25 de julio de 2018

El amor no es científico



Es una tendencia humana comenzar a desear aquello de lo que se carece. En un mundo tan incierto donde nada es predecible ni controlable, comenzamos a quejarnos y a sufrir por la imposibilidad de planificar. Todo fracasa porque en medio de tantas sorpresas y factores inesperados planificar es una tarea fracasada de antemano. En la vida hay aspectos que son susceptibles de planificación y deben ser manejados con un estricto orden y administración adecuados, aunque siempre saltarán variables imprevistas de fácil o difíciles controles. La economía podría ser una de ellas, aunque los factores sociales que interfieren puedan llagar a distorsionar los resultados. A tiempo deben implementarse los correctivos. Cuando se trata de la administración hogareña, solemos manejar los presupuestos y asignaciones para cada rubro de gastos fijos. Claro no en una economía distorsionada y con una hiperinflación que es catalogada de las más altas del mundo. Se hace imposible dicho control.

Observo en mi consulta un fenómeno que me ha llevado a hacer ciertas consideraciones. Las personas intentan planificar y controlar lo que no podrá ser nunca objeto de tratos propios de laboratorios. El amor, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, no es susceptible de ser aprisionado en la elegancia matemática ni en las exactitudes científicas. El amor no es tratado por la ciencia porque es producto de un sujeto, un sujeto que desestabiliza y es por ello, precisamente, que es capaz de emitir las palabras de amor para que otro sujeto emerja en su vida. El amor es constitucional a un sujeto y a la vez es factor constituyente de todo humano que nace. Pero no podemos controlarlo, no hay planificación que resulte. No hay probetas ni tubos de ensayos, no hay microscopios, ni incubadoras, no puede ser visualizado con aparatos de alta precisión. No lo busquemos en las ecuaciones, ni en las neurociencias ni en neurobiología. Sencillamente no lo busquemos el surge, se siente, se toca, se huele, se oye y luego se cultiva. Es objeto de un arte creativo y bello, si no se desvanece.

Es un trazo poiético del sujeto, perteneciente a un mundo interno, que fue el que Descartes privilegió para el ser del sujeto. Con su afirmación del pensamiento como prueba de la existencia Descartes se apoyó en el mudo interno, cuando ya el mundo externo estaba absolutamente puesto en duda. No hay sujeto sin objeto, en primera instancia es la mirada de otro ser que se nos antoja bello el que cautiva pero que si no encontramos su alma se ira marchitando hasta que se diluyan los últimos trazos. Aterra observar como la poesía ha ido desapareciendo de los discursos cotidianos. Como al estar rodeado de paisajes destruidos nuestra alma se va secando y empobreciendo. Aterra ver a las personas sufriendo porque todas sus planificaciones para mantener al otro a su lado fracasan y como olvidan las bellas formas. Aterra escuchar hablar de los hijos con síntomas terribles como si estuvieran hablando de una cuenta de supermercado. Aterra observar el amor concebido como una hoja de cálculo. Si, si amamos existimos y también sufrimos.

La ciencia moderna crea al sujeto pero después no sabe cómo entenderlo porque arruina toda pretensión de cálculo y esto incomoda a la ciencia. Una vez creado este peculiar y único ser por el hecho de pensar surge de inmediato el inconsciente con su manifestación sintomática y deja a los científicos desconcertados y enfrentados a su propio goce controlador. En todo experimento hay un sujeto que observa e introduce variables que no se descubren fácilmente. Después de los años se conoce la invalidez o falseamiento de muchos resultados o simplemente el engaño de científicos ávidos de premios y reconocimientos. Sin embargo hay teorías irrefutables que permanecen en el tiempo y que sirven de escalón a nuevos resultados. En las ciencias no falta tampoco la dimensión poética del ser humano.
  
Son las mujeres las que más se acercan a la consulta porque están más capacitadas para identificarse con sus padecimientos y acercarse a la verdad, pero se están comportando como los hombres que creen saber. ¿Es esto producto de los discursos feministas? ¿O es que este mundo hostil y raro que padecemos perdió todo rasgo femenino? Afortunadamente no todas porque la mujer no hace conjunto. La mujer habla sobre lo que no se puede decir, (contradiciendo a Wittgenstein) porque es fácil para la polémica y para revertir el orden. No fue un antojo de Freud cuando manifestó que no las entendía al no poder identificar su goce. Ese que se escapa de todo control  porque busca poder decir su experiencia en lo imposible de decir. Puede, la mujer, arrinconar al otro en un real enloquecedor, enloquecedor de amor o de horror. Ahora pareciera que están horrorizadas y quieren probar las formulas masculinas de control obsesivo. Fracasan y sufren. Al preferir permanecer en sus mentiras no se tranquilizan porque conocen la falsedad de lo que ocultan por miedo. Es verdad siempre es así, los seres humanos nos engañamos, pero hoy se está observando un fenómeno distinto, la ausencia del interés creativo. 

La imaginación puesta en palabras, el arte de seducir para el deseo sexual, el arte de hablar y escuchar, el arte para escribir y el arte que debemos introducir en las lecturas. El arte de besar y de educar, de divertirnos y de erotizar. No es posible que la mujer pretenda reducirse a una administración práctica, no en este mundo de hoy, no hagan el intento porque resulta una catástrofe. Seduce una mujer que es mujer, no por nacimiento sino porque se hizo. Así como también hay hombres que saben cultivar su alma femenina y son de una ternura inconmensurable, sin su presencia poética tampoco se sostiene el amor. Ese amor que podemos sentir como lo más deseado pero que se manifiesta siempre en riesgo.

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