Es una tendencia humana comenzar a desear aquello de lo que
se carece. En un mundo tan incierto donde nada es predecible ni controlable,
comenzamos a quejarnos y a sufrir por la imposibilidad de planificar. Todo
fracasa porque en medio de tantas sorpresas y factores inesperados planificar
es una tarea fracasada de antemano. En la vida hay aspectos que son
susceptibles de planificación y deben ser manejados con un estricto orden y
administración adecuados, aunque siempre saltarán variables imprevistas de
fácil o difíciles controles. La economía podría ser una de ellas, aunque los
factores sociales que interfieren puedan llagar a distorsionar los resultados.
A tiempo deben implementarse los correctivos. Cuando se trata de la administración
hogareña, solemos manejar los presupuestos y asignaciones para cada rubro de
gastos fijos. Claro no en una economía distorsionada y con una hiperinflación
que es catalogada de las más altas del mundo. Se hace imposible dicho control.
Observo en mi consulta un fenómeno que me ha llevado a hacer
ciertas consideraciones. Las personas intentan planificar y controlar lo que no
podrá ser nunca objeto de tratos propios de laboratorios. El amor, podemos
afirmar sin temor a equivocarnos, no es susceptible de ser aprisionado en la
elegancia matemática ni en las exactitudes científicas. El amor no es tratado
por la ciencia porque es producto de un sujeto, un sujeto que desestabiliza y
es por ello, precisamente, que es capaz de emitir las palabras de amor para que
otro sujeto emerja en su vida. El amor es constitucional a un sujeto y a la vez
es factor constituyente de todo humano que nace. Pero no podemos controlarlo,
no hay planificación que resulte. No hay probetas ni tubos de ensayos, no hay
microscopios, ni incubadoras, no puede ser visualizado con aparatos de alta
precisión. No lo busquemos en las ecuaciones, ni en las neurociencias ni en
neurobiología. Sencillamente no lo busquemos el surge, se siente, se toca, se
huele, se oye y luego se cultiva. Es objeto de un arte creativo y bello, si no
se desvanece.
Es un trazo poiético del sujeto, perteneciente a un mundo
interno, que fue el que Descartes privilegió para el ser del sujeto. Con su
afirmación del pensamiento como prueba de la existencia Descartes se apoyó en
el mudo interno, cuando ya el mundo externo estaba absolutamente puesto en
duda. No hay sujeto sin objeto, en primera instancia es la mirada de otro ser
que se nos antoja bello el que cautiva pero que si no encontramos su alma se
ira marchitando hasta que se diluyan los últimos trazos. Aterra observar como
la poesía ha ido desapareciendo de los discursos cotidianos. Como al estar
rodeado de paisajes destruidos nuestra alma se va secando y empobreciendo. Aterra
ver a las personas sufriendo porque todas sus planificaciones para mantener al
otro a su lado fracasan y como olvidan las bellas formas. Aterra escuchar
hablar de los hijos con síntomas terribles como si estuvieran hablando de una
cuenta de supermercado. Aterra observar el amor concebido como una hoja de
cálculo. Si, si amamos existimos y también sufrimos.
La ciencia moderna crea al sujeto pero después no sabe cómo
entenderlo porque arruina toda pretensión de cálculo y esto incomoda a la
ciencia. Una vez creado este peculiar y único ser por el hecho de pensar surge
de inmediato el inconsciente con su manifestación sintomática y deja a los
científicos desconcertados y enfrentados a su propio goce controlador. En todo
experimento hay un sujeto que observa e introduce variables que no se descubren
fácilmente. Después de los años se conoce la invalidez o falseamiento de muchos
resultados o simplemente el engaño de científicos ávidos de premios y
reconocimientos. Sin embargo hay teorías irrefutables que permanecen en el
tiempo y que sirven de escalón a nuevos resultados. En las ciencias no falta
tampoco la dimensión poética del ser humano.
Son las mujeres las
que más se acercan a la consulta porque están más capacitadas para
identificarse con sus padecimientos y acercarse a la verdad, pero se están
comportando como los hombres que creen saber. ¿Es esto producto de los
discursos feministas? ¿O es que este mundo hostil y raro que padecemos perdió
todo rasgo femenino? Afortunadamente no todas porque la mujer no hace conjunto.
La mujer habla sobre lo que no se puede decir, (contradiciendo a Wittgenstein)
porque es fácil para la polémica y para revertir el orden. No fue un antojo de
Freud cuando manifestó que no las entendía al no poder identificar su goce. Ese
que se escapa de todo control porque
busca poder decir su experiencia en lo imposible de decir. Puede, la mujer,
arrinconar al otro en un real enloquecedor, enloquecedor de amor o de horror.
Ahora pareciera que están horrorizadas y quieren probar las formulas masculinas
de control obsesivo. Fracasan y sufren. Al preferir permanecer en sus mentiras
no se tranquilizan porque conocen la falsedad de lo que ocultan por miedo. Es
verdad siempre es así, los seres humanos nos engañamos, pero hoy se está
observando un fenómeno distinto, la ausencia del interés creativo.
La imaginación puesta en palabras, el arte de seducir para el
deseo sexual, el arte de hablar y escuchar, el arte para escribir y el arte que
debemos introducir en las lecturas. El arte de besar y de educar, de
divertirnos y de erotizar. No es posible que la mujer pretenda reducirse a una
administración práctica, no en este mundo de hoy, no hagan el intento porque
resulta una catástrofe. Seduce una mujer que es mujer, no por nacimiento sino
porque se hizo. Así como también hay hombres que saben cultivar su alma
femenina y son de una ternura inconmensurable, sin su presencia poética tampoco
se sostiene el amor. Ese amor que podemos sentir como lo más deseado pero que
se manifiesta siempre en riesgo.
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