24 de abril de 2024

La estética del encuentro

 

Josef Kote


Aspiramos en nuestras vidas a transitarla con libertad, a sentirnos que cada uno de nuestros actos puedan ser escogencias íntimas y personales dentro de una gama de posibilidades. Nos guía en estas escogencias solo una postura firme y decidida de nuestros compromisos con los otros a quienes queremos y a quienes nos debemos. Pero al mismo tiempo nos guía una convicción de lo que somos y de lo que deseamos como producto de haber ido tanteando en nuestra historia los gustos e inclinaciones en las que quedamos prendidos. Tenemos siempre una singularidad y una particularidad que nos conmina a manifestarnos desde ese rincón de nuestra existencia, vertiendo al mundo nuestros actos creativos, quizás como un homenaje a la existencia. Podríamos esperar que del conjunto de actos humanos surgidos de la satisfacción por el quehacer gratificante tuviéramos un entorno amable. Pero no ha sido así, los terribles errores colectivos nos han llevado, más bien, a un mundo hostil y esta constatación produce un desbastador desasosiego.

Hemos aprendido que para recobrar la libertad tenemos, de forma táctica, que renunciar a ella. En estas elecciones, lo digo una vez más, no estamos eligiendo estamos rechazando. Es un paso importante que, por fin, se haya acordado apoyar a un candidato que nos servirá como posibilidad de contabilizar ese No que pronuncian los ciudadanos ya desesperados. No, no es una persona conocida y tendrá que comenzar a darse a conocer en el poco tiempo que le queda. Pero, por los momentos, tenemos ese No, tenemos esa posibilidad que podremos utilizar de forma democrática. Si nos dejan, porque de un gobierno autoritario que se salta las leyes, que no acata normas se puede esperar cualquier trampa. No podemos saber cuales son los arponazos que nos lanzarán, solo esperamos poder responder oportuna y acertadamente a ellos.  Por los momentos La candidatura de Edmundo Gonzales simboliza un desafío directo al control y las políticas del actual régimen venezolano

Hemos perdido confianza heridos por tanta historia fallida y aventurera. Con ello perdimos también tranquilidad y seguridad. Pérdida de libertad que se manifiesta principalmente en saber que sólo tenemos una posibilidad para elegir, un solo acto que posibilite una convivencia más armoniosa, mientras tanto permanecemos con esa desagradable sensación de no tener la seguridad en nuestras decisiones, de poder equivocarnos, de ser engañados. Cuando la oportunidad se presenta, y solo de vez en cuando, vivimos con la angustia de poder nuevamente ser burlados. Acto colectivo en el que dependemos de la decisión de otros. No se puede en las decisiones colectivas tomar la determinación que en su angustia manifestó Pessoa “reducir las necesidades al mínimo, para no depender de los demás”.

Y si acordamos con Yuval Noah Harari que “En la vida de hoy, el mundo sólo pertenece a los estúpidos, a los insensibles y a los agitados. El derecho a vivir y a triunfar se conquista hoy con los mismos procedimientos con que se conquista el internamiento en un manicomio: la incapacidad de pensar, la amoralidad y la hiperexcitación”, estaríamos peleando en contra de una tendencia, en contra de la resignación de dejarle nuestro mundo a los incapacitados y amorales. Veríamos con toda claridad el tamaño del esfuerzo y la intención. Una oportunidad en la que nos restringieron nuestros derechos de forma descarada, pero que no nos resulta válido dejarla pasar y quedar maltratados sin remedio por otro largo e insufrible período.

Llegar a una intención de unidad es un paso importante, digno de elogio y reconocimiento porque sabemos las aspiraciones y protagonismos que se tuvieron que doblegar. En la batalla por la sobrevivencia está lo importante. En las pequeñas rebeldías a las que no se hace publicidad. Cuidemos nuestros deseos y nuestros miedos en un ambiente que no pierda la estética de un verdadero encuentro.

17 de abril de 2024

Saber para no temer

 

Max Beckmann


El saber y sentir la opresión, cada vez más fuerte, de un gobierno autoritario y abusivo, nos hace vivir bajo el horror de la ignominia. Asustados, rabiosos y oprimidos bajo la coacción de una voluntad se va optando por la sumisión silenciosa y la remota esperanza de un salvador. Atrapados sin salida en un laberinto, giramos desconcertados como locos desbordados maniatados y muy pronto amordazados. El cuadro es ominoso, los tiempos son ominosos, cada vez más cerca de perder el derecho a opinar por un irregular fuera de la ley. No es de su interés las leyes ni los deseos de los demás, solo interesa la sumisión, la obediencia, la lealtad. El poder absoluto les pertenece.

Este es el modelo que se está reproduciendo asombrosamente en las figuras de liderazgo. Al irnos alejando de la democracia hemos perdido tonalidad, razón y sentimiento. Líderes y ciudadanos mandones, autoritarios y enjuiciadores arbitrarios se observan cada vez más actuar con desparpajo. Es fácil en este momento ser quemados en las hogueras de la pasión de una turba enardecida. ¿Cómo no tener miedo? Ya lo decía Freud el miedo a la muerte está en todo ser humano y hay muchas formas de morir, me parece que la definitiva no es la peor. La prohibición del deseo es una de las tantas formas de matar al ser humano. En regímenes autoritarios para lograr la sumisión se va exterminando el deseo. Si por falta de conducción política de la oposición llegamos a un totalitarismo tendremos, en definitiva, la supresión de la libertad y por lo tanto de la vida.

Sólo la idea da terror, Lacan afirmaba que el miedo provenía de lo incomprendido y nos conduce a la enfermedad. Una sociedad enferma, solo observando las imágenes bizarras en sus pensamientos dispersos e incontrolables. Es tan importante entender como comer, para no enfermar. Estamos con una libertad restringida y nos conducen a una supresión definitiva de la misma. En algún nivel lo estamos captando y estamos aterrados, fanatizados e intolerantes. Cada dirigente es dueño de una verdad y se hizo su historia particular del mundo, sin disposición a compartirla y a negociarla, sino a dominar para imponerlo. Al encontrar a otro que quiere lo mismo, inmediatamente es su enemigo y es imperioso desprestigiarlo.

Lo siniestro es un operador que da cuenta de la caída de las ficciones haciendo que el miedo y la angustia se revelen en su máxima expresión provocando las alucinaciones y el paroxismo de nuestros males. Si antes de apuñalar al otro no nos detenemos a ver lo que realmente nos aqueja, será muy difícil observar los límites. Los delincuentes suelen ser personas impulsivas, incultas, irracionales. La cultura y la democracia son exigentes, requieren un esfuerzo de entendimiento y disposición de escucha. Si el deseo del Otro es mi muerte por opresión, aparecerá la angustia como señal de alarma. Un indicador de la necesidad de movimientos con otros y de planificar movimientos razonables.

No podemos vivir en tensión con un miedo paralizante, se hace necesario ceder parte de la libertad para ganar seguridad. Acordar con otros sobre lo que hay que hacer, salir de la anarquía de todos contra todos, ubicar el verdadero peligro y saber que el trabajo de reconstrucción comienza con una elección, pero no termina allí. Al elegir estamos escogiendo el camino, estamos comenzando a transitar.

10 de abril de 2024

El valor de la negociación

 

Bo Barlett

Si queremos hacer el esfuerzo de regresar a la política debemos saber que el diálogo es su columna vertebral. La política se refiere a los acuerdos que un conglomerado de personas llega para encauzar su vida común en libertad y respeto. Es la forma de evitar la violencia, el conflicto para solventar las diferencias inevitables y deseadas en una comunidad. Compartimos una nacionalidad y ocupamos un territorio, pero somos diferentes y debemos convenir en normas y formas de nuestra vida común. Para ello es necesario actuar y hablar como lo hemos hecho desde que nacimos, funciones que nos constituyeron en seres humanos. La forma de retar al mundo y de cambiarlo es a través del acto humano y la palabra. Fuera de ello solo queda guerra, destrucción y muerte. Es la entrada en escena, el teatro global.

Los totalitarismos comienzan por socavar la vida pública de los ciudadanos. Amenazan, encarcelan, matan y ponen a pelear a sus oponentes para evitar la gran fuerza que significa el acuerdo entre los ciudadanos. Después van por la vida privada, empobrecen y mantiene la ignorancia y la insalubridad en las familias hasta que logran disolverlas. Solos, aislados, débiles y desperdigados por el mundo es más fácil acabar con la seguridad que da un proyecto común, un acuerdo mayoritario y las acciones propias para alcanzar lo que deseamos para todos.

Se hacen muy necesarias las actividades políticas, reuniones, intercambios, discursos políticos y no religiosos para alertar a la sociedad acerca del peligro que representa, para las libertades civiles, los intentos de conculcar el intercambio, invocando intereses de orden superior incuestionables. “Es un elegido mayoritario” que es el equivalente de “un elegido de Dios”. Quizás estos veinte cinco años sometidos a una voz y una mirada nos han hecho propensos a ser adoradores de deidades, a levantar figuras incuestionables y a ejercer una violencia desproporcionada al que se atreva a tal osadía. Nuestro principal defecto como fuerza de oposición, nuestra principal debilidad.

Unas elecciones es el momento ideal para llegar acuerdos entre personas distintas porque se nos presenta la oportunidad de recuperar la democracia.  La forma escogida por la mayoría ha sido la de acudir a las urnas electorales y organizarnos para defender un resultado que sabemos que estará distorsionado en su veracidad. Dialogar entre los diferentes candidatos desde una igualdad y ofrecer a los votantes la mayor posibilidad. Es una oportunidad para movilizarnos, establecer alianzas y crear una opinión pública. Sin esperar de la comunidad internacional la solución podemos lograr que una vez más que volteen su mirada. Toda elección es un riesgo para el que usurpa el poder.

Ya lo decía Hannah Arendt “Sin diálogo no hay política” es decir no hay acuerdos colectivos entre adversarios. Con los amigos no es necesario un diálogo sino cuando hay desacuerdos. No hay duda que somos mayoría y esa fuerza invaluable no podemos perderla por voluntades erradas y arbitrariedades. Es suficiente tener que enfrentarnos contra la fuerza bruta que representa la renuncia a la cultura occidental. No dejamos de considerar las aspiraciones de los políticos, pero nuestra realidad exige unidad, acuerdo razonado porque se trata de nuestra existencia. Todos los dirigentes deberían de estar al tanto del lugar en el que escogieron estar y del momento histórico que les tocó vivir. Las decisiones que tomen en este momento definirán su futuro como políticos.