El desprecio hacia el otro es lo que hemos presenciado en
esta semana aciaga para la democracia en Venezuela y para los ciudadanos de
bien, que somos muchos. Actuaciones que solo se pueden esperar de personas que
actúan fuera de la ley, arrogantes, prepotentes, superiores al resto de sus
semejantes. Dañan, insultan, desconocen, barren torpemente los signos de
civilización y salen, como matones de barrio, a celebrar sus fechorías.
Borrachos de poder y con una pérdida total del sentido de la realidad, sumergidos
en un delirio, se reconocen como redentores signados por dioses. Seres
enfermos, mal educados, ignorantes que pretenden tener como rehenes a toda una
población. Vergonzosos espectáculos a la vista de la comunidad internacional que
observan alarmados lo que hemos venido sufriendo por muy largo tiempo,
demasiado. Malhechores que solo representan burdas apariencias.
A los locos siempre se les ha apartado de la vida común
porque se hace imposible convivir con ellos, no entienden de normas esenciales
para interactuar con las demás personas. En la época de la Colonia se les
construía una habitación al fondo del patio trasero, para aislarlos. Después,
por los avances científicos, se les reconoció como enfermos con necesidad de
medicación y con Hospitales dotados para su tratamiento y control. Nunca se
perdió la noción de que la locura debe ser dosificada y vigilada (algunos
intentos que hubo en Italia fracasaron por insostenibles). Pues bien hoy en
Venezuela no solo se les tiene en total libertad sino que se les confió el
lugar de dirigir nuestro destino ¿Qué queríamos? El resultado lo estamos
observando en todo su esplendor. Una locura generalizada porque se disolvió la
lógica, los significados abandonaron a los significantes, el lenguaje se vació
y no encontramos otros canales para la comunicación más allá de la violencia,
la intriga, la desconfianza y la descalificación. Estos es la decadencia de una
sociedad rozando un fondo infrahumano.
Todo proyecto que intenta el sometimiento de la realidad a
leyes propias personales cae en el delirio, síntoma privilegiado de la locura.
Estemos atentos y seamos razonables porque puede que estemos viendo como estos
personajes comienzan a disociarse y traicionarse entre sí, para intentar
salvarse. Estamos en el umbral de ver quien realmente terminará por
desintegrarse, o es la sociedad o son los locos en su laberinto ideológico.
Todo sucede con vertiginosa rapidez y al no obedecer a ninguna lógica posible
es falaz tratar de adivinar. Pero en esta lucha ganará el mejor estratega, la
política en su momento cumbre, las mejores mentes para manejarse en momentos
límites. El desarrollo de las sociedades y los lugares que ocupamos no han sido
gratuitos, han sido el resultado de las luchas contra las arbitrariedades de la
autoridad y las costumbres a las que se ha querido someter al otro. No nos
vamos a acostumbrar a comer basura en todos los sentidos que le podemos dar a
esa imagen.
En todas las épocas y en todas las sociedades existen maneras
de comportarse y relacionarse las personas unas con otras. A través de los
tiempos se van cambiando las costumbres por la rebeldía y la desobediencia de
los que se han sentido menospreciados y atropellados en su dignidad. Por
ejemplo las mujeres en el tiempo de la Colonia eran sometidas y obligadas a
permanecer en sus casas, reducidas al cuido de los hijos y de los esposos.
Teresa de la Parra nos deja en sus escritos testimonio de cómo se revirtió ese
orden impuesto por el machismo y su escritura revela como las significaciones
de sus letras despertaron conciencias. Ya las mujeres no permanecen “a puertas
cerradas” y nunca más podrán ser llevadas a ocupar ningún lugar en contra de su
voluntad. Para rebeldías volteen a ver que hacen las mujeres, no todas por
supuesto. ¿Cómo imaginar, entonces, que toda una población permanezca
encerrada? Después de haber conquistado la libertad y la democracia ¿Cómo
concebir que un grupo de locos estén dirigiendo nuestros modos de vida? Algún
día tenían que cruzar la línea prohibida y quedar reducidos al desprecio del
mundo civilizado. Al ostracismo.
Estamos en momentos inciertos, aún no hemos neutralizado a
los locos del gobierno ni hemos calmado la locura del país. Puede que sea el
final pero no sabemos cuánto durará, tengamos presente que la locura es
impredecible. Quien ha estado alguna vez en un manicomio habrá observado que
los locos no se hablan entre sí, caminan como autómatas de un lado a otro
murmurando monólogos sin contenidos ni significación. No podemos darnos ese
lujo en este momento, actuemos con el grado de sensatez que nos va quedando.
Hablemos con propiedad, sin miedo y con la intención de entendernos. Actuemos
con la responsabilidad que tenemos en el rescate del país. Lo merecemos y lo
hemos demostrado. Recordemos los locos son ellos… por ahora.
Excelente Marina! de acuerdo contigo.
ResponderEliminarAtentos a que no nos vuelvan locos a nosotros con sus incongruencias y ausencia de principios.