Henry Moore |
El ser humano como un instrumento que cada día puede ser más reducido. Solo importa su utilidad como material disponible. Se va despreciando cada vez más las manifestaciones propiamente humanas como son las artes y el conocimiento. Sin nuestro discurso propio y emancipador el mundo es una masa sin contenido ni significado. Tenemos que hablar, pedir, exigir, gritar, si es posible, para ser escuchados porque el día que callemos comenzaremos a vivir una vida de termitas, como decía Sándor Márai. Roeremos las maderas y caerán los pilares de las bibliotecas.
Así se expresaba Hannah Arendt acerca de lo propiamente humano y la cercanía de la amistad y el entendimiento. “Pues el mundo no es humano sólo porque está hecho por seres humanos, y no se vuelve humano sólo porque la voz humana resuene en él sino sólo cuando se ha convertido en el objeto de discurso. Sin embargo, por mucho que nos afecten las cosas del mundo, por profundo que nos estimulen, sólo se tornan humanas para nosotros cuando podemos discutirlas con nuestros semejantes”. Mientras hablamos nos escuchamos y conocemos de nosotros mismos, es “principio del psicoanálisis” Di como te afecta este aberrante reduccionismo de la libertad. Di como te asfixia vivir con miedo y “cuidándose de las esquinas”. Habla, habla, nunca calles porque ese día dejarás a otro lo más íntimo tuyo, te entregarás a los esbirros.
Aquello que no podemos convertirlo en práctica de nuestras vidas, lo esotérico, lo ominoso, lo sobrenatural, lo que rebasa nuestra capacidad y posibilidades no es propiamente humano, no podrá ser vivido con otros. Es el campo de lo inhumano. Ese hombre nuevo que en la utopía es inmaculado no es humano. Pero nos quieren torcer el brazo para que nos dediquemos a perseguir el “imperativo categórico”. Kant no pudo amar porque el amor está constituido de imperfecciones humanas. El mundo común permanece inhumano si lo concebimos poblado de ángeles asexuados. Pero tenemos la posibilidad de humanizar nuestro mundo, hablemos de ello, de lo que nos es común.
Rosa de Luxemburgo tardó mucho tiempo en entender que el verdadero desafío era el compromiso voluntario con nuestro mundo. Al quedar encerrados en una secta nuestro espíritu languidece. El compromiso es con el otro, con el amigo con los que no juegan a ser dioses y se empantana con la vida.
Estoy viendo una serie “Desplazados.” Creada y producida ´por Cate Blanchett, basada en eventos reales. Una mujer que enloquece por haber renunciado a sus afectos reales y tratar de encontrar en una secta quien la “quisiera”. La reducen a un objeto, la vejan y luego la botan como basura. Termina en un cetro de deportación de extranjeros indocumentados en su propio país, Australia, donde es tratada como una delincuente, aislada y maltratada hasta enloquecer. Así la encuentran los familiares, destruida, pero la rescatan. Se me antoja que muy bien podemos vernos en ese espejo porque estamos secuestrados y enloqueciendo. Dentro de poco sin identificación ni dignidad. Falta muy poco.
Cuando ya no nos permitan hablar, ni expresarnos de ninguna manera antes de “ser termitas” debemos marcharnos sin aún tenemos fuerza.
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