El país está desorganizado y con él nos desorganizamos todos.
Las opiniones son tan disimiles como las noticias sorpresivas con las que
vivimos día a día. No hay tiempo de poner en contexto tanta precipitación de
acontecimientos. Las redes sociales son un bombardeo de pronósticos, hipótesis
y fantaseos que se imponen a los imaginarios ansiosos por hacerse una idea de
lo que pasa, de donde estamos parados. Queda siempre la sensación de que algo
se nos escapa, de no saber toda la verdad, que los datos se ocultan, que hay
una maquinación que juega con la inocencia, de ser una burla de la última
carcajada. Ávidos buscamos información que no encontramos, así permanecemos
constantemente en la incertidumbre, la sorpresa, la sospecha. No tenemos tiempo
o no nos damos ese tiempo. Es imposible poner orden, no hay un solo relato, no
contamos con una sola trama, la historia se nos hizo pedazos. Hacemos
multitudes de narraciones que conviven en el mismo escenario, todas inconclusas
y a todas les falta la fuerza de la convicción. Un solo final esperamos, nos
une una misma esperanza y estamos apurados. Es necesario acabar con estas
narraciones y comenzar con una nueva que contenga un hilo conductor. Nuevos
escenarios, distintos paisajes.
Queremos en nuestro próximo relato volver a creer en nuestras
posibilidades, dejar de mentir y de engañarnos. Queremos volver a ser serios y
conducirnos con dignidad. Dejar los insultos, volver a respetarnos. Entrar por
la puerta como hacen los seres civilizados y no camuflados, escondidos,
maleteados. Que los reptiles queden acorralados y no aparezcan en nuestras
pantallas, que no vuelvan a introducirse en nuestras casas, que no pululen
amenazantes y grotescos en los guiones
que narramos. Queremos una leyenda bien narrada. Queremos volver a narrar una
vida bien contada. Con esta esperanza nos acercamos a ese gran “SI” que
repetido tres veces nos hace evocar las playas orientales. Presos como hemos
estado volvemos a tener esa gran convocatoria para expresarnos, la fiesta de
voluntades de los ciudadanos. Puede ser un gran inicio de la nueva novela
nacional, como se han escrito las grandes obras, las inmortales. Las mejores
plumas salen del tintero y comienzan los nuevos trazos con los que nos volvemos
a reinventar. Decimos “SI” a las formas republicanas.
Si no nos lo impiden allí estaremos los ciudadanos en el
encuentro nacional. Porque fuerza y convicción hemos demostrado sin titubeos.
Como con absoluta justicia señaló Inés Quintero “la sociedad venezolana ha
respondido con una enorme fortaleza y una extraordinaria musculatura
republicana: se ha mantenido en las calles por más de noventa días, exigiendo
el respeto a la constitución y la defensa de sus derechos ciudadanos”. Si
tratan de impedirlo con sus delincuentes desatados será peor para ellos y
precipitaran su caída definitiva. Pasarán a ser recuerdo de uno de los peores
errores de las páginas de nuestra historia. Esa tenebrosa narración innecesaria
que tratan de imponer aunque nos neguemos a ser sus personajes. Hacen
discordantes enunciados sin sujetos del enunciado, cuentos perversos sobres
objetos que se mudaron a ser sujetos de nuevos enunciados. El tiempo lo exigió
y estuvimos a la altura, damos la respuesta adecuada con una clara y
contundente afirmación. SI, SI, SI.
Se nos hace imperioso comenzar a narrar nuestra nueva
historia, con versiones acorde a la realidad de los hechos, que nos devuelvan
la significación de lo que somos, que resignifique tanta locura sostenida por
tan largo tiempo. Expresa Fernando Yurman “Las fuentes de esta necesidad
narrativa primordial residen tanto en la naturaleza del psiquismo, ya que la
narración es un organizador central, como en la modulación cultural de la
realidad. Ambas dimensiones, aunque son específicas, se entrelazan. Como se
sabe, hay cierta homologación entre las historias personales y las sociales,
entre los ideales del relato y la historia que traducen” Mientras esto sucede
inevitablemente seguiremos escribiendo diferentes versiones sobre un mismo
hecho y estaremos entrando a la sala más atractiva según el gusto de cada
quien. Necesitamos de historias porque al fin y al cabo somos también narrados,
somos productos de las narraciones sociales. Símbolos, fantasías, leyendas,
mitos que nos atraviesan. Es imposible una narración de nuestras vidas sin
tener un libreto nacional, al hacerse trizas uno el otro se atomiza. Se pierde
coherencia y la angustia se desborda impidiendo el banquete de las diversas
emociones.
Se van a introducir elementos inéditos pero para que puedan
ser compresibles tienen que estar insertos en una historia, en el nuevo cuento
que estamos por comenzar. Ya le pusimos título con una afirmación que surge de
la negación fundamental que hemos gritado durante estos agotadores años. No
quisimos y no queremos ser esclavos, no quisimos y no queremos vivir en una
constante propaganda engañosa. No quisimos y no queremos botas militares. No
quisimos y no queremos tantas personas asesinadas, gente con hambre, niños
abandonados, enfermos sin medicinas. No queremos y no quisimos estos mediocres
mancillando nuestros valores republicanos. Así que el país nos reclama y
estaremos allí con nuestras historias maltratadas otorgando un gran SI a
nuestra dignidad. Comienza un nuevo relato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario