27 de abril de 2022

Yo acuso



A los países se les puede despojar de toda generosidad por parte de sus autoridades, pueden estar dominados por déspotas arrogantes sin ningún respeto por los derechos del hombre. Se podrá adormecer a su población hasta el punto que nadie se la juegue por su honradez, puede que se pretenda quedar mudos, titubeantes, dubitativos, temblorosos. Todo esto es muy lamentable, pero se entiende y hasta cierto punto se espera. Lo que realmente es imperdonable es que ese fango queden también atascados aquellos que se erigieron en dirigentes de la oposición. No se atreven a poner en entredicho ningún poder ni a la opinión publica. Seres que no están comprometidos realmente con la causa que dicen representar, Venezuela y la democracia, solo se muestran inquietos ante una nueva elección.

Pero sabemos que los países se descarrían por un tiempo, a veces demasiado tiempo, pero suelen tomar nuevamente su carril sobre todo cuando el ciudadano no fleja, cuando siguen reclamando sus derechos y su libertad. El verdadero poder en una Nación lo ejerce su población que tiene como únicas armas su palabra y voluntad. Queda despojado, por un tiempo, de su integridad cuando los cañones apuntan a su pecho. Pero solo están adormecidos y a veces despiertan con tanta furia arrasando todo lo que encuentran a su paso, se tornan destructores y peligrosos. Allí los autócratas corren a esconderse en cuevas de donde suelen ser sacados y asesinados. Terrible, pero no midieron los riesgos de masacrar poblaciones enteras; bien sea masacrar su dignidad o sus cuerpos. Putin se metió en otro país y está acabando con la vida de miles de ciudadanos ucranianos, ¿qué destino le espera? El ser eliminado en lo que se debilite su escudo protector. El que fue cruel no se le oye cuando pide clemencia.

En Venezuela se ha definido el despotismo de sus gobernantes de muchas maneras. En su artículo de esta semana Nelson Chitty la Roche lo denomina “autocracia” y en el suyo Fernando Mires define el término autocracia como: “autocracia se refiere a una forma de dominación política ejercida por un líder o un círculo político, burocrático o militar. La diferencia con una dictadura es que la autocracia no monopoliza o no intenta monopolizar todo el poder, sino que mantiene franjas o segmentos subalternos que permiten la existencia del juego político” tomando en cuenta que la realidad venezolana puede encajar solo parcialmente en tal definición. Vemos como se cercena cada vez mas el derecho de opinión y las personas pueden ser detenidas sin importar su edad, porque al déspota le cayó mal un comentario. Estos hechos indignan despiertan odio, después no pregunten qué pasó cuando ese odio de desborde. Porque al igual Que Émile Zola ante la injusticia se puede levantar la voz de un “Yo acuso”. Se desliza, poco a poco, el país a una dictadura.

Mientras tanto la opinión publica va adquiriendo un tufillo también autocrático, su tono es mandatorio y no argumentativo. Ya no se acusa solo a los opresores sino a todo aquel que se atreve a salir del torrente mayoritario perdido y agotado. Mientras, “yo acuso” a los bandidos aposentados en los tronos y a los camuflajeados que se sirven del botín.

 

20 de abril de 2022

Una causa para vivir



Los seres humanos cada día se muestran mas adoradores de diferentes símbolos, bien encarnados por seres humanos o por simples objetos. Se muestra pasiones hasta el punto que cada día se hace más difícil hablar de cualquier cosa porque siempre hay fanáticos que se ofenden. Siempre me he cuidado de hablar de religión o de figuras religiosas porque sé de antemano que puedo ofender a los creyentes y quiero respetar, pero cada vez se me hace mas difícil saber cuales son las figuras sagradas, son muchas. Un líder político, un emblema nacional, una región particular, un deporte, una película, una obra de arte en general y pare usted de contar porque la lista es interminable. Somos adoradores y vivimos por una causa que erigimos como motivo único de vida, si se cae se cae la vida y eso no se puede permitir.

En el mercado se ofrecen al consumidor estas fábricas de deseos para que pueda llevar la de su preferencia, escoja su fetiche y colóquelo a resguardo de esas lenguas descreídas y desenfadadas, constituyen un peligro para su ideal. No lo ponga en circulación, no hable de sus virtudes porque vendrán los destructores prestos con sus machetes. Defienda su derecho a alucinar para proveerse de mayores alegrías en este valle de lágrimas. Ya la realidad y sus durezas pueden ser pospuestas para otros momentos.  Schopenhauer nos habló al respecto, sea un héroe de su existencia, un santo luchador por causas perdidas porque de lo que estamos seguros es de la imposibilidad de ser felices. Una vida heroica, no temeraria que desconozca los peligros, una que asuma el carácter trágico y desde allí, alcanzado el nivel, comience a dictar normas en toda dirección, esto sí, esto no, esto conviene a la causa y esto no. Entre el devoto creyente y el militante comprometido solo hay un cambio de religión nos asegura José Luis Ferri, así nos lo recuerda Víctor Cadet.

 Es lamentable este fanatismo atomizado porque encajona la vida, nos coloca gríngolas. Una sola causa nos hace débiles, vulnerables, los ídolos son de barro y se deshacen ante nuestra mirada angustiada, aunque despreciemos la realidad. Debemos tener valores, respetar las creencias y modos de vida, en el proceder ciudadano acorde con nuestro propio gentilicio que nos identifica, pero al mismo tiempo dejar que las ideas circulen, los tiempos cambian nuestra manera de pensar y nuestras creencias. Todo requiere esfuerzo, como recuerda Ana Teresa Torres “Nada es improvisado. Se requiere de una acción persistente por parte de la sociedad misma en la creación de su cultura propia, en mantenerla y respetarla y no menos costearla…”

Aquí estamos contemplando perplejos como afean la ciudad con adefesios fetiches, propios de una cultura que no es la nuestra, sino más bien producto de la brujería y el mal gusto. Eligen nuestras calles como escenarios de dioses paganos y cambian nuestros símbolos sin consultarnos. Estamos espantados, pero también paralizados. No son nuestras esas horribles imágenes porque incluso los objetos productos del sincretismo religioso los conocemos y queremos.

Tendremos un gran trabajo cuando logremos desinfectar Miraflores, hay que sacar toda esa basura y limpiar nuestras calles nuevamente. Cambiar los símbolos que nos arrebataron y volver apropiarnos de nuestros nombres y lenguaje. Algún día la construcción se logrará.

 

13 de abril de 2022

Una sociedad asediada

Pascal Campion


En las sociedades dominadas por una autoridad déspota es natural que se despierte en sus integrantes una sensación de persecución y de daño inminente. Se vive esperando una catástrofe, y cuidando no cause destrozos irreparables. No siempre es posible porque el bombardeo de sinsabores no cesa. El déspota ataca por varios flancos y se hace imposible detenerlo. Va aumentando la sensación de indefensión, de impotencia y produce el efecto de irse entregando derrotado con la esperanza de sobrevivir y de fantasear con una fuerza extraña que acabe con la tragedia opresora. Niños que crecieron en familias rígidas, autoritarias suelen reaccionar a los golpes con culpa y pensando que se lo merecen, después de veinte años muchos no conocen sino al déspota, ¿pensaran que es natural el maltrato? No lo sé, las familias deben hacer el contraste y hablarles.

Tenemos años de sometimiento y ya se ha producido una especie de quiebre en nosotros, no somos los mismos. No dejo de asombrarme como vamos aceptando cualquier medida injusta y opresora sin rechistar. A lo mas que llegamos es a buscar formas para evadir la crueldad de las consecuencias. Pero olvidamos que tenemos posibilidades de cambiar radicalmente nuestra realidad, nos domina una imposibilidad. Quedan voces interesantes indicando las vías que nos conducirían a un mejor destino, pero me da la impresión que no se están oyendo. Como todo ser sensato ya no ilusionan con un inmediatismo, llaman a organización de elecciones, fortificación y depuración de instituciones, despreciamos estas tareas por imposible y lejanas. No entusiasma ese trabajo de hormiguita de las estrategias políticas serias. Esas experiencias inmediatas, ya lo hemos visto, provoca pasiones también inmediatas y luego la sensación de haber sido traicionados por su fracaso. Queremos entender el mundo y su acontecer como un espejo plano, de superficies observables y no indagar aquello que es el trasfondo y que le dan forma y contenido a esa superficie, que lo condiciona.

Es la siempre y corriente confusión entre el orden simbólico con el imaginario y el real. Lo simbólico es lo que determina lo propiamente humano, el pensamiento, el leguaje, la única vía para ganar terreno a lo indómito, a lo siniestro. El plano que nos posibilita la creación de nuevos órdenes y superación de la barbarie. Para dejar de ser salvajes y acceder al conocimiento y a la educación necesitamos hablar y pensar, es la puesta en Juego de la subjetividad. La palabra aclara, pero también engaña y estamos siendo sometidos a todo tipo de engaños, razón por la que nos hemos vuelto descreídos. El déspota nos somete y maltrata, pero con estas acciones se deshumanizan, ¿por qué hay que tratarlos como gente? Porque nosotros si somos humanos y no negociamos nuestra condición. Aceptemos nuestros errores y sigamos invirtiendo nuestras fuerzas para vencer el mal que se apropió del país y nos quitó el futuro.

Nos une al mundo occidental un sistema político, su forma de organizarse regido por leyes y normas, aunque las culturas sean muy distintas. Nos une un orden simbólico.