3 de noviembre de 2021

Vivimos en una casa embrujada

Diego Rivera


Entre la sensación y el entendimiento contamos con la poderosa imaginación. Gracias a esta importante facultad podemos hacer que las experiencias ausentes se nos hagan presentes, enriquecidas con los contenidos propios del que imagina. Nunca imaginamos las cosas como en realidad son, las enaltecemos o las degradamos según imponga el sentimiento. Las podemos emplear para darle material al entendimiento en búsqueda de la verdad o también para aterrorizar a propios y extraños. Últimamente hemos adquirido la mala costumbre de vivir en un eterno Halloween, representándonos espantosas imágenes, divulgándolas y disfrutando con la maldad y el miedo. Cuando las circunstancias requieren de nuestro razonamiento ajustado a la realidad no llegamos hasta allí, preferimos los monstruos sobrehumanos determinando nuestro existir. Vivimos en una casa embrujada.

Desde que Aristóteles (Siglo V a.C.) pisó estas tierras y se dedicó a instruir a la humanidad sabemos -o deberíamos saber- que nuestro deber ético, siendo humanos, es sobrepasar el terreno de la mera supervivencia y dar un paso desde el vivir al vivir bien. Para ello hay que razonar, pensar para poder actuar con criterio y lograr lo que deseamos como sociedad. Actuar, hay que repetirlo hasta el cansancio. Pero no de forma instintiva ni obedeciendo mandatos de mediocres. Se trata de actuar según nuestro criterio bien fundamentado y para ello no hay atajos ni coartadas imaginativas. Para lograrlo hay que razonar con conceptos y categorías bien documentadas, considerando experiencias pasadas y contando con nuestra historia y manera de ser. Documentarse y leer son tareas ineludibles.

No podemos estacionarnos complacidos haciendo inferencias con premisas falsas para demostrar a un ego complaciente lo sagaces que somos viendo conspiraciones hasta debajo de la cama. “Ven lo listo que soy, a mí nadie me engaña” posiblemente no, te engañas tu solito con esa flojera mental. Si queremos calificar como humanos civilizados respirando en el Siglo XXI estamos obligados a inferir adecuadamente y a actuar en conjunto con otros para lograr nuestro bienestar colectivo y esa actividad por excelencia es la Política. Si, esa con “P” mayúscula. Recordar y debatir con aquellos que comparten nuestra casa y costumbres. Hablar se nos hace urgente para llegar a mínimos acuerdos y proceder en consecuencia. Descorazona ver la pobreza mental de nuestros líderes repitiendo de forma tan mediocre como que carecieran de esa facultad propiamente humana, el razonamiento. Es que no poseen ni recuerdos.

Preferimos permanecer con nuestros disfraces de monstruos, asustando en cada esquina, dibujando escenas macabras y creyendo en cuentos fantasmas. Embrujados con nuestros cajones de donde extraemos sapos y culebras. “Se elige lo que se ha decidido como resultado de la liberación” indicaba  Aristóteles, pero nosotros no alcanzamos ni siquiera a una gran imaginación. Si, es cierto, me dice mi interlocutor “aquí hay personas muy talentosas y creativas”, no lo discuto, pero en la palestra pública, entre los líderes políticos no veo a ninguno. De ellos solo espero que molesten poco porque la tolerancia se encuentra resquebrajada. Que no hagan tanto ruido porque incomodan. Es lo que me espanta de haber llegado a una campaña electoral sin una mínima explicación ni reflexión por parte de tanto candidato gastado. No ha habido intercambio de opiniones con la ciudadanía, ellos solos con sus fantasmas debatieron y decidieron.

Cuando salgan al mundo y comiencen a percibir tanta destrucción y miseria correrán nuevamente a refugiarse en sus casas embrujadas para que continúe el Halloween. Porque el dictamen, por ahora, es “todo menos pensar”.

 

3 comentarios:

  1. Un texto aleccionador. Bastante falta le hace a esa clase política que solo puede percibir la Política con la p muy chiquitica.. Gracias, Marina, por escribir, y escribir de modo tan "claro y distinto". Un abrazo inmenso.

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  2. Para eso hacen falta hogares en los que los padres le den ejemplos de honestidad a sus hijos.
    Gracias por tus excelentes escritos.

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