Einstein: Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas. |
Una democracia no se define únicamente por los procesos
electorales. Pero no hay un demócrata que conciba vivir en un sistema donde
están abolidos los procesos electorales. Elegir a los representantes por muchos
años fue un acto natural y un motivo de fiesta para los venezolanos. Participábamos
en caravanas haciendo bulla por el candidato preferido. Discutíamos con la
familia y amigos de forma amigable. Esperábamos el día con entusiasmo; después
de votar nos reuníamos en espera de los resultados y seguíamos el proceso y
comentarios por una televisión libre. De aquellos tiempos solo nos queda el
recuerdo. Todo desapareció y con ello también el entusiasmo, hasta los más
fervientes promotores del voto lo hacen de una forma apagada, conscientes de
que vamos a un proceso electoral con todo en contra. Momento triste, de
pleitos, acusaciones e insultos. Presenciamos en todo su esplendor el grado de
frustración y desencanto de una sociedad que ha sido por mucho tiempo
martirizada.
Todo cambia es cierto, pero no es normal este estancamiento
en la infelicidad que ya hace casi veinte años nos martiriza. Hemos dado la
lucha en todos los terrenos y la vamos a seguir dando porque aun recordamos lo
que es vivir en democracia. Como dice Jhumpa Lahiri acostumbrarse a un pequeño
y tan limitado mundo lo que hace es construir miedos. No estamos acostumbrados
y es por ello los sentimientos de frustración y rabia que produce no ver aún
satisfecho el deseo colectivo por excelencia: salir de estos delincuentes que
nos mantienen acorralados y maltratados. Pero estamos en ese proceso que cada
vez toma más cuerpo a nivel internacional. No los queremos nosotros pero
también el mundo muestra su rechazo, no estamos solos como lo estuvimos. Este
solo factor hace una diferencia importante por lo que seguir mostrando nuestro
temperamento libertario, nuestra rebeldía indoblegable, nuestra voluntad
decidida es combustible indispensable para el ruido internacional.
La frustración es el sentimiento propio al no ver cumplido un
deseo. Vamos por la vida de frustración en frustración porque es corriente que
no todo lo que deseamos sea posible conseguir, dependemos de otros seres
humanos que nos imposibilitan o arrebatan lo deseado. El mundo y su sistema de
mercado nos hicieron complicado también el mundo del deseo. Muchos objetos,
muchas imágenes ideales de belleza, riquezas y lujos nos invadieron por las
pantallas comerciales de venta de deseos. No todos asequibles, no digamos en
estos momentos en el que estamos empobrecidos, nunca podemos agotar los requisitos.
Pero va cambiando la manifestación de la frustración en la medida que crecemos
y va cambiando también la manera como la tramitamos. Cuando somos niños podemos
patear en el suelo y armar un berrinche, podemos odiar a los que hacemos
responsables de nuestra frustración, generalmente los padres. Pero ¿Ustedes se
imaginan si hubieran visto a su papá armando un berrinche frente a la
televisión por no poder adquirir un Mercedes Benz? Nos hubiésemos asustado y
mucho. Bien, ese espectáculo es el que estamos dando por las redes sociales.
Armando berrinches y odiando a los responsables.
Queridos adultos si queremos ser felices no lo podemos lograr
sino en conjunto. La felicidad es política, no hay satisfacción sino colectiva.
A menos que seamos como esas personas que mantienen siempre un deseo
insatisfecho; consigan lo que consigan siempre quieren otra cosa, porque la
felicidad esta en otra parte. Así que aquí no hay por lo momentos otra salida
que acudir al evento electoral al que somos convocados, por ahora, porque
también puede ser suspendido. Iremos sin alegría, sin expectativas pero cabe
preguntarse ¿No será hasta mejor si no esperamos nada de tal evento?, la resaca
del día siguiente será más leve, creo yo. Pero no es tan simple la cosa,
siempre se espera algo, siempre se tiene escondidas unas esperanzas que ya da
vergüenza asomarlas. Pero están ahí. Cuando uno ya no tiene nada de lo que
agarrarse, donde no se espera nada de nadie, uno solo le queda agarrarse de sí
mismo. Lacan lo definía como “el momento de lo imposible” que nos hace ver con
claridad la condición del ser humano, el desamparo, pero mejor armados para
saber “lo que es y lo que no es”. No es la promesa irresponsable de soluciones
sin traumatismos e inmediatas. Ese “YA” que tanto daño ha proporcionado.
El saber es limitado y siempre nos va a sorprender un “no saber”
porque como dice Jacques Derrida sin un “no saber” no se produce el
acontecimiento. Así que voy a votar porque “no sé”, porque es un acto al que no
me voy a negar, porque “no sé” cuales puedan ser sus consecuencias. Por
ignorante voy a votar, porque no sé cuál es el camino “correcto” porque “no sé”
de estrategias políticas, porque no tengo a la mano otra salida. Porque estoy
desesperada y no me quiero ir, porque ya aprendí que solo en mis actos me
reconozco y de frustraciones llevo una gran bolsa a cuesta. Porque me veo ante
un compromiso y no lo voy a eludir. Si me roban no será la primera vez, y no
por boba sino porque el otro es un ladrón. Si no me dan lo que quiero ya
entiendo que el otro no puede porque es también incompleto, porque se equivoca,
porque tampoco sabe, y no es porque no quiere o me traiciona. Se me cayeron los
espejismos hace mucho tiempo atrás y sin remedio. Estoy sola con mis actos y
reflexiones y éstas me indican que debo ir a votar. Sin argumentos, sin
explicaciones y con muy pocas ganas de convencer a nadie, insisto voto por
ignorante.
Al igual que Zygmunt Bauman ya no espero ese orden en que las
cosas sucedan como espero que sucedan, al contrario mi preocupación es no
devenir en un caos interno, y todo me está empujando a ello. Me dispongo a
vivir en un mundo tremendamente ambiguo. Errantes que solo podemos esperar
cierto orden en los propios actos, solo podemos aspirar a ser coherentes con
uno mismo. Quizás sea allí donde radica mi certeza, solo allí.
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