Una
pregunta llena de reproche e indignación ¿es que aquí hay que hacer cola hasta
para salir del mercado? Una respuesta llena de años, cansancio y resignación
“Si señora, esa es la vida” Se podría dejar pasar y descalificar al
interlocutor como ignorante y seguir el camino, pero en estos tiempos las
preguntas constantes no descansan. ¿De qué se trata esto, resignación o es una
manera de concebir la vida? ¿La vida se entiende como un efecto natural, como
un accidente telúrico? ¿No hay contraste de un antes y un después? ¿No tenemos
historia? ¿Cuántas personas piensan y por lo tanto viven así? Uno se queda con
el alma rota y las esperanzas descienden unos cuantos peldaños. Además de hacer
colas para todo y andar cuidándose de los menores movimientos porque los
depredadores acechan, el entusiasmo comienza a arrastrar los pies. La
resignación parece haberse expandido y la acción, la indignación y la rebeldía
truncados por aceptación. Es uno de los desastrosos resultados del desamparo.
La
sociedad parece haber perdido las herramientas para saber qué nos está pasando,
para pensar en colectivo tanta vejación, desacierto e irrespeto. No hay
discursos que sostengan un intercambio posible, muy lejos estamos de una
sociedad como la soñada por Habermas, las personas que hablan y se escuchan,
que se fijan sus normas y que luchan por trascender juntos una situación
aberrante, las sociedades de la “comunicación discursiva” A las buenas de Dios,
a la espera de milagros, un acontecimiento natural, un ciclón, un terremoto, un
tsunami, que le dé un vuelco al sufrimiento. Por supuesto que vivir así es
andar en la dirección a la que empuje el viento, igual viene más tarde un ventarrón
en contra que revierta todo el trayecto recorrido y nos vuelva a situar en el
punto de partida. Aquel que te da las fuerzas para vivir como tú quieres
también te la puede quitar cuando se le antoje. Todo menos emprender el trabajo
más difícil, tener opinión propia con la difícil tarea de armarse de un
pensamiento reflexivo y dotado, dispuesto al intercambio y a la acción
política. El camino expedito para las desintegraciones sociales.
Son
infinitos los problemas a resolver, comenzando por la formación de los
individuos que podrían construir una sociedad con un mínimo de conflicto y un
máximo de justicia y orden. De allí que no fue baladí el esfuerzo por la
destrucción de la capacidad reflexiva y discursiva de los ciudadanos y el haber
limitado las reuniones entre personas afines en una suerte de toque de queda no
decretado. Están limitados los intercambios de opiniones y de conocimiento en
las instituciones universitarias acechadas por el hampa y diezmadas por la
huida de los profesores. Las personas ávidas y apasionadas por el saber han
encontrado un gran aliado en las redes sociales donde se encuentran los
escritores que están ofreciendo líneas de pensamiento de gran interés e
indispensables para poder seguir con luces entendiendo este oscuro presente y
vislumbrando un posible amanecer para todos. Emociona sin lugar a dudas tantos
talentos que persisten luchando. Esos yo fuertes que hacen un nosotros como
bien señala Fernando Mires.
Hay
que darle una vuelta a la manera como estamos viendo nuestros fracasos. A lo
mejor no hemos podido conformar un grupo poderoso y cohesionado de dirigentes
políticos, que contrarreste la barbarie, porque no hay una sociedad que esté
contribuyendo con posturas firmes,
pensamiento crítico y bien documentado. Una sociedad que haya sido alimentada
con procedimientos efectivos de transmisión, no se ha formado opinión, solo observamos
reacción y llamados de protección. El sentimiento resignado y el deseo de amparo
producen síntomas de agresión, odio y derrota; destruye las únicas herramientas
con las que se cuenta en la democracia, tú y yo que hacemos sociedad y debemos
defenderla. El espacio público político solo puede cumplir su función si hay
canales de comunicación con los afectados, si sabemos expresarnos y somos oídos
por los encargados de reconocer y discernir con criterio los problemas comunes
por los que atravesamos. De esto carecemos, ni nos sabemos expresar con madurez
y criterio, ni somos oídos por los que están más ocupados por asuntos de
estrategias de liderazgo. Cuando hemos advertido que se falla en la
comunicación, no estamos advirtiendo por un asunto de formas sino por el único
canal del acuerdo y de la acción concertada. No son órdenes de acción lo que
conforma a los ciudadanos comprometidos con su destino. No se pone en juego el
lenguaje y la ética coordinada y asumida por sus ejecutores, son solo
ejercicios de calistenia y un desgaste de fuerzas innecesario que contribuyen
más a la resignación y la desintegración.
No,
querido amigo esto no es la vida. Esto es un padecimiento que era innecesario,
esto es un retroceso de todo lo que habíamos logrado, esto es fruto de la
ignorancia, de la resignación y del pensamiento mágico. La vida la tenemos que
construir con creatividad, ganas, amor y esperanza. La vida es respetarnos y
ayudarnos, resolver problemas y llorar por nuestros fracasos y pérdidas. La
vida es disfrutar y tener dignidad. La vida se hace sabiendo que se puede con
determinación y carácter, la vida es decisiones y valentía para ejecutarlas. La
vida es un yo fuerte y un nosotros deliberando. La vida es la libertad de
escoger como queremos vivirla. Ahora lo que estamos es sufriendo a autoritarios
aberrantes que le están a usted dictando las normas para subsistir. La vida no
es una cola con su cansancio y dolor reflejados en su mirada. Esto no es
natural, es evitable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario