18 de agosto de 2020

Tierra y cielo se pueden encontrar

 

 Zdislaw Belksimski

Es interesante la polémica que suscitó el comunicado de la Conferencia Episcopal Venezolana por las múltiples y diferentes interpretaciones que tuvo. Por supuesto uno enseguida se pregunta por las causas de tan disimiles versiones. Lo primero fu leer el comunicado y comprobar la claridad de su contenido, no había lugar a dudas, el comunicado expresa su llamado a votar en los comicios de diciembre aun reconociendo todos los vicios del proceso. Entonces sigue vigente la pregunta, ¿Qué factores intervienen para que tengamos tan disímiles percepciones? Parto de la base que todos por igual entendemos el idioma y sabemos leer. Compartimos una inteligencia media aceptable, allí no radican las diferencias. Se me ocurre entonces que los prejuicios, el deseo, la duda son factores fundamentales en personas que vivimos constantemente ansiando encontrar respuestas que se acomoden a nuestras creencias liberadoras.

Por lo demás no es inusitado esta Torre de Babel en un mundo que no solo fue atravesado por la duda cartesiana sino, como nos explica Hannah Arendt, por el crecimiento de la duda junto con el desarrollo de la ciencia. Estos factores fueron contribuyendo al individualismo, la introspección y la pérdida del sentido común. Mientras más aislados y alejados de la acción creativa, -que nos obliga a contribuir con otros seres humanos- más perdidos estaremos en un mundo interno con sus propias reglas y dinámicas. Perdidos en cuanto al mundo externo y el acceso a la verdad interpretativa. Considera Arendt que las relaciones humanas han sido afectadas por el individualismo como estilo de vida que predomina en nuestra época. Un hombre tragado por el trabajo rutinario y por labores la mayoría domésticas.

El mejor camino para acceder a la verdad consiste en eliminar prejuicios por lo que dudar para Descartes era fundamental en un ser que se arriesga a toparse con verdades. Una crisis como la terrible que sufrimos los venezolanos nos obliga a vivir en un constante planteamiento de preguntas para las que requerimos nuevas respuestas. Las respuestas encontradas, esas que provienen de otros llamados a responder, hace tiempo no  ofrecen novedades y por ello esa necesidad compulsiva de inventarnos haber oído lo que el otro no dijo sino lo que yo hubiese querido que dijera. Ese mundo fantasioso me permite descansar por breve tiempo en fantasías, pero pronto la realidad impertinente me despertara con un manotazo, porque delicada no es. Mientras las crisis se ahondan cuando respondemos a ella con prejuicios, perdemos la posibilidad de la reflexión y el aprendizaje.

El hombre faber, capaz de fabricar todo un mundo tecnológico admirable con sus manos se encuentra lento y perezoso con su mundo interactivo que ya no se conforma solo con la especulación religiosa o dogmática sino que requiere experimentación. Poco arriesgado sus respuestas son tímidas y obedecen, por lo general, a respuestas dadas en un pasado, lo nuevo al salirse de sus esquemas es despachado como equivocado y si no su emisor acusado de cualquier lindura que a Ud. se le ocurra. Pero lo cierto es que nadamos en la duda de creencias tradicionales.

El hombre es sin embargo artífice de todos sus actos, es él quien plantea hipótesis y realiza los experimentos, el deseo del experimentador que interviene en los resultados es una variable no controlada siempre presente. Así que no busquemos purezas, perfecciones en un mundo cuya verdad ultima nos es inaccesible. Pero tanta confusión tampoco, aunque sea artificiosa. La cosa es que no queríamos pero se dijo. Los Obispos llaman a votar contra viento y marea mientras los laicos recogen firmas en un llamado a corregir irregularidades anticonstitucionales y posponer los comicios. No hay contradicciones tierra y cielo pueden encontrarse.

 

 

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