19 de junio de 2024

Lugares vacíos

 

Henry Teel


Freud afirmó que las funciones de educar, gobernar y psicoanalizar son imposibles. Son lugares vacíos, inocupables, son lugares simbólicos, pero nunca reales. Todo aquel que se cree ocupar estos sitiales es un impostor por encima de la ley, un delirante que se cree una autoridad superior capaz de ejercer estas funciones con la sola garantía de su palabra. Las masas ávidas de protección apuestan por tal garantía y allí quedan a merced de voluntades arbitrarias. Es el peor peligro del que está sufriendo la democracia. Esta suerte de infantilismo de los ciudadanos que se permiten dar rienda suelta a sus instintos agresivos con la sola intención de desestabilizar un sistema que por su naturaleza es vulnerable, las democracias.

Por definición las democracias no descansan sobre certezas incuestionables. Se acabaron las garantías naturales, mitológicas o religiosas. Las democracias solo creen en las instituciones y los hombres. Es una apuesta dura, difícil en una naturaleza humana débil y frágil. El hombre queda así retado por una indeterminación radical, no se sabe con certezas y es decisivamente obligatorio una búsqueda sin fin. No hay garantías y los fantasmas de totalitarismo siempre estará rondando, los seres humanos se ven tentados a creer en un superpoder para aliviar su fragilidad e incertidumbre. Los ciudadanos tienen que llegar a acuerdos de gobernalidad por consenso para evitar matarse entre sí. No es fácil el atreverse a vivir sin aferrarse o creer enérgicamente en alguien o en algo. De nuestras flaquezas y miedos surgen las peores aberraciones que observamos en nuestras relaciones.

Las apuestas de las democracias son muy altas, reconocer un lugar vacío, y reconocer también la necesidad imperiosas de leyes y normas. ¿Quién obliga a cumplir las reglas del juego? Nadie, solo tenemos un acuerdo sobre las normas que acataremos y al no hacerlo están previstas las sanciones. Por ello las democracias cuentan o deben contar con ciudadanos formados y consientes que sepan dominar y posponer sus propias satisfacciones. Hay momentos y actos democrático donde este talante es puesto a prueba de manera aguda, uno de ellos es en el proceso de elecciones. Momentos en los que se determina los ganadores y perdedores, los elegidos para los cargos políticos, que no son los portadores de nuestras voluntades y creencias. Solo cada uno gobierna sobre sí mismo si hemos asumido responsabilidades. No existe ni existirá esa voluntad general que se ha llamado “el hombre nuevo”.

Es una forma de sociedad y se impone la tarea de comprender aquello que constituye su singularidad, no solo es un conjunto de instituciones es una forma de ser y por lo tanto de conducirse, como enfatiza Lefort. Filósofo francés que fue muy cercano a Lacan y con un gran conocimiento del psicoanálisis, de la naturaleza humana. Al igual que Tocqueville concibe que lo político es la expresión por excelencia de la libertad humana, la democracia extiende por toda la sociedad la inquietud de conseguir un destino común como país y no dejarlo en manos de un gobernante. Es el logro de la libertad política. Sacrificar esa libertad es sacrificar lo político y sacrificar al individuo. Estamos condenados por una elección inevitable, elegimos la libertad o elegimos la servidumbre. La primera requiere valentía de saber que estamos solos, la segunda requiere el dolor de no estar solos sino asfixiados.

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