Pedro Cabrera |
Estamos muy fastidiados de la constante discusión sobre lo
mismo, los mismos argumentos, la misma retórica, la repetición infructuosa sin
emoción. Ya nadie escucha y con razón, ¿Por qué prestar atención a componendas
donde no se nos está tomando en cuenta? Es que acaso en este momento no es más
importante atender a nuestras penurias diarias que perder el tiempo en lo mismo
análisis que se están esbozando desde hace años. Ni para adelante y sí mucho
para atrás. Porque hubo un tiempo en que se creyó en la lucha de la oposición,
en el que salíamos a la calle con mucho más arrojo que estos mal llamados líderes,
que a la primera piedrita salían huyendo en sus motos. Yo los vi, sin negar uno
que otro acto valeroso. Políticos que no se hacen responsables de sus actos y
que por lo tanto no cargan sobre sus espaldas la culpa de la que nos hablaba
Max Weber. No dan la talla como afirma Soledad Belloso pero no hay tampoco
reemplazo.
Así que además de todas las penas que desde hace mucho nos
acompañan se une ahora el fastidio. Dejen de impartir órdenes con sus posturas
caricaturescas de quien tiene mando o autoridad de cualquier orden. Autoridad
moral o intelectual ya no la tiene nadie. A nadie ya se le concede crédito o
confianza. Solo fastidian, no mueven, no convencen, no emocionan. No hay
estrategias, no hay narrativa. Entiendo que la democracia no es solo ir a votar
o dialogar es también y sobre todo un proyecto de país, la conformación de una
sociedad donde se pueda vivir en paz con respeto y justicia. Una sociedad donde
la vida tenga posibilidad. No se trata de vidas heroicas, se trata de vidas
sencillas en las que podamos caminar sin miedo, reunirnos para conversar con
los amigos y compartir un vino, jugar con los nietos y poder visitar a nuestros
padres en el cementerio. Una sociedad que no olvide sus paisajes, esos bellos pueblos nuestros con sus iglesias
coloniales. Donde no se irrespete el arte y donde todos reconozcamos en la
calle, al verlo pasar, a Rafael Cadenas.
Estamos quizás en el final de una etapa sin que se haya visto
el esbozo de la nueva. Se habla del fin de la política como lo vaticinó una vez
Fukuyama (1992) creyendo que ya los peores males habían terminado con el
triunfo de Occidente y la democracia liberal. El final de la Guerra Fría, creyó
Fukuyama conduciría inexorablemente a la voluntad de ser reconocidos por los
otros, predijo así, el final de las ideologías. Que lejos estaba de lo que
pasaría en el siglo XXI con la eclosión de nuevos conflictos; los valores de la
democracia liberal están siendo cuestionados y demolidos por los mismos
mecanismos democráticos. No se necesita demasiada explicación, somos testigos
directos como votando y dialogando, muy civilizados pues, entregamos nuestra
libertad a los bárbaros. No se ha aprendido nada nuevo, se sigue pensando como
si tuviéramos en un orden democrático de separación de poderes y capacidad de
negociación. Los llamados son a utilizar las mismas herramientas una y otra vez
en una repetición sin fin. Vota y negocia son los medios que se conocen y que
han fracasado sin haberse hecho análisis serios ni rectificación de errores.
Violencia contra claveles.
Las democracias comienzan a ser cuestionadas y atacadas en
nuestro mundo occidental y quizás estemos presenciando el comienzo de nuevas
formas de organización que aún no entendemos y que ojalá no sean como la que
presenciamos en nuestro país, porque tendremos que decretar el fin de la
libertad y la igualdad. Habrá quien después postule y escriba tratados sobre el
triunfo del totalitarismo y las hegemonías. No sé cómo será ese infierno al que
nos dirigimos pero se avizora tenebroso.
No es que haya habido muchos cambios en el mundo en cuanto a
las organizaciones políticas, pero sí muy importantes. Cada vez que hay un
acontecimiento significativo se observan los cambios de paradigma y la ilusión
del final de la historia. Hegel en 1806 también plantea un fin de la historia
cuando triunfa la Revolución Francesa y la inminente universalización del
Estado con los valores de libertad e igualdad. También se equivocó, la misma
libertad y la igualdad traerían los gérmenes de su destrucción. La caída del
Muro de Berlín y la Revolución Francesa produjeron cambios significativos en
las organizaciones sociales del mundo Occidental. ¿Cuáles van a ser las
consecuencias del 11 de Setiembre del 2001, el atentado de las Torres Gemelas en
New York? Atentado que hirió en su corazón a la democracia más sólida de
nuestro continente y declara la guerra de la barbarie en contra de la
civilización. Estamos observando los síntomas pero aún no sabemos a lo que
conducirá ésta herida mortal. Vemos a las democracias, tal como las conocemos,
haciendo agua y nos llena de incertidumbre y miedo. Los mecanismos propios de
sus sistemas ya no están funcionando o están funcionando en su destrucción. Se
enfrió el optimismo democrático.
Nadie tiene ahora conocimientos certeros y no hay discursos
articulados por eso fastidia la misma retórica pronunciada con ínfulas
arrogantes. No hay finales de historias, hay finales de conceptos. La realidad
no se detiene lo que se puede detener es el pensamiento o entrar en receso. No
se está pensando con la profundidad como lo amerita el grave problema que se
nos vino encima, solo se repiten fórmulas gastadas y lo que provocan es un gran
fastidio. Unas sociedades reactivas y bostezando cuando hablan sus políticos es
lo que se está observando. ¿Es que nos le da vergüenza seguir con el micrófono
en la mano ante un público adormitado? O simplemente es que no lo ven.