Terminamos el año estrellados. Los discursos prometedores de
la dirigencia política fueron arrojados a la papelera como papeles arrugados.
Los conceptos interpretativos de nuestra realidad se disolvieron como pompas de
jabón. Los acontecimientos y la realidad nos aplastaron como un edificio que se
derrumba en un terremoto. El vacío propio del desencanto marcó el tono de las
fiestas decembrinas, el país apagado como reflejo del humor de sus habitantes
fue un humo negro y espeso que dificultó la respiración. La tristeza fue la
única compañía que estuvo a tono con la desesperanza y el dolor de ver cómo nos
perdemos en confusiones y malas decisiones. No todo se puede entender, ni todo
se puede decir pero tampoco todo se puede perder. El golpe de realidad fue certero
y mortal. Pero aquí estamos surgiendo de nuestras propias cenizas.
La rabia es la primera y más esperable reacción a nuestra
desolación, es una forma de vérselas con el vacío pero debe ser vencida porque
obnubila la sensatez y contagia la razón. Estamos en pleno duelo y nuestro
estado de ánimo está distorsionado con pensamientos catastrófico que tiñen de
un solo color nuestro mundo. Como todo duelo debe y tiene que ser tramitado y
volver a encarar nuestro rumbo con valentía y determinación. Difícil tarea que
nos toca realizar ahora que volvemos a nuestras obligaciones cotidianas y más
cuando nada ayuda para recobrar nuestro buen carácter. Debemos regresar a
ejercer el señorío sobre este aciago presente y dejar de ser solo seres
reactivos, siempre los acontecimientos nos pueden ganar la partida. Al parecer
nuestra dirigencia se montó en la ética del “todo es válido, nada es pecado” y
se dieron el lujo destemplado de ignorar el heroico esfuerzo que realizamos los
ciudadanos por lograr se tomara en cuenta nuestra decisión en las urnas
electorales. Pues a ellos hay que decirles que lo hicieron mal, muy mal, y
exigirles rectificación o cambio de mando. Pero nosotros y nuestra dignidad no
están destrozados, comencemos a demostrarlos. Es nuestra mayor fortaleza como
oportunamente lo recordó Ángel Oropeza.
El deseo de trascender nuestra desgracia y volver a construir
a nuestro país desbastado no puede perder el empuje que clama por su
realización, el encantamiento de sentirnos unidos y mayoría debe volver a
impregnar con alegría el ánimo que sentimos a comienzos del año pasado, eso no
lo hemos perdido más bien venimos ganando terreno. Golpes de realidad tan
contundentes rompen un hechizo mágico y nos sumergen en un desencanto que clama
por nuevos enfoques, nuevas tareas, distintas estrategias que toman su tiempo
en formularse. Debemos estar dispuestos a dejarnos encantar con nuevas
posibilidades y quizás nuevos estrategas, pero quedar rabiosos o desencantados
solo nos conduce a una muerte antes de tiempo. El desencanto es la expresión de
un mundo sin magia. El escepticismo de encerrarse en un desprecio hacia todo,
nadie encanta, nada encanta. El reino de la desesperanza es el terreno fértil
que buscan los malvados para darnos la estocada final. No lo vamos a permitir,
no vamos a facilitarles la tarea exterminadora que se propusieron. Hay que
dosificar la rabia y verterla en el verdadero objetivo, en defensa propia.
Veamos con mirada realista a los tiranos. Son ellos los que
viven un mundo completamente hostil. Son quizás los seres más “realistas”
envueltos en una locura paranoica, provocando lo malo, lo sórdido, perseguidos
por enemigos que se pueden tornar muy peligrosos, con heridas que nunca se
cierran. Provienen precisamente de un desencanto, se pelearon con el mundo y el
resentimiento no les permitió volver a encontrar un lugar placentero en sus
vidas, se destruyen solos sin que tengamos que hacer mayores esfuerzos para
neutralizarlos. Sin el poder que en mala hora se les otorgó, sería más rápida
su auto combustión y por lo tanto más visible. Pero igual y aunque no lo veamos
se consumen en sus propias llamas. Es lo que no podemos permitir en nosotros,
estemos atentos al peligro que representa que estos despreciables nos subsuman
en un mismo y rígido conjunto. Nazis y comunistas con distintos objetivos y medios
fueron los grandes estrategas para ganarse grandes poblaciones para sus fines
mortíferos. Sembraron la desesperanza, el desencanto y la oscuridad en muchos
corazones. No perdamos de vista que renunciar al deseo es entregarnos a una
secta como la que se puede observar en el estupendo documental “Holy Hell”
(Netfix) Seres que con su locura se dedican a matar a otros con el arma más letal,
la psicológica.
No estamos muertos por eso reaccionamos, a veces exageradamente
pero en nuestra expresiones hay justicia, hay reclamo, hay vida que se
manifiesta en rechazar las posturas e indiferencias que no son tolerables. El
dolor de ver destruir nuestras familias, nuestros logros, la libertad y la
alegría son expresiones de personas que luchan por conseguir una existencia
humana. Seamos lo que seamos unos más destacados que otros, nada justifica
dejar de ser humanos y hacernos una costra, ajena al sufrimiento propio y de
los otros. Para que no decaiga el entusiasmo subversivo tenemos que volver a
inventarnos, afilar y ampliar nuevamente las acciones a emprender unidos, ahora
será con el toque de realidad que nos dejaron experiencias pasadas. Quienes
asuman las tareas de estrategas ya no se pueden esconder en un “Nombre del
Padre” que en el mundo al parecer se lo
están comiendo las polillas (Miller) Cada quien se representa a sí mismo, con la grandeza de la tarea que asuman por
convencimiento y deseo propios, pasaran a escribir una historia con nombres y
apellidos. Es el mundo que tumbó a muchos dioses.
Podemos, tenemos alma. Encaminemos este 2017 a construir esa
sociedad que añoramos para recibir el próximo alzando nuestras copas de Champán.
Feliz año a todos y continuamos.
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