Ruud Van Empel |
Nos acercamos a unas elecciones con una gran expectativa y con mucho desconcierto y temor. Queremos que de una vez por todas se produzca la posibilidad de una transición de un gobierno autoritario e ineficiente a uno democrático. Es un momento delicado porque si nuevamente se produce un desacierto que derrumbe el proyecto se terminará de desmoronar el poquito de entusiasmo que se ha despertado. Es un momento delicado porque en las transiciones se necesita de mucho olfato político y capacidad de negociación. El intercambio de los líderes de un lado y de otro es decisivo en el logro. Se necesita de una visión amplia que calme los ánimos de una población que ha sido muy maltratada. Ir con la intención de apartar al adversario a como de lugar no es una buena guía para lograr el éxito esperado. Ya lo deberíamos saber.
Este es la función del líder, persuadir cada vez a más personas de lo necesario que se nos hace apoyar planteamientos razonables, para poder implementar y sostener un nuevo razonamiento político. En el mundo hemos tenido dos procesos aleccionadores el de Rusia con Gorbachov y en Sudáfrica con Klerk que permite a Mandela liderar el nuevo gobierno. La gran lección que de ellos deriva ha sido la moderación en la conducción del proceso. De la rabia sin control y de las posturas radicales podemos ya escribir un tratado de fracasos. Es un momento delicado, muy delicado y requiere de estrategia e inteligencia. Pero inteligencia natural al servicio de la institucionalidad y los Derechos Humanos. Es un momento muy delicado porque la maldad de nuestros contrincantes estará al servicio de la provocación.
No comencemos con el juego infantil con aquello que empiecen ellos porque no lo harán. En la medida que se sientan más acorralados, más radicales serán sus procedimientos. Seamos sagaces no desviemos nuestras estrategias porque en el terreno de la confrontación estamos en desventaja. No así en la persuasión de cambio en una población agobiada. Se han dado todas las señales de fracaso: servicios que no funcionan, una peligrosa recesión económica, división de la élite gobernante, poca población de apoyo. Un conflicto sostenido por la mala política laboral y el empobrecimiento general. Momento complicado y delicado que nos hizo escoger el medio para resolverlo. Esperamos que prevalezca el escogido, elecciones. Por ello no tenemos el espacio ni el tiempo del fracaso.
Es una tarea de varios líderes que estarían llamados a cooperar entre ellos. Pero para ello se necesita habilidad estratégica y manejo de las estructuras de poder y estar dispuestos a ceder. Es evidente que no podemos continuar por este despeñadero, se ha hecho tarde para un cambio de modelo. Pero esto ha pasado por la mala conducción de líderes mesiánicos y nuestra incapacidad para un dominio emocional. A mí me ha costado mucho, lo admito, pero han sido demasiado los golpes recibidos para no terminar de admitir la necesidad de estrategias más racionales. Mandela es un caso representativo, madurez política y deseo de un cambio institucionalizado. Esto le permitió apreciar que él y de Klerk compartían una misma visión lo que permitió ir en la búsqueda de una construcción social. No hay que olvidar que Mandela sufrió 27 años de cárcel, así que de maltratos sabía él.
Recursos humanos y éticos tenemos así que vayamos para adelante teniendo en cuenta lo frágil que es el momento. Tengamos cuidado.
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