Bo Barlett |
Sin identificarnos con los que padecen los otros no podremos estar cohesionados por el mismo dolor. Entender por lo que pasan miles de venezolanos es esencial a la hora de llamarnos a cualquier unión o acción en conjunto. No haremos grupo por ninguna causa si no nos sentimos parte de ese grupo y por lo tanto con las mismas urgencias. Estamos siendo abusados, saqueados, extorsionados de forma descarada. Ya sin disfraces ni disimulos nos ahorcan y nos hacen la vida imposible. Que hayan subido de forma exorbitante la Unidad Tributaria justo cuando niegan los aumentos de salarios y pensión es uno de los actos mas despiadados que yo haya visto. Desprovistos de mecanismos de defensa, nos quedamos paralizados sin reacción, anunciando que nos vienen momentos aun más duros. Para Freud fue esencial la identificación para la cohesión de los grupos. Sin identificación no hay empatía y no seríamos capaces de sentir en el propio cuerpo aquello por lo que sufre un ser cercano o querido.
Sin esta capacidad que posee el ser sensible sería imposible querer para los demás el bienestar que todos anhelamos. Así progresa la humanidad por las acciones en conjunto y con una inteligencia sensible. A menudo me pregunto qué perdimos de nosotros mismos, de nuestra identificación, de nuestros valores fundamentales. Algo dejamos caer en el camino y nos extraviamos. No se si es indiferencia o impotencia que ya no sentimos lo que somos y somos víctimas fáciles y manipulables. Nuestra historia, la de cada quien, deja registros hondos en nuestra psique que nos hacen sentir una profunda pertenencia a lo que conocemos como nuestra forma de vivir, también deja cicatrices por la que sabemos y reconocemos, de igual forma, nuestra manera de sufrir. Sin estas raíces la pregunta sería ¿qué somos? De allí la tragedia que significa ser arrancados con violencia de lo propio. Y nosotros somos cada día arrancados con violencia.
Estamos condenados a elegir, no podemos evadirlo, aunque no nos guste el abanico posible de alternativas. Esta es una de las tareas humanas que nunca termina y quizás una de la más difícil de la vida. En cada elección, que nunca es perfecta y siempre tendremos la duda de si fue la mejor, perderemos algo para quedarnos suspirando por lo perdido. Hay que actuar con responsabilidad e inteligencia. Como colectivo hemos elegido mal por estar creyendo en espíritus superiores y todopoderosos. Allí están los superhéroes arrasando con todo y principalmente con nosotros mismos. No podemos ser tan torpes porque algo hay seguro, no se pueden evadir las elecciones. No eligiendo también se elige. Es arriesgado pero ineludible, no es posible que otros elijan por nosotros. Si queremos evitar el malestar no provoquemos un nuevo malestar.
Hasta ahora hemos vivido, por largo tiempo, la incomodidad de haber dejado de ser hundidos en un fracaso. Nos ahoga el malestar, la angustia, la rabia, el dolor y nos hace encerrarnos sin ver que no somos únicos que en el ambiente se respira un pesar como nunca antes. Tiempos muy oscuros y pesados como consecuencia de la propia decisión, ahora tenemos que decidir para comenzar a iluminar nuestro espacio y entendimiento. Me siento muy cercana a un grupo grande de nosotros y sufro de las mismas dudas y desesperanzas. Pero no puedo voltear para otra parte y hacer que nada me importa. Si, me importa y mucho porque elegí hacer de mi destino el destino de todos. Por eso permanecí en el país porque no estaba amenazada. Quiero verme en los demás y con todos elegir en la esperanza de lograr construir una sociedad mejor. Cada vez más cerca del dolor, pero como decía Schopenhauer no abandono mis deseos omnipotentes que se estrellan en la realidad, pero que me acercan cada vez más a lo que aspiro ser. Mientras respire el tránsito de la vida no se detiene.
Bien, nos llegó la hora de luchar contra estos delincuentes; en héroes anónimos, al estilo Savater, nos tenemos que convertir para poder conquistar nuevamente nuestro derecho a elegir. Para conquistar nuevamente la condena de ser los únicos protagonistas de las historias individuales y como consecuencia de la historia de nuestro país. Al fin y al cabo, de eso se trata la democracia. Yo soy quien dice quién soy y quién quiero ser, no vamos a dejarle nunca más esta tarea a otro, ya sabemos a lo que conduce.
Comparto tu reflexión, identificación y acompañamiento, pero también contribuir en lo posible, a recuperar el valor de ser un ser humano, con capacidad de reflexión interior e interpelación. No todo ha naufragado, querida Marina.
ResponderEliminarLamentablemente tu excelente reflexión no la entienden la mayoría de los venezolanos. Es lo que me hace pesimista en cuanto al futuro de nuestro país. Nuestro pueblo ha sido degradado a niveles nunca vistos y no veo quienes podrían cambiar esta situación. Pasarán muchos años para que enderecemos el rumbo y volvamos a ser un país con perspectivas de progreso.
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