Dominé refiriéndose a un caso clínico “…el desencadenamiento del goce
frente a lo irrepresentable había hecho estallar la ventana tras la cual solía
mirar al mundo y luego lo inmundo se imponía por todas partes”.
Lo que queremos mirar a través de la ventana es muy
particular para cada quien, depende de la intimidad oculta de cada uno. La
pulsión que busca su satisfacción posponiendo el deseo por mantener una ventana
soportable hacia el mundo. Cada quien va armando su ficción y voltea a mirar
aquello que encaja en los hilos de su historia. Se evita ver lo que se intuye
reventaría en mil pedazos la integridad del sujeto, lo que enloquece. En este
precario equilibrio hay la tendencia de querer ver todo a pesar de la angustia
desbordada que desencadenará la visión vedada. Es un ideario imposible de
cumplir sin poner en riesgo la salud mental. El riesgo se paga caro y más en el
mundo que hoy habitamos, en el cual las ventanas están abiertas a cualquiera
con la inmediatez de un click. Hay un señuelo asequible a todos, que permite
como señala Diana Sahovaler “…mostrar todo y un empuje a darse todos los
gustos”. Riesgoso a pesar de que la realidad virtual protege al sujeto al
mantenerlo oculto. Estamos en un escenario en el cual lo monstruoso se despliega
ante nuestra mirada directa; basta asomarse por la ventana y observar escenas
de terror las cuales no pueden ser integradas a ningún sentido. En palabras de Lacan “Sostengo que ningún
sentido de la historia es capaz de dar cuenta de este resurgimiento con el que
se evidencia que la ofrenda a los dioses oscuros, de un objeto de sacrificio es
algo a lo que pocos sujetos pueden sucumbir, en una captura monstruosa”
refiriéndose al Holocausto.
Visiones que quedaran repetidas en las pesadillas y en los
sobresaltos que padecemos durante el día. Traumas que se repiten hasta que
finalmente puedan, de alguna manera, ser integradas en una simbolización que
bordee al horror, que lo contenga con el ejercicio creativo. Marcas y
cicatrices que solo el pensamiento racional podrá aplacar con el tiempo. Traumas
vividos y sufridos por los diferentes sujetos que integramos esta sociedad
cruelmente maltratada. “El mundo oscuro de la pulsión, eso que sucede en el
amor y en la guerra, y no porque se piense mucho o poco, sino porque atraviesa
el pensamiento” especifica Fernando Yurman. Momento de mucho riesgo donde
tendremos que escoger que queremos ver y que no podemos, si queremos mantener
recursos para sobrevivir. Tenemos una mirada atenta para que estos actos
criminales no queden impunes, gracias a la tecnología mucha barbaridad no queda
oculta. También es nuestra ventana para que los organismos internacionales no
puedan ser engañados por tanto discurso tramposo. Todo está a la vista, hasta
la escena en la que a muchos se nos hace insoportable mantener una mirada. Es
nuestra opción, aunque seamos invadidos de videos con escena inimaginables,
acciones de una perversidad propia de lo que la historia nos relata de los
nazis. Historia que no ha debido repetirse pero aquí la tenemos a la vista con
solo abrir una ventana, a través de la cual también nos pueden estar
acechando.
Seamos cautos entonces, se trata de no dejarnos vencer en
ningún terreno. No podemos enloquecer pero tampoco ser presas fáciles de los
cazadores. En estos momentos la ingenuidad puede costarnos la vida, estamos
luchando contra individuos salvajes, hampones sin límites, el odio desplegado
en su más cruel versión. No estamos en un momento propicio de estar atrayendo
miradas, hay intimidades que tienen que ser resguardadas siempre pero más
cuando el peligro ya no es imaginario. Este espectáculo del horror debe ser
grabado para mostrar una verdad pero no para mostrarnos. Mirar y ser mirado es
la lógica de nuestro tiempo, los reality shows cultivaron a la audiencia de una
nueva cultura instalada. Esa frágil línea entre los testimonios y el
espectáculo debemos cuidarla con un celo especial en momentos delicados. No son
momentos de derroches de confidencias sino de las verdades al desnudo de una
sociedad perseguida, secuestrada, asediada. Nos están viendo desde adentro y
desde afuera, así que nuestras ventanas todas han pasado a ser ventanas
indiscretas. Las fuerzas oscuras encriptadas en el alma de los humanos están
desatadas y fuera de cualquier control externo, el control solo puede ser
privado.
Me gustó mucho tu trabajo, Marina. En esas estamos. Un amistoso saludo. A.P.L.
ResponderEliminarGracias Alirio, agradezco enomermente tus comentarios. Dan fuerzas que se necesitan. Un abrazo
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