A mi papá con su Aleluya en casa. A mi mamá y sus sabrosas
hallacas. Oír reír a mis hermanos a carcajadas. A mis hijos y sus primos con
las luces de bengala. Un pesebre grande como se hacía en casa. Cantar, sin
saber cantar, aguinaldos y parrandas. Un ambiente impregnado con toda esa
insustituible magia. Un Niño Jesús sonriente con su carga, de juguetes y
alegría, para la santa infancia. Los abrazos de las doce campanadas, con la
Billo anunciando un año nuevo y una vida renovada. Volver a brindar con la
esperanza intacta. Volver a revivir el amor que se nos fue pero que vive en el
alma. Volver a tocar aquella Caracas.
Con sus Misas de Aguinaldo, con las patinatas por las seguras
y festivas plazas, las arepas con la nata, el queso guayanés y el espeso
chocolate. Las casas abiertas esperando nuestra entrada, al burrito sabanero, a
la Virgen andina y su llanero San José. Al Niño venezolano con su mirada buena
y su carita tostada. A las tías y su juventud contagiada. El alboroto, las
voces ampliadas, los ruidos festivos y todas esas ganas. Caer rendidos en
cualquier cama después de tremenda madrugada. Esperar las noches y las gaitas.
Volver a disfrutar de la luz decembrina, del frio anhelado y
de nuestra cruz del Ávila. Pasar los días con los amigos y sus acogedoras
casas. Con sus padres, sus hermanos y sus copas burbujeantes. Beber, comer y
celebrar por un año transcurrido y por el que se adelanta. Respirar nuevamente
con aquella libertad. Con la confianza de ser querido donde te pararas y si
fastidiabas las casas eran grandes para poder retirarte. Los restaurantes
repletos, el bullicio de cubiertos,
conversaciones amenas y deliciosos manjares. Se podía, casi todo se podía y con
intensidad lo disfrutamos.
Solo quiero en estas Navidades duras y apagadas, poder
hundirme en esos recuerdos, perderme en las fantasías de una vida añorada,
agarrarme de las fuerzas que deja una vida grata, creer como los locos que
regreso a esas etapas. No quiero pensar y vivir esta desgracia. Solo por un
mes, solo un mes, lo necesita el alma.
Quiero brindar por mis viejos. Quiero brindar por mi
infancia. Quiero brindar por la vida aunque se puso pesada.
Ahora solo quiero que mis nietos y todos los niños de mi patria
recuerden sus felices Navidades. Que brinquen, que canten y destapen los
tesoros que los padres escondieron hasta la fecha sagrada.
Les deseo a todos una Navidad lo más tranquilas y en paz
posible. Feliz Navidad y un fuerte abrazo.
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