8 de febrero de 2023

El mal del que podemos morir

José Almeida


En estos días pudimos conocer que Venezuela fue clasificada por Transparencia Internacional como unos de los países más corrupto de América Latina junto a Nicaragua y Honduras. Un país que goza de total impunidad porque no hay leyes y sin valores no se podría esperar sino que sea albergue preferido por los delincuentes. Aparte de que tenemos nuestra cosecha autóctona no escatimamos en importar todo tipo de maleantes. Esto parece un país sin fondo, se han pasado mas de veinte años saqueando y parece que todavía hay botín que codiciar. Si a las reglas jurídicas y demás controles políticos no se suman “los valores y los asuntos públicos se traten con lealtad y respeto, nada se puede esperar de la lucha por sanear la administración” nos enfatizaba Norberto Bobbio. Junto a la corrupción y el irrespeto por los otros viene la demagogia su hermana gemela. El trato cínico a una sociedad que no muestra integridad.

Opina Fernando Savater lo que ya Freud había resaltado, el ser humano si no es controlado por su entorno su tendencia es delinquir y lo hará si se asegura que su acto no tendrá consecuencias. En la película “El ángel de la muerte” el enfermero asesino al ser interpelado sobre sus motivos para tal horror, contestó: “porque nadie me detuvo” este hecho basado en una historia real es muy ilustrativo de la importancia que tiene el control social y la introyección de los valores. Así que es muy válido que a los políticos se les exija rendición de cuentas de los recursos del estado que están administrando. Sabemos de antemano que no son santos. Y no es santidad lo que demandamos sino honradez. No hay sociedad en la que no se observe avaricias y conductas oscuras. Estamos perdiendo la democracia por la corrupción que gana terreno. Políticos que se comieron el cuento de ser una casta superior e intocable. Políticos somos todos, es el principio de la democracia, los votos tienen el mismo valor. Tranquiliza cuando se tiene un estado vigilante y justo.

La ética les pertenece a los individuos no a los colectivos ni a ninguna otra agrupación que formemos. Siempre estaremos como individuos asumiendo una responsabilidad, de allí que ni moralmente ni jurídicamente es válida la explicación que dan los malhechores y asesinos cuando son atrapados “porque me lo mandaron” o “era mi deber” como se defendió el nazi Adolfo Eichmann en el juicio en Israel. Hay que disminuir la pobreza, la ignorancia, el desempleo y la inflación y ya sabemos como son los indicadores en Venezuela. De la misma manera no tenemos motivos para esperar una disminución de la corrupción y de que dejen de seducir utilizando la mentira y las promesas falsas. Por el mismo fenómeno por lo que tenemos tanta impunidad tenemos políticos mediocres. Para dirigir masas de personas ignorantes e indiferentes no hay que formarse solo basta ser sagaz, como los animales.

Que mal y poco se ha entendido en nuestro país que no se tratan solo de normas y leyes escritas, que no se trata de una “mano fuerte” vociferando desde Miraflores. El problema es colectivo de años de formación. Como nos dice Adela Cortina: “Pocos repararon, durante el auge del constitucionalismo formal que por ciento setenta años ha sembrado incertidumbre en Latinoamérica, que la democracia no es problema de reglas únicamente; que el estado de derecho no se edifica sobre el frágil terreno de los presupuestos teóricos; que la economía de mercado es tema que tiene que ver con la idiosincrasia y la cultura, y que debe estar empapada por la ética”. Allí está la dificultad de nuestros países. La tarea es mucha y el camino empredado, pero no hay otro, mientras más rápido empecemos más temprano tendremos país. Si no emprendemos la tarea el populismo no será combatido y nos consumirá en la mediocridad y la pobreza.

 

 

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