Jeannette Guichard-Bunel |
Con mayor silencio se viene expandiendo otro mal para el ser
social desde Japón. Otro país oriental que afecta al mundo con visos de
pandemia. Efectivamente en el año 2000 se comienza a tomar en cuenta un
comportamiento extraño de los jóvenes japoneses que ya tiene un contagio
importante en España. Se trata de un síndrome psicológico que nominaron
“Hikikomoris” el cual consiste en un progresivo aislamiento voluntario del
paciente a espacios confinados de sus viviendas. Acompañados únicamente de sus
computadoras y juegos virtuales deciden vivir sin ningún tipo de contacto
social. Tiene diferentes grados, los más severos no tienen relación ninguna con
otros seres humanos ni siquiera por internet. Deciden pasar el resto de su vida
en espacios cada vez más reducidos. Se calcula que en Japón ya hay más de un
millón de personas afectadas y en España se estima que superan las doscientas.
Debe ser diferenciado de otros cuadros que impulsan a
aislarse de un mundo que se siente cada vez más hostil. La cultura nipona es
conocida por ser altamente exigente con sus ciudadanos; quien no califique como
excelente tiene pocas probabilidades de ocupar lugares de prestigio y
reconocimiento social y la vergüenza que esto genera es aplastante. La alta
presión sentida induce al aislamiento, demandas agobiantes de un Otro tirano
que desconoce al sujeto sin contemplaciones. Se introduce la certeza de un
semejante peligroso.
El ser social que
conocimos está amenazado por nuevos males que se propagan, signo de que no
estamos siendo capaces de asegurarnos ambientes confiables y confortables. Mucho
repetimos que la vida es en sí misma un riesgo constante, pero hemos hecho peso
y ahondado en repetidas amenazas de todo tipo. Las amenazas provenientes de una
naturaleza que ha sido muy irrespetada. Amenazas de otros seres humanos con sus
lenguajes y actitudes destructivos. Amenazas de seres que cada vez desprecian
más las relaciones con los otros y no contempla normas mínimas de convivencia.
Qué nos espera al salir nuevamente al mundo después de esta
confiscación y aislamiento obligatorio. Qué mundo nos encontraremos, cuánto de
nuestros lugares encontraremos cerrados, a cuántas personas extrañaremos porque
desaparecieron y no pudimos despedir. Una ciudad que ya venía perdiendo vida la
encontraremos aún más desolada, abandonada. Cuantos no le agarrarán gustico y
acomodo al confinamiento y ya no querrán salir de sus casas. Entre otras cosas
hemos aprendido a utilizar los deliveries
para surtirnos de lo necesario. Ya nuestro mundo que era hostil lo
encontraremos reforzado, los malos humores traspasan los muros del fortín, se
sienten y padecen.
Seres encerrados en sus casas y resistentes a salir producen
todo un movimiento socio político muy peculiar. En seguida surgen los compañeros
solidarios que ayudan al resistente, los que proveen con artículos de primera
necesidad, como son las sustancias embriagadoras, material indispensable.
Aparecen los perseguidores y salvavidas que comienzan a construir toda una
industria de rescate. En Japón, por ejemplo, existen compañías que derriban
puertas y sacan obligados a los refugiados para ingresarlos en clínicas donde
quedaran “atrapados sin salida”. Servicio que ofrecen por un costo que varía
según sea la elegancia de la estrategia utilizada y la calidad de la clínica
destino. Más o menos el mismo movimiento que se forma alrededor de los
alcohólicos. Son, estos pacientes, considerados adictos a la soledad y eso en
nuestras sociedades no es “normal”. Se
le recomienda a todas las personas que descubran esta nueva adicción no hacer
mucho ruido con su silencio.
Este es un mundo en el que hay que producir, así que
produzca, aunque sea cansancio en los demás. Haga ruido, repita lo mismo
incansablemente, fantasee en voz alta y trate que los otros se les hagan
confusas las realidades. Sobre todo viva con la convicción que no existe otro
ser tan relevante y perfecto como lo es usted. Las pandemias ahora nos llegan de
Oriente, como los Reyes Magos en Navidad.
Una nueva subespecie: los encerrenials !
ResponderEliminarJejje buen término. Gracias Guillermo.
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