5 de abril de 2016

Ritos

Foto de Federico Vegas

Es propio de lo humano, y expresión de estar inmersos en discursos, emitir mensajes a través de gestos, miradas, hábitos y ritos. Estas expresiones muestran una manera de ser, no solo individual, sino colectiva. Por esta vía se manifiesta el deseo inconsciente y nuestra inserción en una tradición particular. Es la forma que tenemos de legar algo que no podemos trasmitir en palabras porque comporta algo desconocido, un añadido, un plus, una diferencia, una pincelada que revela la marca del autor, un misterio propio. Ese algo que se revela en las formas particulares de estar alegre, de manifestar el dolor; esa forma particular de amar, odiar, e incluso de morir. Diferencias individuales y colectivas que sentimos como un vacío, un despojo cuando nos distanciamos de ellas pero que reconocemos familiar y propias cuando se vuelven a contactar, sin poder explicar de qué se trata. Expresiones como “es algo mío con lo que no puedo hacer contacto si no estoy aquí”. Mitos, historias, relatos, formas particulares de crear y de vivir.


El tiempo lo vamos revistiendo de diferentes significados y de ritos que nos sumergen en emociones variadas. La Navidad, Carnavales, Semana Santa. Los periodos de asueto, de vacaciones, de rupturas de las monotonías, de cambios tan necesarios para el entusiasmo y para el contacto con nuestra única y propia vitalidad. No podemos vivir en una monotonía mortecina sin ir perdiendo los revestimientos simbólicos, el entusiasmo y terminar reducidos a objetos sin anclajes y lazos sociales. Invade una angustia desbordada que nos da la señal del peligro de ya no poder dialogar ni con nuestros muertos.  

Perdemos lo esencial para poder ser reconocidos como “humanos”, la pertenencia a un discurso compartido donde nos reconocemos y reconocemos a los otros. “El aquí no pasa nada y todo sigue igual” es el grito desesperado de haber perdido nuestras tradiciones, nuestros símbolos y nuestros ritos. La sensación de transcurrir como “almas en pena” arrastrando dolor y desarraigo. No sentimos nuestros rituales con los cuales nos revestimos, nuestros adornos particulares, los perdimos o los mantenemos pospuestos; solo invaden como intrusos los discursos ajenos, extraños y sinsentido.

Estas pérdidas vitales, muy patentes en nuestro país, es fenómeno más o menos generalizado en la vida contemporánea, producto de haber cambiado las creencias. Ya no se hace lazos con las ideas, los antiguos dioses fueron desterrados y otros nuevos erigidos. Nuestros cuerpos elevados a una categoría venerable ayudados por la ciencia que los transforman y la tecnología como medio para exhibirlos.  Nos negamos a los cambios que inexorablemente el paso del tiempo impone, queremos permanecer adorándonos frente a un espejo. No son pocas las consecuencias. Los jóvenes quedaron admirados como la perfección de la creación y desprovistos de sus propios cambios. Un vacío de responsabilidades en su formación los hace muy vulnerables a quedar fuera de toda línea civilizada. Abandonados a sí mismos, a su sensación de ser eternos y a la violencia al ser incapaces de reconocer autoridad alguna. No son ayudados en la difícil travesía que implica la adolescencia, no se acompañan con los rituales que señalan los cambios y que ayudan a la inscripción de nuevas etapas y nuevas responsabilidades. Los padres ya no cumplen la función moldeadora porque ellos están embobados con los nuevos dioses de los cuerpos. No se respeta a los mayores, más bien se les desprecia e insulta. Los abuelos ya no tienen lugar y se les abandona.

Dado este descontrol que no nos conduce sino a la expresión de la pulsión de muerte, a la maldad desbordada comienzan a surgir propuestas para inventarnos nuevamente. Eric Laurent, psicoanalista lacaniano, propone la urgencia de inventarnos nuevos rituales para ayudar a los niños a contener su violencia; quizás nuevos modelos para lo cual tendríamos que sacudir a los padres para que despierten de su sueño narcisista y quizás nuevas pasiones colectivas que los inviten a tener algo común con los otros seres humanos. Enseñarlos a insertarse en un mundo y descubrir la maravilla de vivir en armonía. De lo contrario serán victimas fáciles de los delirios terroristas y del desprecio a toda autoridad que los organice. Es lo que estamos viendo en el mundo, las identificaciones, en ese mundo líquido de Bauman, son efímeras y arrojan al vértigo de que nada es propio sino todo es cuestión de oportunidad, todo hay que aprovecharlo de inmediato; las tragedias de los otros es la ocasión para resaltar, enriquecer y trascender. El surgimiento de las tribus. Un mundo descreído.

No se siguen consignas comunes; si se acompaña a los otros en una manifestación común se hace desde un lugar de la ignorancia, no se sabe a ciencia cierta qué se quiere y por qué se está allí, poco importa y cada vez menos nos vemos impulsados de pertenecer a este tipo de manifestaciones. No estamos identificados porque pertenecemos al mundo de la labilidad. Se desconfía y nos cuidamos en exceso de ser utilizados. En realidad desaparecemos como sujetos y en ese vacío solo obedecemos a los fantasmas. Eric Laurent expresa este rasgo de la hipermodernidad de esta manera, “Cuando un sujeto puede decir “no sé por qué estoy allí pero debo estar” se trata precisamente de este movimiento por el cual el que no está identificado a ningún rasgo unario viene a testimoniar de su propia desaparición para poner en escena cierta nadificación de los ideales y valores establecidos y presentar un goce otro”.

El mundo reclama nuevos lazos sociales, salir de la soledad, de los encierros propios. No solo requerimos volver a nuestros ritos con los que nos reconocemos y cohesionamos sino, también, recuperar la confianza en los otros y proporcionarnos seguridad asumiendo nuestros propios riesgos. Un proyecto común que requiere la recuperación de nuestro espacio. Identificaciones sólidas para no volver a dejar que nos arrebaten lo nuestro; para no seguir, como adolescentes desorientados, persiguiendo falsas creencias.


O será como dice Leonardo Padrón “Ya no hay dinero para los ritos”

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