Ernesto García Peña |
Sentimos que todo nos lo pusieron patas para arriba. Que pasó un huracán y cuando llegamos no quedaban ni las paredes. No reconocíamos donde quedaba nuestra casa porque todo era igual, una gran extensión de terreno devastado. Nos recuerda Sonia Chocrón las palabras de Camus “El hombre es la única criatura que se niega a ser lo que es”. Los seres humanos se venden por el sustento miserable diario y se niegan a hacerse dueños de sus actos. Asombra la cantidad de seres que se ponen al servicio de la maldad, roban, asesinan, torturan y después son capaces de seguir viviendo tan campantes. Es como si tuvieran la facultad de desdoblarse. Todo al revés del orden y legalidad a las que somos obligados en sociedad. No se puede vivir en una pocilga sucia y descuidada, maloliente, triste e insegura después de haber crecido en una casa ordenada y alegre.
Se desvanece cualquier vestigio de lo que quedaba sólido como recuerdo de un a ayer y se nos pierden los objetos del deseo esenciales para la vida. Un tiempo en el que no deseamos solo necesitamos para no terminar de morir. Se desvanecen nuestros sueños y solo nos queda darnos cabezazos con una dura realidad. Cada vez más cansados porque nada cambia sustancialmente, no nos oyen mientras gritamos desde lo hondo de un pozo. En el mundo entero se extinguió el equilibrio del terror que mantuvo la guerra fría. Dos potencias con igual poderío de exterminio de quien unos y otros se cuidaban. El peligro ordenó a las naciones y no el amor al prójimo, eso no existe “no te pases de esa raya porque te arranco la cabeza” es lo que había funcionado hasta que llegó un loco furioso al poder y puso todo bajo amenaza nuevamente. Hasta ahora nadie se ha atrevido a atacar con armamento atómico, pero no sabemos quien es capaz de comenzar. Solo bastaría una bomba para un exterminio masivo. Después el monstruo que accionó tal barbaridad, dirá “Ay yo no sabía” mientras muere envenenado.
Habitamos un mundo al revés, pero no ese mundo de fantasía que cantaban los niños, a ese mundo al revés quiero volver.
Había una vez un lobito bueno
A quien maltrataban todos los corderos
Y había también un príncipe malo
Una bruja hermosa
Y un pirata honrado
Todas estas cosas había una vez
Cuando yo soñaba un mundo al revés
Un mudo sin inocencia y al servicio del mal banal como lo explica Fernando Mires en su artículo, “Putin y la radicalidad del mal”. Banal porque quienes hacen mal aquí en nuestro país son banales como lo representó Adolf Eichmann y lo explica Hannah Arendt en su interesante libro sobre este juicio, en el que estuvo presente. Veinte años después se hace justicia, lo que influyó significativamente en la unificación de Israel y se comenzara a hablar abiertamente del holocausto. Veinte años para que cayera el segundo Adolfo tan perjudicial como el primero al ser el ejecutor del crimen. Solo después de esto se comenzaron a unir los judíos y construyeron un país que se ha destacado en todos los órdenes, comenzaron a enderezarlo y lo lograron. Ya su país no está patas arriba.
Caramba Marina, que excente manera de describir el odio, la maldad, el resentimiento, la enemistad que se vive a diario ante el silencio cómplice de las mayorías que no pueden pasarse de la raya.
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