Ray Mackey (fotografía) |
Se nos acaba un organizador para orientarnos, se caen los criterios y se abren otras coordenadas para analizar y entender nuestra realidad. Tendremos que adaptarnos o seguir nadando contra corriente. Algunos nacimos con el complejo del Salmon y, que yo sepa, eso no se opera. No puedes arrancarlo de tu cuerpo y tener un cambio en tu anatomía. No se pueden operar tampoco las creencias fuertemente arraigadas en tu mundo y trasmitidas de generación en generación. Llegamos al futuro y no se si tuvimos un feliz aterrizaje, no he podido saberlo desde mi desgonzada y sorprendente vida. Todo lo que parece no es y lo inverosímil pasó a ser. Esa tranquilidad naturalidad con la que se aceptaba a un hijo, varón o hembra ya quedó en el recuerdo de abuelos y será narrado en las historias y anécdotas de los parlachines viejos. Se les oirá con ternura y una aceptación benévola.
No señor ahora usted no sabe si tuvo un varón o una hembra, hay que esperar a que él mismo lo relate cundo tenga capacidad de hablar y manifestarse. Un equipo de cirujanos bien formados con sus bisturís prestos estarán allí para hacer las modificaciones que su cuerpo amerita. Aquello de la vergüenza o los closets de refugio son cosas del pasado. Esa solapada discriminación de colores en el vestir no separará más nunca a los bebés que ya aparecen llegar con sus ojos pelados y sorprendidos. Ahora se vestirán con ropa trasparentes y pinchos en sus cabecitas y rodillas. Tiras plateadas y bordadas con cabezas de dragones y monstruos que se irán descubriendo cuando desembarquen los nuevos visitantes. No falta mucho para que podamos reunirnos y sentarlos en nuestra mesa, probaremos los manjares traídos del otro mundo. Se acabó la monotonía de los sabores y de los ruidos de los idiomas.
Todo aquel que se empeñe en seguir viendo el mundo tan simple como su pensamiento lleno de ideas prejuiciadas se lo indique será poco a poco marginado y empujado al abismo de una tierra que dejará de ser redonda y dar vueltas en una órbita sin sentido. Ya no será necesario pensar, ¿para qué?, otro le indicará qué hacer, como hacerlo, y sobre todo cuando hacerlo. La indecisión, el titubeo y la duda serán palabras en desuso por la pérdida de significado. Pero un nuevo mal se apoderará de las ciudades y campos y se esparcirá como una pandemia: el fastidio. A bostezar en concierto de gruñidos bien entonados formarán los nuevos coros de las iglesias. Mientras flotamos en nubes de santidad y complacencia con expresiones bobaliconas. Juguemos al carnaval y dejemos la diatriba inútil en búsqueda de libertad. Cuando lo ideal es estar fuertemente atados a una ideología y a la tutoría de los viejos sabios.
Es un triunfo haber dejado atrás ese mundo simple guiado por principios de convivencia y la sospecha como referente. Se acabarán los fantasmas acechando detrás de las puertas y debajo de la cama. No seremos empujados a colaborar con una comunidad en la que nos metieron a los trompicones. El individualismo triunfó y nos preparamos para autoabastecernos, nada de deberle nada a nadie. Se acabó.
A lo mejor llegan los platillos y si no quedan horrorizados y se van serán una alternativa de escape.
Disculpen por este mundo loco pero yo no lo inventé.