3 de octubre de 2017

Voto por ignorante


Einstein: Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas.


Una democracia no se define únicamente por los procesos electorales. Pero no hay un demócrata que conciba vivir en un sistema donde están abolidos los procesos electorales. Elegir a los representantes por muchos años fue un acto natural y un motivo de fiesta para los venezolanos. Participábamos en caravanas haciendo bulla por el candidato preferido. Discutíamos con la familia y amigos de forma amigable. Esperábamos el día con entusiasmo; después de votar nos reuníamos en espera de los resultados y seguíamos el proceso y comentarios por una televisión libre. De aquellos tiempos solo nos queda el recuerdo. Todo desapareció y con ello también el entusiasmo, hasta los más fervientes promotores del voto lo hacen de una forma apagada, conscientes de que vamos a un proceso electoral con todo en contra. Momento triste, de pleitos, acusaciones e insultos. Presenciamos en todo su esplendor el grado de frustración y desencanto de una sociedad que ha sido por mucho tiempo martirizada.

Todo cambia es cierto, pero no es normal este estancamiento en la infelicidad que ya hace casi veinte años nos martiriza. Hemos dado la lucha en todos los terrenos y la vamos a seguir dando porque aun recordamos lo que es vivir en democracia. Como dice Jhumpa Lahiri acostumbrarse a un pequeño y tan limitado mundo lo que hace es construir miedos. No estamos acostumbrados y es por ello los sentimientos de frustración y rabia que produce no ver aún satisfecho el deseo colectivo por excelencia: salir de estos delincuentes que nos mantienen acorralados y maltratados. Pero estamos en ese proceso que cada vez toma más cuerpo a nivel internacional. No los queremos nosotros pero también el mundo muestra su rechazo, no estamos solos como lo estuvimos. Este solo factor hace una diferencia importante por lo que seguir mostrando nuestro temperamento libertario, nuestra rebeldía indoblegable, nuestra voluntad decidida es combustible indispensable para el ruido internacional.

La frustración es el sentimiento propio al no ver cumplido un deseo. Vamos por la vida de frustración en frustración porque es corriente que no todo lo que deseamos sea posible conseguir, dependemos de otros seres humanos que nos imposibilitan o arrebatan lo deseado. El mundo y su sistema de mercado nos hicieron complicado también el mundo del deseo. Muchos objetos, muchas imágenes ideales de belleza, riquezas y lujos nos invadieron por las pantallas comerciales de venta de deseos. No todos asequibles, no digamos en estos momentos en el que estamos empobrecidos, nunca podemos agotar los requisitos. Pero va cambiando la manifestación de la frustración en la medida que crecemos y va cambiando también la manera como la tramitamos. Cuando somos niños podemos patear en el suelo y armar un berrinche, podemos odiar a los que hacemos responsables de nuestra frustración, generalmente los padres. Pero ¿Ustedes se imaginan si hubieran visto a su papá armando un berrinche frente a la televisión por no poder adquirir un Mercedes Benz? Nos hubiésemos asustado y mucho. Bien, ese espectáculo es el que estamos dando por las redes sociales. Armando berrinches y odiando a los responsables.

Queridos adultos si queremos ser felices no lo podemos lograr sino en conjunto. La felicidad es política, no hay satisfacción sino colectiva. A menos que seamos como esas personas que mantienen siempre un deseo insatisfecho; consigan lo que consigan siempre quieren otra cosa, porque la felicidad esta en otra parte. Así que aquí no hay por lo momentos otra salida que acudir al evento electoral al que somos convocados, por ahora, porque también puede ser suspendido. Iremos sin alegría, sin expectativas pero cabe preguntarse ¿No será hasta mejor si no esperamos nada de tal evento?, la resaca del día siguiente será más leve, creo yo. Pero no es tan simple la cosa, siempre se espera algo, siempre se tiene escondidas unas esperanzas que ya da vergüenza asomarlas. Pero están ahí. Cuando uno ya no tiene nada de lo que agarrarse, donde no se espera nada de nadie, uno solo le queda agarrarse de sí mismo. Lacan lo definía como “el momento de lo imposible” que nos hace ver con claridad la condición del ser humano, el desamparo, pero mejor armados para saber “lo que es y lo que no es”. No es la promesa irresponsable de soluciones sin traumatismos e inmediatas. Ese “YA” que tanto daño ha proporcionado.

El saber es limitado y siempre nos va a sorprender un “no saber” porque como dice Jacques Derrida sin un “no saber” no se produce el acontecimiento. Así que voy a votar porque “no sé”, porque es un acto al que no me voy a negar, porque “no sé” cuales puedan ser sus consecuencias. Por ignorante voy a votar, porque no sé cuál es el camino “correcto” porque “no sé” de estrategias políticas, porque no tengo a la mano otra salida. Porque estoy desesperada y no me quiero ir, porque ya aprendí que solo en mis actos me reconozco y de frustraciones llevo una gran bolsa a cuesta. Porque me veo ante un compromiso y no lo voy a eludir. Si me roban no será la primera vez, y no por boba sino porque el otro es un ladrón. Si no me dan lo que quiero ya entiendo que el otro no puede porque es también incompleto, porque se equivoca, porque tampoco sabe, y no es porque no quiere o me traiciona. Se me cayeron los espejismos hace mucho tiempo atrás y sin remedio. Estoy sola con mis actos y reflexiones y éstas me indican que debo ir a votar. Sin argumentos, sin explicaciones y con muy pocas ganas de convencer a nadie, insisto voto por ignorante.

Al igual que Zygmunt Bauman ya no espero ese orden en que las cosas sucedan como espero que sucedan, al contrario mi preocupación es no devenir en un caos interno, y todo me está empujando a ello. Me dispongo a vivir en un mundo tremendamente ambiguo. Errantes que solo podemos esperar cierto orden en los propios actos, solo podemos aspirar a ser coherentes con uno mismo. Quizás sea allí donde radica mi certeza, solo allí.

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