En todo discurso se desliza una intención o pensamiento
oculto que no se hace patente con el solo escuchar de las palabras. Conocemos
mucho más de un ser humano por lo que no dice que por lo que dice; por ello
podemos entender mucho mejor la verdadera posición política, ideológica, humana
de un individuo si estamos atentos a como se juega con los otros seres humanos
o como simplemente se insulta.
Manifestaciones en palabras pero no articuladas en un discurso, por lo
general son impulsos que se escapan y se dejan salir sin ser pensadas,
calculadas. El ser humano es tramposo, borra sus propias marcas y se oculta
para no ser descubierto en sus oscuras inclinaciones y deseos. También sucede
que sea posible deslizarse hacia posiciones vitales que si las pensamos las
rechazaríamos de plano. Podemos quedar horrorizados con nosotros mismos.
Para un psicoanalista
que anda a la pesca de pequeñas señales twitter es un banquete porque allí
emitimos sucintos mensajes, generalmente sin pensar lo que decimos, se
reacciona con mucha inmediatez. Hay mucho ingenio, mucha picaresca propia de
nuestra cultura pero también se deslizan insultos y juegos que dejan al buen
entededor helado. Recientemente se insultó a un grupo humano denominándolo
“caraqueños sifrinos” lo que pudo haber pasado desapercibido porque ya tenemos
dieciocho años de insultos a cuesta, pero al ser un vocero de la dirigencia de
la oposición, tal expresión es simplemente alarmante. ¿Quiénes somos? ¿A quiénes
adversamos? ¿En qué nos diferenciamos? Todos debemos pensar mejor lo que
decimos por mas alterado que se encuentre el ánimo pero mucho más aquellos, que
por voluntad propia, ocupan los lugares estratégicos fundamentales en momentos
tan delicados.
Recordaba Fernando Mires como el odio ha ido minando la
política que es ante todo discursiva, así manifestó que “un enemigo que odia y
no piensa no es un enemigo discursivo” Es intolerable los insultos que caen en
grupos humanos que entre otra cosa son grupos muy heterogéneos. Se agrupa solo
para entender un fenómeno, para marcar un rasgo común, para aplicar una
terapéutica. Los seres humanos nos identificamos con algunas de estas
clasificaciones solo porque en las otras no encajamos o porque, es verdad,
vivimos en una ciudad que se denomina de esa forma y por lo tanto allí
pertenecemos. Pero somos individuos, todos diferentes, todos únicos y más
cuando se habla de una metrópolis tan compleja y variada como lo es Caracas.
Aquí se puede encontrar desde barriadas pobres que bordean la capital con sus
pobladores hacinados en cerros, hasta urbanizaciones de gran lujo donde viven
personas de altos recursos económicos. Urbanizaciones ahora habitadas por la
nueva burguesía y con un cambio notable en su paisaje. Una clase media, la más
numerosa, fuertemente golpeada por la enorme crisis económica que vivimos y por
la diáspora que se ha producido.
¿A quién se refería entonces nuestro querido amigo? Probablemente
a los que emiten sus opiniones por twitter sobre las ultimas desafortunadas
decisiones tomadas por la dirigencia opositora, errores que solo reconocieron
así de pasada, pero no observan una verdadera rectificación ni reflexión ¡No se
sigan equivocando no hay tiempo! Se refiere a esa clase media que es la que más
se manifiesta porque es la que tiene posibilidad de hacerlo, a esa clase media
que es tan variada, tan acertada y errática como cualquier grupo humano pero
que se puede (tiene) dar el lujo de ser más irresponsable que quienes dirigen
este arroz con mango. Somos demócratas,
se supone, entonces debemos tolerar con mayor tesón y gallardía las opiniones
que emiten la variedad propia de los seres que viven y sufren este horror. Si
oyeran con respeto, quizás solo quizás, tendrían una mejor orientación.
Calificar e insultar a un grupo humano es xenófobo, es
manifestación de un odio humano que solo busca destrucción, no es producto del
pensamiento, es manipulador de emociones y desata fenómenos sociales desbastadores.
No nos pongan a pelear con el resto de los venezolanos, todos los que habitamos
dentro de estas fronteras padecemos del mismo mal, estemos atentos a nuestras
miseria y no nos deslicemos a un odio que nos asemeje a lo que rechazamos. Es
un peligro eminente que se corre en una sociedad que ha sido tan distorsionada.
No hagamos juegos de palabras, bromas, para después salir diciendo que solo era
eso “bromas”. ¿Es que acaso es tolerable que se hagan “chistes” con el dolor
ajeno? ¿Es una respuesta a la ciudadanía decir que se bloqueará al que adverse,
en lugar de argumentar? Estamos perdiendo el rumbo verdaderamente humano del
discurso, del pensamiento y de la reflexión. Ese es el verdadero enemigo que
nos devorará si lo permitimos.
Estamos en un atascadero, es totalitarismo o democracia, y
como el mundo político de hoy cambió estos bordes ya no son tan exactos como
quizás lo fueron en el siglo XX. Nos aproximamos a una situación mixta si se va
extinguiendo ese talante verdaderamente democrático. Tiranías difíciles de
entender es lo que se observa si miramos a algunos dirigentes de la oposición
con detenimiento y sin pasión. Hay una gran población que vivió y recuerda el
carácter demócrata de nuestros dirigentes y no nos resignamos a cambios de
grados. Es por ello, apreciados amigos, que se les recuerda con vehemencia
cuando se pierde el rumbo. No es de político con calle, andar llorando, ni
insultando, ni bromeando con sarcasmo. Es de político versado la estrategia, la
visión del conjunto, el conocimiento de su gente y las decisiones adecuadas y
firmes. Busquen nuevamente los aliados que los han tenido y los tendrán con
inteligencia y discurso bien
estructurado. Ni insultos, ni bromas es lo adecuado.
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